miércoles, junio 11, 2014

CRÓNICA: 32è SALÓ DEL CÒMIC DE BARCELONA (II): Las Exposiciones (I)

Una ya sabe que los cambios se hacen para mejorar, pero en ocasiones cuesta asumirlos, aunque hacerlo sólo nos cueste un día. Ocurrió el jueves 15 de mayo cuando, después de dejar atrás el Palacio número 8 y cruzar la plaza Univers, accedimos a un Saló casi irreconocible. Había tanto espacio libre por todas partes en aquel recinto casi vacío y desangelado, que parecía como si el Saló, el nuestro, el de siempre, hubiera dejado de existir al situarlo en otro lugar.

Esgrimiendo razones de seguridad por la cuestión del aforo, la organización se había propuesto evitar las habituales aglomeraciones multiplicando su capacidad, lo que te llevaba a recorrer “kilómetros y kilómetros” para ir de un lado a otro. Claro que yo sólo estuve el jueves y parte del viernes y no pude comprobar los frutos de la mejora el sábado, con final de liga de fútbol incluida, que en un primer momento hacía pensar en una reducción del número de familias que suelen visitar el Saló ese día.

Más espacio significó también más espacio para las doce exposiciones distribuidas en diferentes zonas del Palacio 2, quedando el Palacio 1 dedicado casi exclusivamente a la dedicada a "Cómics en Guerra".


Empezaremos por las ubicadas en el Palacio 2 que, como ya viene siendo habitual en los últimos años, nos recibía por una inmersión profunda en el mundo de dos Superhéroes, uno de DC Comics y otro de Marvel Comics, que celebraban su cumpleaños. Por una parte, un rejuvenecido Batman de 75 años, que ha ido a mejor con el paso de los años, y un portentoso Lobezno que acaba de cumplir los 40 sin que se vea afectado por la crisis que se presupone en los humanos a partir de esa edad.


El efecto llamada del logotipo del murciélago en amarillo en lugar del negro habitual distinguía sin lugar a dudas una exposición pródiga en originales y merchandising protagonizada por uno de los personajes más emblemáticos de DC Comics. A nuestro parecer, aquel mayo de 1939, cuando el personaje creado por Bob Kane y Bill Finger apareciera por primera vez en una historieta del nº 27 de la revista Detective Comics, ya no quedaba tan lejano, después de recorrer, a través de los trabajos de los dibujantes que han contribuido a hacer de él el Señor Oscuro con mayúsculas que hoy todos conocemos, la trayectoria y transformación progresiva de Bruce Wyne a lo largo de los años, junto con Robin, su compañero desde 1940 -aunque no el único que tuvo Batman-; sus aliados -el comisario Gordon, Alfred, el mayordomo, Lucius Fox, Batgirl, o Batwoman-; su ciudad, Gotham City, a la que debe asegurar la paz con extraordinarias habilidades que suplen sobremanera su falta de superpoderes, y, sobre todo, sus inherentes y perturbados villanos: Joker, Catwoman, Espantapájaros, el Pingüino, Dos Caras, el Acertijo, Hiedra Venenosa, el inmortal Ra's Al Ghul o Bane, a cual más peligroso.


Un personaje, no sólo de tebeo, sin también protagonista de series para la gran pantalla y la televisión y de películas ya emblemáticas dirigidas por Tim Burton, Joel Schumacher y Christopher Nolan, que se ha visto sometido a los cambios de estilo más diversos sin que haya perdido en el proceso un ápice su identidad. Aunque hay un antes y un después de Frank Miller, que convertiría a Batman en el Caballero Oscuro, a los cambios que ha vivido el personaje han contribuido en diferentes etapas tanto guionistas como dibujantes de la altura de Matt Wagner, Ken Steacy, Mike Zeck, Kevin Maguire, Mike Deodato, Alex Ross, Mire Parobeck, Bill Sienkiewicz, Neal Adams, Norm Breyfogle, Brian Bolland, Gene Colan, Jim Starlin, P. Graig Russell o Michael Lark, cuyas portadas e ilustraciones formaban parte de la exposición, como también las páginas originales de precursores como Julio Ribera -que ilustró los cuadernillos apaisados de Robin y el Murciélago para Publicaciones Ibero-americanas, una editorial que comenzaría plagiando las viñetas de las tiras de prensa de Batman- y de José Luis García López, junto a un destacado elenco de dibujantes españoles -Daniel Torres, Jesús Saiz, Diego Olmos, Miguel Ángel Sepúlveda, Pere Pérez, Sergio Sandoval, Bruno Redondo, Marcos Martín, Julián López, Iban Coello, Ramón F. Bachs, David López, Rafa Garrés o Rubén Pellejero, con Batman Black and White nº 4, desembarcados muchos de ellos en el mercado americano desde hace años y que ya han entrado a formar parte de la larga historia de Batman, plasmando las historias de guionistas como Steven T. Seagle, James Robinson, Ricardo Sánchez, J. Michael Straczynski, Joshua Williamson, Tony S. Daniel, Bryan Q. Miller, Mark Waid o David Macho. Y es que 75 años dan para mucho y más.


