viernes, mayo 06, 2011

CRÓNICA: 29è SALÓ DEL CÒMIC DE BARCELONA (II): Las Exposiciones (I)

Una llevaba tanto tiempo esperando la llegada de la 29ª edición del Saló del Còmic de Barcelona que sus cuatro días de duración le supieron más bien a poco. Y es que, cuando te lo pasas bien, el tiempo parece ir más rápido y así, sin apenas darte cuenta, has dejado atrás los buenos momentos y has visto cómo han transcurrido más de tres semanas desde que le dijimos hasta pronto. Con tantas celebraciones apenas hemos tenido un momento para colocar nuestros nuevos tebeos en las estanterías y reubicar en ellas los que nos llevamos para conseguir la preciada dedicatoria. Ahora sólo nos queda esperar hasta la próxima edición, mientras rebuscamos entre el montón de fotos que hicimos las imágenes de las exposiciones que este año nos ofreció el Saló y con las que, como siempre, pudimos disfrutar de nuestros autores y personajes favoritos.



Generalmente solía acercarme a las exposiciones los días en los que la afluencia de público era menor, los jueves o los viernes por la mañana. Cada año esperaba esos momentos en los que las recorría en “solitario”, cámara en mano y huyendo de los reflejos impertinentes, disfrutando de cada página original de autores de cómic a los que siempre he admirado. Tiene algo de especial acercarse a esos reductos de tranquilidad que te permiten por un buen rato evadirte del mundanal ruido que genera el Saló y de las tensiones y cansancio que provocan las colas, meterte de lleno en ellas y regresar, al menos mentalmente, a los días de la infancia y de la adolescencia, y a otros días más cercanos, todo hay que decirlo.



Una vez más la organización nos ha ofrecido la posibilidad de ver de cerca originales de grandes clásicos del noveno arte. En esta ocasión el personaje escogido fue Tarzán, el rey del cómic y todos los que hicieron posible su iconográfica imagen. Traspasando una cortina que bien podía estar hecha de lianas, una podía imaginar adentrarse en la selva, en el territorio controlado por el famoso protagonista de la novela de Edgar Rice Burroughs que el maestro Harold Foster aceptó convertir en personaje de tebeo en 1929 y que, tras un receso, retomaría en 1931 para convertirlo en el rey de las páginas dominicales hasta 1937, cuando lo dejaría en manos de Hogarth para dedicarse a su proyecto más ambicioso, el Prince Valiant. Las páginas originales en gran formato de ambos autores -y también de Rex Maxon, Joh Celardo, Mike Royer, Joe Kubert o unas muy particulares de Richard Corben- mostraban una visión bien distinta del mismo personaje, quedando patente que “el estatismo, el lirismo y la elegancia de Foster son rápidamente substituidos por la fuerza, el movimiento y el culto al cuerpo” del que se ha venido a calificar como el Miguel Ángel de la historieta, Burne Hogarth, quien lo dibujaría hasta 1950. No faltó tampoco una pequeña muestra de los álbumes de Tarzán, como los editados por Toutain en los años 70 ilustrados por Jaime Brocal, parte de la colección de la mejor edición de las páginas de Foster y Hogarth y una edición de lujo francesa con las historietas de este último publicadas en prensa.


Pero la exposición no hablaba únicamente de este Tarzán, sino de cómo esta obra, publicada en nuestro país en la revista Aventurero en 1935, acabaría influyendo en los autores españoles de aquella época, convirtiéndose en modelo de referencia para, entre otros, la Pantera Negra, de Miguel Quesada, y Purk, el hombre de piedra, de Manuel Gago, de los que pudimos ver algunas páginas en la exposición.



Sobre un panel que mostraba el espacio ideal para todo felino que se precie, los tejados, una serie de gatos saltaba desde una ventana abierta a la noche par ir más allá de la luna. Varios gatos blancos -y uno negro-se recortaban en el cielo sobre un skyline de edificios de ventanas iluminadas sobre los que se disponían páginas originales de historias protagonizadas por los gatos más famosos del mundo de los tebeos, dos ambientes –el presente y el pasado- presididos por un colosal Blacksad recién vapuleado y con el cigarro en la mano que esperaba sentado la llegada de más de un aficionado deseoso de hacerse una foto con este particular detective privado.




