Las historias de género negro ambientadas en un período histórico tan convulso como el de entreguerras en Alemania es un argumento que funciona. Ya ocurrió con las novelas de Philip Kerr y su “Berlín Noir”, la serie protagonizada por el investigador privado Bernhard “Bernie” Gunther, editada por RBA. Si estos relatos, además, tienen formato cómic, la cosa gana puntos, como con los dos álbumes de lo que será la trilogía sobre Berlín, de Jason Lutes, publicada por Astiberri.
A un período anterior al que narra Kerr y al mismo que retrata Lutes -el de la República de Weimar-, corresponden los dos relatos -Weimar y Der Sturm- que 001 Ediciones ha publicado en un único tomo, en rústica con solapas, bajo el título del primero de ellos, Weimar. Dos investigaciones de Jan Karta (1925-1933), dos de los seis casos del detective privado Jan Karta, obra de dos clásicos “dei fumetti” italiano, el guionista Roberto Dal Pra' y el dibujante Rodolfo Torti, que primero aparecieron en las revistas Orient Express y Comic Art y posteriormente fueron publicados por la Editorial Dargaud en los años ochenta, por Vertige Graphic y por la editorial italiana 001 Edizioni en sendos volúmenes en 2006 y 2007, dentro de la colección Omnibus.
Tras la Primera Guerra Mundial, las obligaciones para con los aliados impuestas por el Tratado de Versalles habían obligado a Alemania a desprenderse de parte de su territorio, a abandonar sus colonias, a desarmarse y a pagar grandes sumas como indemnización (el último abono se hizo efectivo precisamente el pasado domingo 3 de octubre). Ello no sólo había agravado su crisis económica y las tensiones sociales, sino que había hecho resurgir un exaltado sentimiento nacionalista, que acabaría siendo utilizado por el Partido Nacional Socialista -con cuyas ideas simpatizaba la clase trabajadora y cierta burguesía radical de derechas, canalizando el malestar de la sociedad hacia un interés común, la idea de crear una Gran Alemania- para conseguir instaurarse en el poder en 1933, utilizando siempre las vías democráticas.
Guillermo II había abdicado, se había proclamado la República de Weimar en 1919 y el gobierno estaba en manos de una coalición de partidos políticos con graves desavenencias entre ellos y con aquellos a los que representaban. Este contexto histórico general, uno de los momentos clave para entender el nacimiento de los regímenes políticos totalitarios, fue el escogido por Roberto Dal Pra' para recrear su ficción histórica, protagonizada por un personaje peculiar, Jan Karta, un detective privado de aspecto impecable, con su traje, su corbata, sus guantes y su pelo engominado. Culto, mentiroso habitual y fumador empedernido, cliente asiduo en el bar de Wilhelm Knolzseh en donde gusta de tomar café sin cenizas, amigo desde el instituto de Rudolph, un forense con el que comparte algo más que confidencias sobre los cadáveres que llegan a la morgue, insomne por culpa de terribles pesadillas que le obsesionan y encantador con las mujeres, aunque alérgico a los compromisos a largo plazo, si bien es cierto que no es comprometerse lo que le da miedo, le “aterroriza más la idea de las cosas que las cosas en sí”.
Pero Karta no sería lo que es si no fuera por la imagen que de él ha creado Rodolfo Torti. Utilizando la línea clara y el banco y negro y generando esos claroscuros que tan bien sientan a una historia en la que lo oscuro no está asociado únicamente a la trama que se cuenta, sino a un futuro que todos conocemos, recrea una ciudad y un momento histórico, con continuas alusiones a hechos que sucedieron y a personajes que existieron realmente, y con un protagonista, Hitler, que aparece en la primera página y cuya presencia permanece latente a lo largo de ambos relatos.
Para contarnos todo esto, Torti supo reproducir el ambiente de la época: las calles, el vestuario y las modas, los medios de transporte, la diversidad social reflejada en sus viñetas, desde el proletariado que trabaja en la fábrica siderúrgica al empresario capitalista que se ha ido enriquecido en plena crisis, pasando por el mundo del teatro de Cabaret -con referencias al cómico Karl Valentín-, el obrero que repara el pavimento o los pequeños ladrones de manzanas, así como detalles que recrean el auge del Nazismo, cuya influencia avanzaba a pasos agigantados.
Ambas historias, Weimar y Der Sturm, se desarrollan en la misma ciudad, Berlín, y siguen el mismo esquema cronológico que las encuadra dentro de un lapso de tiempo marcado por fechas significativas. La primera, transcurre entre el 28 de febrero de 1925, fecha de los funerales del presidente socialdemócrata de la República de Weimar, Friederich Ebert, y el 27 de abril de 1925, fecha en la que el Mariscal Von Hinderburg se convierte en presidente de la República. En esta ocasión Jan Karta recibe la visita de la esposa de Otto Muller, uno de los dirigentes de Yarbe, la mayor industria siderúrgica alemana, quien le pide que consiga pruebas fotográficas que confirmen que está siendo engañada por su marido. No es el tipo de casos por el que uno pierde la cabeza, pero Karta acepta. Su amigo Henry, un fotógrafo fanático de Hegel que tiene su propia opinión sobre Alemania -“un país absurdo, decadente y juerguista, corrupto e idealista fabulosamente contradictorio”-, le preste una cámara; sigue a Herr Muller -un hombre metódico y de costumbres fijas- y consigue las fotos comprometedoras que entrega puntualmente a la esposa. Sin embargo, se da cuenta demasiado tarde que alguien ha estado jugando con él y que sus actos han ocasionado al parecer un desenlace más que funesto para la familia Muller. Recomponiendo el rompecabezas y haciendo encajar las piezas que faltaban desde un principio, aparecen en el caso elementos tan discordantes como los intereses de los empresarios propietarios de industrias de inclinaciones socialdemócratas que apoyan a los firmantes del Tratado de Versalles, contrapuestos a los que creen que el futuro de la nueva Alemania sólo es posible gracias a un partido emergente, el Nacional Socialista, cuyos seguidores no tienen problema a la hora de ensuciarse las manos de sangre para construir esa gran patria de la que sentirse orgullosos.
En Der Sturm, la acción se sitúa entre el 27 de enero y el 27 de febrero de 1933. Jan Karta es despertado en plena noche por un hombre herido que llama a su puerta y acaba muriendo en sus brazos. Por los documentos que se hallan en sus bolsillos, el hombre es Kurt Hermann, un extremista que trabaja como periodista en el Mitteldeusche Zeitungy, y algo más. Aunque es Karta quien avisa a la policía, es detenido por su posible relación con el asesinado, interrogado y casi torturado por un miembro del servicio secreto, ocupado en descubrir la “ideología” de los ciudadanos y en perseguir a comunistas y judíos. Tras la providencial intervención de un alto cargo que fue alumno de su padre, Karta queda en libertad. Desde que Hermann Goering es Jefe de la Policía y Ministro de Interior de Prusia, las voces de los detractores al régimen que se afianza se escuchan cada vez con menor frecuencia en público. En un ambiente en el que hasta las paredes oyen y uno no pude fiarse de nadie, Karta decide seguir por su cuenta las pistas de los nombres anotados en un pequeño papel encontrado en el cadáver, para encontrar los eslabones de una cadena que le llevará hasta la boca del lobo y descubrir un complot cuyo objetivo es incendiar el Reichstag.
Esperemos que 001 Ediciones se decida pronto a continuar con la publicación de esta interesante serie de los autores de Leo Greco, premiada con el Gran Prix des Alpages al mejor cómic del año en Sierre, Suiza y con el Yelow Kid de Lucca.
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