En paralelo, y en contraste con el negro de la batcueva, paneles claros llenos de bocetos en lápiz azul servían de apoyo a los originales que conformaban "Lobezno. La madurez del Superhéroe", con una imagen de su primera aparición en escena, en octubre de 1974, en la última página del nº 180 de El increíble Hulk, de la mano del guionista Len Wein y del dibujante Herb Trimpe. Con cuarenta años a sus espaldas, queda evidente que a Logan le cuesta envejecer. Su condición de mutante, con el esqueleto recubierto de adamantium, garras retráctiles y sentidos aguzados al máximo, lleva asociado el práctico poder de regenerar sus tejidos y curar sus heridas, o sea que el paso tiempo puede que haga mella en su espíritu, pero no en su cuerpo, de ahí que pronto dejara de ser un mutante más de La Patrulla X, X-Force, Los Vengadores o Los Nuevos 4 Fantásticos para adquirir en solitario el protagonismo de historias, propias del anti-héroe cínico y alérgico a las normas que es.



Sería en 1988 cuando Marvel publicaría el primer número de Wolverine, con guión de Chris Claremont y los lápices de John Buscema, publicándose en la actualidad la 2ª etapa de la tercera serie, iniciada en mayo de 2013. Si guionistas y dibujates como Frank Miller, Bary Windson-Smith, Andy Kubert, Richard Isanove, Bill Jemas, Paul Jenkins, Peter David, Archie Goodwin, Mark Miller, Humberto Ramos, Jim Lee, Adam Kubert, John Romita Jr., o como Tim Sale y Jeph Loeb, Howard Chaykin, John Cassaday, Stuart Immonem y Brian Michael Bendis, David A. Williams o John Byrne -autores admirados de los que pudimos disfrutar de una pequeña muestra de sus trabajos- contribuyeron a hacer de Lobezno el personaje más icónico del universo mutante”, contándonos sus historias y descubriéndonos sus orígenes, también han dejado su grano de arena, curtidos con su paso por diversas colecciones de comics books norteamericanos, los dibujantes españoles Paco Díaz, Juan Román Cano Santacruz, David Baldeón y Rafa Sandoval, junto a Jordi Tarragona, su entintador habitual, Daniel Acuña, Salvador Espín, Francis Portela o Pepe Larraz, cuyas páginas y portadas, ilustraciones y litografías, reproducciones y originales, a lápiz, tinta china y técnica mixta, se mostraban en la exposición, dibujantes que, como en el caso de Miguel Ángel Sepúlveda, David López o Rafa Garrés hacían doblete en ambas exposiciones. También esta vez, al igual que ya vimos con la de Batman, la variada mercadotecnia hizo las delicias de los visitantes.


Al fondo, frente a la carpa de autores, se disponía el panel de la exhibición "Ediciones Babylon: Cinco sentidos", originales y reproducciones de ilustradores de esta editorial tan espectaculares como Marta Nael, Dani Alarcón, Jorge Monreal o Cris Ferrer destinados a su exposición y venta. No estuve para ver cómo quedó el panel el último día, pero podéis imaginarlo casi vacío.


Siguiendo hacia el extremo izquierdo del Palacio 2, visitamos la pequeña y arrinconada exposición dedicada a Adobo, ganador del Premio al Mejor Fanzine en el Saló del año 2013, con su humor irreverente, “honesto y sin trabas”. El premio que obtuvo el “gran número final” marcó el punto final de su andadura, después de 5 años de trabajo y de pasearse con éxito a diestro y siniestro por todos los salones habidos y por haber. La exposición era, pues, un recorrido por esos 10 números que dio de sí su historia.