Un recorrido que abarcaba desde los primeros gatos que acapararon el centro de atención de las viñetas hasta hoy: la gata Desdémona en Cicero's cat de Bud Fisher, la Krazy Kat de George Herriman (La gata loca cuya locura por el pobre Ignatz conocí gracias a la televisión cuando era niña), el Gato Félix de Otto Messmer -que aquí conocimos como Periquito, nombre con el que acabaría existiendo como tal otro gato de manos de Martínez Osete- o el entrañable Pumby, de José Sanchis, con cuyas revistas casi aprendimos a leer.





La personalidad de estos pequeños compañeros que son algo más que meros animales de compañía nos ha fascinado a todos, autores y lectores, y esta exposición es una clara muestra de ello, ya que nos permite pasar revista a su azarosa vida cotidiana contada en ocasiones de primera mano, con los tintes autobiográficos que se observan en los trabajos de Jeffrey Brown o José Fonollosa, y conocer a fondo a los que viven su papel de amantes de la buena vida a la perfección, como Garfield de Jim Davis; a los secundarios que sufrieron la tortura de sádicos ratones, como el de 13 Rue del Percebe, de Francisco Ibáñez; los avatares del gato cósmico Doraemon de Fujimoto Hiroshi y Motoo Abiko al que conocimos animado gracias a la TV3; a los que se comportan como auténticos humanos y tienen que vérselas con situaciones más que difíciles, como el impresionante Blacksad, de Canales y Guarnido; a los filósofos de la vida, como el Gat Perich, de Jaume Perich; a los que comparten su espacio vital en las tiras de prensa con otra mascota, como el gato Mooch y el perro Earl en Mutts, de Patrick Mcdonnell; a los que nos recuerdan al sempiterno gato de Cheshire, como el de H20ctopus: la cabeza del gato, de Diego Olmos, incluso a los “superhéroes” -mutantes como Pafcat, el personaje de Joaquín Cera que acompañaba a Pafman en la revista Mortadelo- y, sobre todo, “superheroínas” defensoras del bien y en eterna lucha contra el mal pese a su turbio pasado, como la magnífica Catwoman creada por de Brubaker, dibujada por Diego Olmos, Black Cat, de Javier Pulido, o Felina, el personaje de Víctor Mora y Annie Goetzinger que, como el propio Blacksad, repetía exposición.




Una de las exposiciones más esperadas es siempre la del ganador del Gran Premio del Saló de la edición anterior, premio que en esta ocasión recayó sobre uno de nuestros autores preferidos: Rubén Pellejero, cuyos trabajos han ocupado nuestras estanterías desde los tiempos en que sus historias -Historias de una Barcelona, Las memorias de Monsieur Griffaton, Historias en FM o Las Aventuras de Dieter Lumpen- aparecían publicadas en las revistas Cimoc y Cairo hasta hoy mismo, con su recién estrenada obra sobre Tina Modotti, Un verano insolente, precisamente la única de sus obras que no tuvo la suerte de ocupar un lugar en la muestra, que tiene una ubicación fija en el extremo izquierdo del Saló.



Dos grandes paneles en forma de ele cobijaban un cubo en cada una de cuyas paredes se recogía la trayectoria profesional de este autor catalán nacido en Badalona en 1952. Protagonizados por páginas originales de sus obras, Dieter Lumpen, El Silencio de Malka, Tabú, Arômm con Jorge Zentner; Un poco de humo azul y El Vals del Gulag con Denis Lapière y En carne viva (la exposición recogía los originales de L'écorché) con Frank Giroud y Florent Germaine, cada panel estaba encabezado por comentarios que sobre ellas habían hecho críticos -como Álvaro Pons, Antoni Guiral, Pepe Gálvez, Manuel Darías o Koldo Azpitarte- y guionistas -entre los que se encuentran Díaz Canales y Lapière con quien ha trabajado en estos años-, pero también autores que han sabido reconocer su trabajo, como de Tim Sale.




