Estamos de nuevo ante una de esas historias que a Víctor Santos le viene como anillo al dedo, de esas historias de género que están repletas hasta los topes de acción desenfrenada y violencia a raudales, que es ofrecida mezclando un popurrí de temáticas que la hacen tan peculiar rompiendo ciertos cánones clásicos… y aunque el guión no sea en esta ocasión de Santos, Miles Gunter demuestra que es el alma gemela del valenciano formando un dueto muy bien compenetrado e interesante.
Zombee, otra obra de Santos editada nuevamente en nuestro país, dentro de la línea Siurell, por Dolmen Editorial, no es la primera colaboración de este tándem. Ya hace algún tiempo, y también dentro de la línea Siurell, se publicó en nuestro país Demon Cleaner, una historia en esta ocasión enmarcada dentro del género fantástico y de terror, de un grupo especializado en la captura y “limpieza” de demonios de otras realidades que se adentran en nuestro mundo. Lo curioso de esta obra es que es posterior a Zombee, por lo que siendo la segunda colaboración de ambos autores, en nuestro país se publico primero (la razón es que, mientras Zombee fue publicada por Image, Demon Cleaner fue editada directamente por Dolmen, por lo que no había que negociar por los derechos de publicación).
Si Demon Cleaner era un cómic book a color, con Zombee nos encontramos con una obra en B/N (aunque en un principio fue pensada en color), algo no muy corriente en el mercado americano en cuanto a cómics mainstream se refiere, pero que dentro del sello Image ya se presentaba un interesante precedente, dando la casualidad de que una de las series más exitosas de esta editorial es en B/N y, además, siendo de temática zombie: Los muertos vivientes de Robert Kirkman y Charlie Adlard… ¿será que el B/N es ideal desde siempre para afrontar cualquier obra de género de terror y, en esta ocasión, si de zombies en concreto estamos hablando?
La historia en sí es una historia de samuráis, al mismo tiempo que nos enfrentamos a una historia de terror… una historia de zombies enmarcada en el Japón Feudal. Los protagonistas de estas aventuras son: un samurái al servicio de su señor, un ninja bandido y un monje zen. Estos personajes que no tienen nada en común entre ellos y ningún tipo de relación personal, se convertirán por las circunstancias en aliados en lucha contra el mal venido de otro mundo que asola la región convirtiendo a sus habitantes en muertos vivientes, en auténticos zombies al uso. Estos zombies se comportan como tradicionalmente los hemos conocido y concebido: muertos vivientes cuyo único propósito es alimentarse de sus “congéneres” vivos… salvo con un excepción: unos zombies que son capaces de pensar y razonar, que se convertirán por méritos propios y a causa de estas facultades innatas, en los verdaderos enemigos a batir de nuestros héroes. Otra manera de insuflar nueva "vida" a estos seres venidos de ultratumba... una nueva forma de enfoncar un tema tan manido como el de los zombies.
Nos encontramos con una historia entretenida de rápida lectura, con un guión fluido de un guionista habituado a enfrentarse a obras de temática fantástica y de terror en diferentes medios, y añadiendo un toque de humor irónico que se transmite en toda la obra en boca del misterioso ladronzuelo y socarrón ninja integrante del terceto protagonista (frente a la seriedad, por contra, que transmiten el samurái Fumenaga y el monje zen Uzu), y además capaz de afrontar también un género como el de samuráis, teniendo como referencia el haber trabajado en este género en su anterior obra Bastard Samurai (una de samuráis en época actual), coguionizado junto a Michael Avon Oeming y dibujos de Kelsey Shannon (casualmente Víctor Santos sustituye al primero a los lápices en su obra Mice Templar y el segundo es el que lo recomienda a Gunter para ser el dibujante (y su primer trabajo en el mercado estadounidense) de esta obra… o sea unos autores que se conocen muy bien los unos y los otros y que sienten mutua admiración por su trabajo en este mundillo).
Al mismo tiempo ya empezamos a ver y a intuir a un Víctor Santos que ya va dominando el juego de luces y sombras como nadie en sus obras en blanco y negro, aunque aún le falta un paso más en esta constante evolución que ya podemos ver en una obra posterior como es Black Kaiser y donde vemos ya ese dominio de esta técnica de clara influencia milleriana. Y también constante es su evolución a la hora de planificar las páginas, con multitud de recursos saliéndose casi siempre del canón clásico y jugando constantemente con las diferentes perspectivas y las variadas composiciones, que si bien puede sorprender al lector habituado a una composición de página más clásica, sí que es verdad que da mayor ritmo y viveza a la historia, ideal si de un relato de pura acción nos quieren ofrecer sus autores.
Por lo tanto, Dolmen sigue apostando fuerte por este joven autor valenciano (como ya hemos insinuado antes, una parte importante de su obra está publicada bajo el paraguas de esta editorial, por no decir del inminente título a aparecer de Silhouette, donde guioniza los lápices de Jesús Alonso Iglesias, además de la futura y previsible publicación del segundo arco argumental de los Ratones Templarios, esta vez dibujando los guiones de Glass/Oeming, y de un nuevo volumen colectivo de Historias de Faerie), así como continúa su apuesta por la publicación de obras de género de terror de temática zombie (así lo demuestra la publicación de innumerables novelas de este género en un corto periodo de tiempo), a la espera también de la adaptación al cómic de la primera de estas novelas que abrió la veda, el Apocalipsis Z de Manel Loureiro, de la mano de Vicente Vegas.
Un saludo cordial.
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