En los paneles que delimitaban el pequeño espacio que le fue destinado, aparecían las portadas de los candidatos a obtener los premios del Saló de este año, que a estas alturas seguro que ya sabéis que han sido: Los surcos del azar, de Paco Roca (Mejor Obra de Autor Español); Clara Soriano, con Colmado Sánchez (Autor Revelación); El libro de los insectos humanos, de Osamu Tezuka (Mejor Obra de Autor Extranjero) y Arròs negre (Mejor Fanzine), un anticipo de lo que nos esperaba en la parte del Palacio 2 que facilitaba el acceso al Palacio 1: las exposiciones de los ganadores del 2013 del Gran Premio del Saló (Purita Campos), Mejor Obra Nacional (Ardalén, de Miguelanxo Prado) y el Premio Autor Revelación, Oriol Hernández, "Retrato de la Mafia". Todos ellos compartieron espacio con las presentaciones, mesas redondas y demás actividades que se desarrollaron en el salón de actos 2 y con otra exposición francamente divertida: "Por el Derecho a sonreir".


Con sus reconocibles coletas, un exultante primer plano de Esther en sus años mozos era la protagonista que acaparaba la atención en la retrospectiva dedicada a la trayectoria profesional de Purita Campos desde que inició su andadura en el campo de la ilustración como figurinista y diseñadora de moda para revistas francesas hasta su consagración dibujando las historietas de corte romántico que le darían el éxito y el reconocimiento nacional e internacional. Sería en los años 60 cuando se decantaría por este tipo de historietas que publicaría en las revistas -Sissi, Celia, As de Corazones, Can Can o Blanca- de la Editorial Bruguera. Su experiencia en este campo le abriría en 1961 el mercado británico. De hecho, su personaje más famoso nacería en Londres en 1971, para la serie Patty's Word de la revista inglesa Princess Tina, con guión de Philip Douglas. Como Esther y su mundo llegaría a España en 1974 de la mano de la Editorial Bruguera y pronto los entresijos de la vida de esta joven encontraría un gran número de seguidores, que continuarían recordándola años después cuando la Editorial Glénat reeditó sus historietas, recopiladas a partir de 1977 en la serie Azul de la colección Joyas Literarias Juveniles. La autora retomaría las riendas del personaje con Las nuevas aventuras de Esther, para Glénat, en esta ocasión con guión de Carlos Portela, para gran regocijo de sus numerosas fans.


Pero Esther no sería el único personaje creado por Purita Campos, y de ello dan muestra las páginas protagonizadas por Tina, con guiones de Andries Brandt y Marjolein Winkiel, para la revista homónima holandesa, que dibujaría entre 1975 y 2007, y Dulce Carolina, con historias de Francisco Ortega. Ambas series se publicarían en España a finales de los 70 y principios de los 80. Sin embargo, mi favorita fue siempre Gina. Yo era de las que se compraba la revista que llevaba su nombre para seguir sus peripecias, tan distintas a las de Esther o las de Tina, y disfrutar de las historias de un tal Frank Elliot, que no era sino Francisco Ortega.


Ardalén, de Miguelanxo Prado (flamante ganador, además, del Premio Nacional del Cómic 2013), y La piel del oso, de Oriol Hernández, permitían a los asombrados lectores disfrutar de parte del proceso creativo de ambas obras por parte de sus autores.


La piel del oso aparecía dividida en dos con una imagen central de la portada en la que un impresionante don Pomodoro nos apuntaba con su pistola. Habíamos iniciado nuestra incursión en el sórdido mundo de la mafia descrito en esta magnífica y más que premiada historia contada por Zidrou y dibujada por Oriol, accediendo, junto a Teofilio, cubierto por la piel de su oso, W.C. y el mismo don Pomodoro, a la casa que éste compartía con la “vedova” y con su nieta “Mietta”, la joven que leía a Steinbeck. Un acrílico que era algo más que la reproducción de una viñeta. A partir de ahí se nos mostrarían varias ilustraciones -inspiradas algunas de ellas en las viñetas del cómic- y bocetos a lápiz junto a las reproducciones a color de las páginas de la versión definitiva en las que éstas aparecen.