Una no podía menos que admirar el detallismo y el claroscuro de las páginas en blanco y negro de sus primeros trabajos, recrearse en su extraordinaria narrativa y verse desbordada por el color exultante de algunas de las páginas más bellas que hemos visto nunca en sus álbumes, después de los cambios que Malka trajo consigo. Hay que destacar, además, otros pormenores, como el diorama que reproducía la buhardilla de Tristán o las composiciones que recogían en una sola aspectos concretos de sus trabajos, desde bocetos en blanco y negro y en color, a pruebas y anotaciones sobre el guión, pudiendo comprobar los cambios con la retrospectiva, cómo el autor ha ido evolucionando con el paso de los años, adaptándose y renovándose acorde a las diferentes historias y las exigencias de los guionistas para los que fielmente ha trabajado, sin perder nada de este estilo propio que le es característico y que le hace tan identificable a nuestros ojos. Ésta es una de esas exposiciones que se te hacen cortas, como suele ocurrir con todo lo que nos gusta, si bien se echaba de menos alguna referencia a los trabajos realizados con Zentner para el mercado francés o, ya puestos a pedir, un avance de sus proyectos futuros.



La siguiente visita ineludible fue para las exposiciones de los otros premiados en la pasada edición del Saló: El arte de volar, de Antonio Altarriba y Kim, que no sólo acaparó tres de los premios -a la mejor obra, al mejor guión y al mejor dibujo de autor español-, sino que consiguió el Premio Nacional de Cómic del Ministerio de Cultura y el de la Generalitat de Catalunya; el Premio Josep Toutain al Autor Revelación para Alfonso Zapico, y Gato Negro, que obtuvo el Premio al Mejor Fanzine. Los tres compartían espacio cerca de la salida.



Sobre una pared con cuatro ambientes distintos -representando los obstáculos que tuvo que saltar para llegar a volar-, se recogían algunas páginas originales de El arte de volar, una lectura emotiva, intimista y de tintes autobiográficos, magistralmente dibujada por Kim. En ella Altarriba relata la vida de su padre desde su juventud en Peñaflor hasta su suicidio en un geriátrico a los noventa años, incidiendo en las circunstancias y acontecimientos históricos que le tocó vivir -la Dictadura de Primo de Rivera, la II República, la Guerra Civil, su exilio en Francia, el Franquismo y la posguerra, la Monarquía y la Transición- que marcarían su vida e influirían en su muerte. Cuatro ambientes distintos en los que se desarrolla la historia del protagonista, Antonio Altarriba, coincidentes con escenarios de los cuatro capítulos en que se divide la novela gráfica, que bien podían simular los muros que tapiaban las fincas, con sus cristales rotos en la parte superior para impedir el acceso; la brecha abierta por la avión aliada en el campo de Limoges en el que estuvo recluido y que le permitió escapar; el despacho de Doroteo, el marido de su prima Elvira, un falangista para el que trabajó como chofer, y por último, las asépticas paredes recubiertas de azulejos de la residencia de ancianos en la que estuvo internado.



La fachada de las casas de una calle de Dublín sirvían de marco incomparable para mostrar las tres obras de Alfonso Zapico publicadas en nuestro país, Café Budapest, El profesor Bertenev y Dublinés. Precisamente a través de las ventanas de cuatro de sus buhardillas asomaban otros tantos retratos, el del artista junto a los protagonistas de sus novelas gráficas, Chaskel el violinista judío, el profesor Bertenev y el de James Joyce, mientras las ventanas de la fachada servían para resaltar las viñetas y otras tantas páginas originales de estos magníficos trabajos, mostrando su gran capacidad narrativa. Una exposición que convenía visitar junto a la que se encontraba en la Fnac El Triangle (y lo estará hasta el 10 de junio), "La ruta de Joyce", el making of de Dublinés, que recogía el proceso previo a la ejecución del proyecto, con originales y bocetos de la documentación recopilada por Zapico en Dublín, Trieste, Zurich y París, ciudades en las que transcurre la acción.




Un gato negro resaltaba sobre las paredes amarillo ocre sobre las que se disponían los trabajos de los “gatos negros” -Guillermo Capacés, José Antonio Ávila, Sergio Monguiló, Ignacio Nicolás e Irati Fernández- y sus colaboradores que hicieron posible que Gato Negro obtuviera el Premio al Mejor Fanzine en la pasada edición del Saló, trabajos que se recogen en el número 4 “Luz de gas”, un monográfico dedicado en esta ocasión al terror y a la engañosa percepción de la realidad, con relatos sobre los temores humanos inspirados en autores como Chuck Palaniuk, Stephen King, Clive Barker, Edgar Allan Poe, Gustavo Adolfo Becquer, H. P. Lovecraft, H.G. Wells y Ambrose Bierce, ambientados algunos de ellos, como el de Carlos Bribián, en la época victoriana.