Ardalén había empezado con dos magníficos acrílicos sobre tela que me hubiese llevado a casa sin dudar, Lección de piano y El paso de las ballenas, dos momentos claves del relato de Prado; continuaba con la planificación de las páginas, en lápiz azul y grafito, cuatro páginas por cada DIN-A4; seguía con bocetos, a lápiz y de algunos de los personajes que aparecen en la historia (Fidel y su tía, el hada Xana, una pareja en el burdel); un grabado de ballenas Rorcuales; un boceto del plano de la aldea en la que transcurre la acción; la portada de la primera edición española y la portada de la edición francesa, la misma que la de las españolas a partir de la segunda; y doce páginas originales en acrílico y lápiz de color sobre papel tintado. Un lujo de exposición que, al igual que ocurrió con La piel del oso, se nos hizo demasiado corta.


Y es que, a veces, pero sobre todo en ocasiones como éstas, se echan de menos las visitas guiadas o las charlas de los autores explicándonos cómo ha conseguido crear la obra de arte que tenemos delante. Esto viene al caso después de asistir, una semana después del Saló, el 25 de mayo, durante las III Jornadas de Cómic de Valencia, al "Encuentro con Miguelanxo Prado" que tuvo lugar en la Fnac San Agustín. Ni que decir tiene que cuando Prado habla -imaginad cuando dibuja-, el silencio es absoluto, como si cada una de sus palabras estuviera llena de magia, tanto como lo están sus dibujos. Nos contó sobre Ardalén, sobre como empezó todo con un poema sobre un hombre que vivía en las montañas y tenía “recuerdos salados”. Un poema que escribió hace mucho tiempo y que acabó perdido, para volver a encontrar un día y sobre el que fue construyendo la preciosa historia que vería la luz muchos años después. Nos habló entonces de pelusas, de sus libretas Miquel Rius, del tiempo invertido en construir cada uno de los elementos que aparecen en la novela gráfica, desde la definición del viento ábrego que “según creencias populares se origina en las costas americanas, atraviesa el Océano Atlántico y llega al suroeste de Europa”, a la portada del Atlas Universal, pasando por el pasaje del barco, el dinero que enviaba Francisco a su mujer y sus hijas, la ilustración de las cerezas, los artículos, el plano de la aldea -que no desmerece en nada aunque se compare con el de Magasin Général de Loisel y Tripp-, las estanterías de tres y cuatro baldas y los objetos que cambiaban de ubicación, e incluso el viento, que contra todo pronóstico, le confirmaron que existía, o el por qué de dos portadas o el señalizador para abrir el libro por la página señalada, imprescindible en la lectura lenta y reposada que esta maravillosa historia merece.



En contraste con lo que vimos, también en este espacio nos aguardaba una sorpresa, escondida tras las cortinas de cabinas como las que se utilizan en los colegios electorales. Con el título “Por el Derecho a sonreir” se mostraba el trabajo de los humoristas gráficos reflejando diariamente la actualidad política y social que llena las páginas de los periódicos y las revistas de humor. La independencia de Cataluña y el nacionalismo son los temas recurrentes en las viñetas, tiras e historietas expuestas. Llenos de sátira e ironía, pero sobre todo de humor, los trabajos de Asisko para Argia, Cain (Felipe Hernández Cava y Federico del Barrio) y Sañudo (Rafa Sañudo) para La Razón, Kiko da Silva, José Luis Martín, Guillermo (Guillermo Torres) y Alberto Monteys para El Jueves, Enrique (Enrique Pérez) para el diario Información de Alicante, Pepe Farruqo (José López) para Ara y eleconomista.es, Fer (José Antonio Fernández) y L'Avi (Lluís Recasens) para El Punt/Avui, Ferreres (Miquel Ferreres) para El Periódico de Catalunya, Harca (Juli Sanchis) para Saó, Idígoras y Pachi (Ángel y Francisco Javier Rodríguez) y Ricardo (Ricardo Antonino Martínez) para El Mundo, Juan Carlos (Juan Carlos Contreras) para El Batracio Amarillo, Kap (Jaume Capdevila) y Toni Batllori para La Vanguardia, Alfonso López para público.es, Manel Fontdevilla para eldiario.es, Oroz (César Oroz) para el Diario de Navarra, José Orcajo para la revista El Climaco, Puebla (José Manuel Puebla) para ABC, Pinto y Chinto (David Pintor y Carlos López) para La Voz de Galicia, Peridis (José M.ª Pérez) para El País, Pep Roig para Última Hora y Jesús Zulet para el Correo de Bilbao y el Diario Vasco de San Sebastián nos mostraron la actualidad desde su punto de vista y fueron capaces, en efecto, de arrancarnos más de una sonrisa.

 

Teníamos que volver atrás y atravesar todo el módulo para llegar a "Viñetas autobiográficas", una interesante exposición para los que, sin pensárnoslo mucho, nos hemos sumado a esta tendencia al alza cuya aceptación entre el público hay que celebrar. Entre los originales expuestos, una amplia muestra de obras de autores que, con su narrativa gráfica característica y su peculiar manera de contar historias, nos hicieron mirar los cómics con otros ojos. Autores a los que descubrí allí mismo -una se reconoce ignorante, pero con una gran capacidad para asombrarse ante trabajos que hasta entonces le eran desconocidos y que reconoce magníficos-, como Enric Sió, el primer historietista catalán que en los años 80 ya se retrató en las viñetas de Minins o 40 en 80; Luis García con Chicharras; Ramón Boldú con Programme Life y su propuesta de cómo sería su vida ideal tras la jubilación; Miguel Fuster con Miguel 15 años en la calle; Óscar Sarramía con Y de repente Papá, o Bié con Taxi Driver.


Autores que, como Ángel de la Calle, consiguieron que renaciera en mí el interés por los tebeos gracias a Moddotti, una mujer del siglo XX, o autores a los que conocía en otra faceta, como Joan Mundet, que con el seudónimo de Joan Fornells había sido el autor de Gari Folch, un retrato sobre “las dificultades de un joven autor de cómics ansioso por publicar su obra en la España de principios de los años 80”. Un tema de rabiosa actualidad, vamos.


Allí estaban también obras que continúan causándome tanto desasosiego como la primera vez que las tuve en mis manos -como las historias de Barrio (“El señor cura”, “La estraperlista” y “La bofetada” de Carlos Giménez o El arte de volar de Kim y Antonio Altarriba-, o la misma grata sorpresa, como con Entretelas de Rubén y Carlos del Rincón, María y yo de Miguel Gallardo o Historias del Barrio, con uno de mis autores favoritios, Bartolomé Seguí, encargado de dibujar la historia de Gabi Beltrán. En la exposición -al igual que ocurriría en la de "Mar de Fons"-, los originales a lápiz y las reproducciones de las páginas que se mostraban eran del esperado segundo volumen que, desgraciadamente, aún no ha salido a la venta.



En los cómics autobiográficos los autores convierten sus vivencias personales en pequeñas historias cuyas anécdotas y conflictos nos atrapan sin remedio, nos hablan de sus vidas en el transcurso de diferentes etapas -infancia, adolescencia, juventud...-, de sus relaciones más o menos complejas consigo mismos, con los padres, los hijos..., de sus experiencias más o menos traumáticas o más o menos divertidas, de la superación de trances tan duros como la enfermedad o la adicción... Al mostrarse a sí mismos en una situación o en un contexto histórico y social que no es desconocido para el lector, es mucho más fácil que éste llegue a identificarse e incluso a reconocerse en el personaje en el que acaba convertido el propio autor, haciéndole partícipe de la historia. Y como ejemplo de todo ello: Nacho Casanova con su trilogía Autobiografía no autorizada, Una posibilidad entre mil y La máquina de Efrén de Miguel A. Giner y Cristina Durán, Los Juncos de Sandra Uve, Sonrisas de Bombay de Susanna Martín y Jaume Sanllorente o Soy de pueblo, de Raquel Córcoles y Marta Rabadán.


También hubo autores a los que echamos de menos, como a Jaime Martín. Dada la temática de la exposición, cabía esperar encontrarlo allí y no en la de "Cómics en guerra". Y es que, aunque eran todos los que estaban, pero no estaban todos los que eran, como suele ocurrir.