La de los "Héroes del cómic europeo" era una exposición interesante que, sin embargo, resultaba larga y caótica, teniendo en cuenta que había sido ubicada en el peor sitio posible dentro del Saló (junto a la zona de vídeojuegos) y daba la apariencia de haber sido montada con cierta precipitación, dados los errores y duplicidades que podían observarse en algunas de las cartelas informativas. A pesar de todo, una buena iniciativa para mostrar personajes carismáticos que han dado de sí Italia, Bélgica, España, Francia y Gran Bretaña, por este orden, y que tenían la particularidad de que sus historias habían sido publicadas en nuestro país. Se incluía una página original de uno de los álbumes protagonizados por cada uno de ellos y cartelas informativas sobre la primera publicación, su primera aparición en España, su creador o creadores, así como el autor o autores que escribieron sus guiones o los dibujaron.



Empezando por el aventurero por antonomasia- y uno de nuestros favoritos de siempre-, Corto Martés, continuando por el incombustible Max Fridman y otros imprescindibles de los fumetti italianos por obra y gracia de Bonelli -a los que tenemos la suerte de continuar enganchados-, del werstern más longevo protagonizado por Tex a los detectives especializados en fenónemos paranormales Dylan Dog y Martin Mystère -alguno de cuyos autores Angelo Stano, Alfredo Castelli, Giancarlo Alessandrini y Luisa Zancarella se encontraban en el Saló y provocaron largas colas en el stand de Aleta Ediciones en las que participamos, evidentemente-, pasando por el cyborg Ranxerox o la exuberante Valentina.



Difícil tuvo que ser elegir de entre tantos héroes que el país belga ha dado al mundo del tebeo: desde reporteros como Tintín de Hergé, Spirou y Fantasio de Franquin, Blake y Mortimer de Jacobs, Lucky Luke a lomos de un flamante Jolly Jumper de Morris y Goscinny -entre otros guionistas-, Thorgal de Rosiski, Comanche de Hermann y Greg, Eric Castel, el futbolista dibujado por Raymond Reding, Alix, creado por Jacques Martin, el detective Gil Pupila de Tilleux o Largo Winch, de Jean Van Hamme y Franc.



En el espacio destinado a España se hacía un recorrido por la historia del cómic en nuestro país, recogiendo héroes clásicos desde los años 40 y 50 hasta la actualidad, como el joven Cuto, de Jesús Blasco; El Cachorro, de Iranzo; el carismático Capitán Trueno acompañado de sus inseparables Goliath y Crispín y su enamorada Sigrid, la reina de Thule, los personajes de Víctor Mora y Ambrós que han vuelto a la lucha en nuestros días de la mano de Ricard Ferrándiz y Joan Boix y gracias a la película que lo llevará a la gran pantalla; los inseparables agentes secretos Mortadelo y Filemón de Ibáñez; El inspector Dan, dibujado por Eugenio Giner con guiones de Rafael González Martínez, Francisco González Ledesma y Victor Mora, que también sería el guionista de Dani Futuro, de Carlos Giménez, y de Sunday, de Víctor de la Fuente; la caricatura de un superhéroe, Súper López, de Jan; los entrañables personajes marginales de El Jueves como Makoki de Mediavilla y Gallardo y Makinavaja de Ivá; Roco Vargas de Torres; el reportero Frank Cappa de Manfred Sommer o Dieter Lumpen, el personaje creado por Zentner y Pellejero, a quien pudimos ver en la exposición conmemorativa del dibujante y en los carteles anunciadores del Saló, sin dejar de lado a dos famosos animales antropomórficos de cualidades extraordinarias, Blacksad de Díaz Canales y Guarnido, y Orn, “el gos d'atura” de Quim Bou.



También Francia ha dado gran cantidad de héroes de todos los géneros: negro y policíaco, ciencia ficción, fantasía heroica, literatura fantástica, wester, piratas... Un repaso a los clásicos que, no por menos conocidos, siguen siendo igual de leídos y recordados por lectores de todas las edades: desde los clásicos Asterix y Obélix, de Uderzo y Goscinny; al visir Iznogud, obra de Tabary y, de este mismo guionista, el Teniente Blueberry de Jean-Michel Charlier y Jean Giraud (entre otros autores); Néstor Burma y Adéle Blanc-Sec de Tardi -mis preferidos-; El Incal de Jodorowski y Moebius; Felina, de Víctor Mora y Annie Goetzinger; Valerian de Christin y Mézières; una parodia de detective, Jack Palmer, de René Pétillon, e incluso un representante de la nouvelle BD, como Isaac el Pirata, de Christophe Blain.