Había que centrarse y volver atrás para emprender sin equivocarse el camino correcto y llegar hasta llegar a la zona que recogía, junto al Taller de Cómic, una de las muestras más interesantes que nos deparaba el Saló de este año: "Mar de Fons". Junto a ella, una cargada de nostalgia, la dedicada a los "75 años de Popeye el Marino" y, una más, la del "Concurso de Cómics “Ciutat de Cornellà”", que ya va por su vigésimo novena edición y que ha conseguido sorprendernos un año más por la calidad y variedad de los trabajos premiados. En esta ocasión el Premio del Concurso recayó en Cristina Bueno con una histora entrañable “La millor recepta de l'àvia”, Marc Pérez fue el ganador del Premio a la Mejor Historieta de Humor con “Programa d'intercanvi de rodamons”, Ernesto Gómez, al Mejor Guión por “La tombarella escocesa”, Óscar Martínez a la Mejor Historieta en Catalán (“Repercussions”), Silvia Puig se llevó el Premio de Animación y Cómic con “Mon amour”, Jonás Aguilar el de Mejor Tira Política, siendo Laura García la Mejor Autora Local (“Les aventures de Perth i Bel”) y Carla Espuis la Mejor Autora Junior (“Colaborando juntos, podemos”) . Podéis ver todas estas obras en www.cornella.cat/files/contenidos/Joventut/comics/2013/COMICS2013_mesbaixa.pdf. Vale la pena.


También valió la pena recrearnos en "Mar de fons", la muestra de los trabajos de un colectivo de autores de las Islas Baleares -Joan Escandell, Tatúm, Pere Joan, Max, Rafel Vaquer, Bartolomé Seguï, Gabi Beltrán y Linhart-, muchos de los cuales comenzaron su andadura con el boom en el mundo del cómic de los años 70 y 80, con publicaciones periódicas dirigidas al público adulto que en aquella época inundaban quioscos y librerías especializadas: Totem, 1984, Cimoc, Cairo, Metal Hurlant, Creepy, El Víbora, El Jueves... y cuya vida, a excepción de esta última, comenzaría a apagarse en los 90, dando paso al formato álbum. Hasta que hicieron su aparición la novela gráfica y el cómic de autor, campo en el que los dibujantes de las Baleares tienen mucho que decir.


Dibujantes que se dedicaron a la ilustración para el mundo editorial, los libros de texto, la prensa, los suplementos infantiles, la publicidad y el diseño gráfico y compartieron proyectos comunes en publicaciones como Nosotros Somos los Muertos (NSLM) que en 1995 crearon Max y Pere Joan, o Esquitx, que hizo su aparición en el año 2000 de manos de Sonia Delgado y Bartolomé Seguí o en la Historia de las Baleares en cómic para Sa Nostra, con Rafel Vaquer, Alfons López, Bartolomé Seguí, Pau , Álex Fito y Joan Aliu.

 

Sin perder de vista su trayectoria profesional, la muestra hacía hincapié en sus últimos proyectos hechos realidad y los que aún permanecen inéditos, al tiempo que permitía conocer, contadas por ellos mismos, las impresiones de los propios autores sobre ellos. “Oir” su voz hacía más interesante si cabe la exposición: De Escandell, la biografía de Charles Darwin, la Historia ilustrada de Ibiza y Formentera, con guión de Joan Miquel Morey, o la Trilogía de los sueños; de Tatúm, su colaboración en Nueve preguntas, editada por Dibbuks, o su primer álbum después de 40 años dibujando, El funeral de John Mortonson, basado en un relato de Ambrose Bierce; de Pere Joan, Nocilla Experience. La novela gráfica, El aprendizaje de la lentitud, Yes we cap. Trazos para una revolución o 100 pictogramas para un siglo(XX); de Max -cuyas ilustraciones para la sección El Sillón orejero de Babelia perseguimos cada semana-, Vapor, Paseo astral, Marrón y Conversación de sombras en la Villa de los papiros y su serie quincenal en El País semanal ¡Oh, diabólica ficción!; de Rafel Vaquer, la biografia ilustrada de Bartomeu Rosselló-Pòrcel. Les ales trencades, con Pepmi Garau y textos de Antoni M. Planas y Roberto Mosquera; de Bartolomé Seguí, su magnífico trabajo para Hágase el caos y Las manos oscuras del olvido, con guión de Felipe Hernández Cava, su proyecto inédito de un retrato de Mallorca para Treseditores y el esperado segundo volumen de Historias del barrio, dibujando las vivencias de Gabi Beltrán, quien, después de colaborar con varias revistas y dejar por el camino más de un “antiguo proyecto que se quedó en eso: en proyecto”, se ha decantado más favorablemente por dos facetas que domina a la perfección, la de guionista y la de ilustrador para El País Semanal, al igual que Linhart, cuya experiencia publicando en revistas le abrió las puertas de la ilustración, sobre todo infantil, aunque sin relegar demasiado a un segundo plano los proyectos que ha tenido que abandonar por diversas circunstancias, como El Maldestre Samurai, los que permanecen inéditos, como Sunnyside o la historieta “El incidente” para el proyecto Amazing Stories, o los trabajos que aparecen transformados tiempo después, como Bellaflor y Felicio, publicada por Edicions de Ponent en 2013.