Más breve fue la parte correspondiente a Inglaterra, muchos de cuyos héroes nacieron a partir de las tiras de prensa, pasaron por el comic-book y acabaron siendo adaptados al cine, como James Bond, el protagonista de las novelas de Ian Fleming, o V de Vendetta de Alan Moore y David Lloyd. Otros personajes que traspasaron las fronteras del mercado inglés fueron Modesty Blaise, creada por Peter O'Donnell y Jim Holdawa; Juez Dredd, de John Wagner y Carlos Ezquerra -alias L John Silver-, presente con Garth Ennis en el Saló, en una mesa redonda el sábado por la tarde y en las sesiones de firmas de Solo un peregrino en el stand de Norma Editorial-; Kane, de Paul Grist; Zarpa de acero o Kelly, Ojo Mágico, con guiones de Tom Tully y dibujos de Jesús Blasco y Francisco Solano López, respectivamente. Muchos de sus artífices, como ocurría en Italia, fueron autores españoles, los ya citados Jesús Blasco y Carlos Ezquerra y Josep Gual, Enrique Badía Romero o Ramón Escolano.



Si algo diferenciaba este año al Saló era el espacio. No es que se echara de menos las aglomeraciones de gente de otros, pero sí se observaba la falta de expositores de otros años y un mayor reparto de los visitantes en el recinto. De todas formas, la exposición que pudo disfrutar de la ubicación más diáfana fue sin duda la que conmemoraba el 30 aniversario del 23F y la repercusión de la noticia en la prensa escrita de la época.



Quizás fue por los paneles blancos con aquellas primeras páginas de los periódicos -El País, La Vanguardia, ABC, Avui, El periódico, El correo catalán o El noticiero universal- que la mañana del 24 se hicieron eco de la noticia, o por la forma en que estaban distribuidos los expositores con los originales de los números especiales que las revistas de humor gráfico El Jueves y El Víbora sacaron para la ocasión, junto con los bocetos de Bartolomé Seguí, Keko y Víctor “Coyote” Aparicio y los originales utilizados en el Magazine Especial El 23-F como nunca se lo han contado, que el periódico El Mundo sacó en su edición del día domingo 20 de febrero pasado para conmemorar el aniversario del intento de golpe de estado, convirtiendo en historieta los hechos acaecidos antes, durante y después de aquellas horas que tuvieron en vilo al país y transformando en personajes de tebeo a los que fueron sus protagonistas. Una edición que se puso a disposición de los asistentes al saló y que, con el guión y la coordinación de Felipe Hernández Cava -con alusiones a los libros de Javier Cercas, Anatomía de un instante, y de Jesús Palacios, 23-F, el rey y su secreto-, contó con la inestimable participación del colectivo El Cubri y de los dibujantes Bartolomé Seguí, Keko, Pedro Arjona, Alfredo, Víctor “Coyote” Aparicio y Raúl Arias.




Aunque muchos de los visitantes del Saló no habían nacido todavía cuando Tejero entró en el Congreso de los Diputados, seguro que más de uno de los que sí lo habíamos hecho volvimos a hacernos la misma pregunta recurrente de qué estaba yo haciendo aquel 23 de febrero de 1981. De ello dieron buena cuenta en la mesa redonda "23-F. A golpe de viñetas" que, moderada por Carles Santamaria, ofrecieron el sábado por la tarde tres testigos de excepción, Gallardo, que entonces trabajaba en la revista El Víbora, Kim que lo hacía en El Jueves, y Seguí, que en aquella época estaba haciendo la mili, pero que participaba como artífice de parte del suplemento de El Mundo. A los asistentes se nos recordó como anécdota, la existencia de una tarjeta firmada por el teniente coronel Tejero dedicada a Kim, como respuesta a una petición, nada menos, que de su personaje Martínez el Facha.