 

Me encanta el trabajo de estos profesionales y se debió notar el interés que manifesté por la exposición aquel jueves por la mañana en que invertí gran parte del tiempo leyendo las cartelas con comentarios de cada autor sobre su obra pasada, sus proyectos inmediatos, inéditos o futuros, tomando notas sobre ello y disfrutando de las páginas e historietas que allí se mostraban, porque se me acercó Karen Müller, coordinadora de la exposición, y me dijo que había un catálogo de la misma que podía encontrar en uno de los estands del Saló. Ni que decir tiene que el catálogo se vino conmigo a casa.

 
 

En cada Saló del Cómic hay siempre un momento para reencontrarse con la infancia y, en mi caso, este reencuentro fue posible gracias a "Popeye el marino". Ni sé cuantos años han pasado desde que oí por última vez la música de la cabecera de la serie de dibujos animados que veía en la tele en blanco y negro que teníamos en casa de mis padres en los años 70. Y es que Popeye adquirió fama primero con los cortometrajes de animación para el cine, de Max y Dave Fleischer en los años treinta primero y de la Paramount después, pero, sobre todo, para la televisión, por King Features Syndicate -cuánto me recuerda ese nombre a La Gata Loca- en los sesenta y Hanna-Barbera en los ochenta. Pero la sombra alargada de Popeye va más allá, con un musical protagonizado por Robin Williams y dirigido por Robert Altman, una imagen publicitaria y de merchandising de referencia y una película en 3D para el año 2016.


Claro que la imagen de aquel marino, que tenía un sólo ojo y unos antebrazos muy desarrollados en los que tenía tatuadas sendas anclas, que hablaba de manera peculiar porque llevaba siempre una pipa en la boca, su novia Olivia, su rival Bluto/Bruto, el tragaldabas de Pilón, el bebé Cocoliso, el extraño Eugenio el genio y el sempiterno bote de espinacas que le daba a Popeye una fuerza descomunal -que yo siempre conocí en movimiento-, habían nacido como personajes de cómic para la prensa diaria. Elzie Crisler Segar creó Popeye en 1929 como personaje secundario de la tira Thimble Teatre, pero su éxito fue tan clamoroso que pronto fue el protagonista de su propia serie, trayéndose consigo a personajes de la tira en la que había nacido.


En la exposición vimos originales y reproducciones de todas sus edades -desde su primera aparición hasta la actualidad- y las tiras y páginas de todos los que lo dibujaron a lo largo de su larga vida, desde Segar -del que se exponía también una reproducción de su autorretrato y de una página de Thimble Teatre en cuya parte superior dibujaba la serie Sappo-, Doc Winer, Bela Zaboly -con guión de Tom Sims-, Bud Sagendorf, Bobby London y Hy Eisman, que lleva más de veinte años dibujándolo en las páginas dominicales.

 

Tras visitar la exposición, una pantalla en la que podían visionarse los cortometrajes en blanco negro de nuestro marino favorito ayudaba a devolvernos por un ratito a aquellos años en los que no había preocupaciones, mientras en nuestra cara iba dibujándose una sonrisa de complicidad.


A falta de hablaros de la macro exposición "Cómics en Guerra", acabamos esta primera crónica de las exposiciones esperando que el año próximo el Saló nos ofrezca una variedad de exposiciones tan nutrida e interesante como ha hecho éste.

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