Otras exposiciones menores en envergadura, pero no por ello menos interesantes fueron las de "TBO 4 Japan", una iniciativa solidaria destinada a recaudar fondos para los afectados por los terremotos y el tsunami que recientemente han asolado Japón. Coordinada por Carlos Llanos, numerosos ilustradores y autores de cómic han contribuido ofreciendo sus trabajos para que sean subastado en Ebay, siendo los de la muestra -entre los que encontramos a Aitor L. Eraña, Jaime Posadas, Kenny Ruiz, Juan José RyP, Víctor Santos, Carla Berrocal, Ken Niimura, Noiry, Belén Ortega, Emma Rios, Meri Gil, Pero Pérez, Toshiaki Uchida o Dani Cruz- algunos de los que ya han sido vendidos.




En el otro extremo del pabellón, junto a los fanzines, se encontraban "De perdidos al Rillo", un homenaje al dibujante y caricaturista Javi Rillo, fallecido el pasado mes de septiembre y "Diez años dibujando el periodismo", que ofrecía una selección de las últimas páginas de la revista Capçalera, una publicación editada por el Col.legi de Periodistes de Catalunya que desde el año 2000 ha ido encargando a más de 50 dibujantes que ilustraran su peculiar visión del periodismo, destacando las presentadas por Forges, Romeu, Paco Roca, Monteys, Altuna o Fer.





Para terminar, qué mejor que hacerlo con la exposición de los trabajos de jóvenes promesas del cómic, ganadores y seleccionados de los premios convocados el pasado año: los Premios Injuve para la Creación Joven 2010 en la modalidad de Cómic e Ilustración convocados por el Instituto de la Juventud, con un primer premio compartido para dos “veteranos” del mundo del noveno arte, Brais Rodríguez y Mireia Pérez -ganadora igualmente del IV Premio de novela gráfica Fnac-Sins Entido-, y el I Premio Internacional Ciutat de Badalona-Caixa Laietana de tires de còmic otorgado a José Fonollosa por “Dora Dorm”. También tuvieron su pequeña exposición otros premios, como el de los Blasillos, otorgado a los alumnos del Instituto de Secundaria María Zambrano de Leganés, y la II Beca Carnet Jove 2010 Conecta't al Còmic, concedida a la tira cómica de Wahab Zeghlache Bayot por “Les increïbles aventures de l'home-nen”, resultando finalistas los trabajos de Joan Puig, Cristina Bueno, Alex Redondo y Raquel Córcoles, autora junto a Marta Rabadán de Soy de Pueblo, obra ganadora de la Beca Carnet Jove 2010 Connecta't al còmic, publicada por Ediciones Glénat en castellano y catalán, que también tuvo sus correspondientes colas en las sesiones de firmas en el stand.





Hablaros sobre la exposición "Zombis, ni muertos ni enterrados" queda para otro momento, ya que merece un post para ella sola...

3 comentarios:

EduXavi dijo...

Como ya comenté en su momento, la exposición que más me gustó, sin desmerecer el resto, fue la de Rubén Pellejero, por el contenido y el continente de la misma (aunque, eso sí, faltaba un espacio dedicado a su última obra recientemente publicada aquí, "Un verano insolente").
De las demás, destacar la de Zombis por sus magníficos originales que se podían contemplar así como por su tamaño -al igual que la del 23F- y la de Héroes del Cómic Europeo, por ser curiosa e inesperada, aunque se notaba que en ciertos aspectos habían corrido demasiado al montarla y contenía algunos fallos de colocación y de referencias. También por sus magníficos originales, tanto la de Tarzán como la de los Gatos, como la de Zapico o la de Altarriba & Kim. Y, para finalizar, la magnífica iniciativa de TBO 4 Japan para recaudar fondos gracias a los originales que algunos profesionales de nuestro país realizaron ex profeso y desinteresadamente para esta causa.

Jolan dijo...

Excelente crónica. Las exposiciones se ven mucho mejor desarrolladas que las que tenemos en el salón de Madrid, dónde va a parar...

Susana dijo...

Edu Xavi:
Coincido contigo, como viene siendo habitual. También mi favorita fue la del Gran Premio del Saló y, con sus más y sus menos, la de Héroes del Cómic Europeo. Fue como un repaso a los tebeos que llevan toda la vida con nosotros.

Jolan:
Bueno, el espacio destinado a las exposiciones es fundamental y en Madrid ese espacio era más bien breve y poco accesible, hasta el año pasado en que la sede de Expocómic cambio de ubicación, y eso se notó, para mejor desde luego, con un espacio/sala destinado exclusivamente para la mayoría de las exposiciones que se podían ver.