Ocho años han pasado desde el final
del segundo film y el comienzo del tercero. Ocho años recordando el
asesinato del Fiscal del Distrito Harvey Dent. Ocho años de la
desaparición “misteriosa” de Batman (chivo expiatorio o no de
los asesinatos del segundo film). Ocho años sin vida social de Bruce
Wayne. Ochos años con las calles de Gotham limpias de mafiosos y
criminales gracias a la Ley Dent y al trabajo del comisario James
Gordon (Gary Oldman). Y ocho años incubándose una nueva amenaza que
hará temblar a los habitantes de Gotham: Bane.
Bane, como todo fan y seguidor del
Murciélago, es uno de sus enemigos más temibles y conocido del
Universo DC, capaz de hacer morder (doblar literalmente) el polvo a
nuestro héroe. Este villano fue creado por Chuck Dixon, Doug Moench
y Graham Nolan en 1993. En el cine lo hemos podido ver en dos
ocasiones, en la película del 97 Batman y Robin de Joel Schumacher,
interpretado por Robert “Jeep” Swenson (y realmente olvidable,
sin aportar nada de nada, simplemente una “monstruosa” creación
hipertrofiada sin cerebro), y en ésta que nos reúne aquí,
interpretado por Tom Hardy. Bane es un completo psicópata asesino
que, tras raptar espectacularmente al Dr. Pavel (Alon Aboutboul),
tiene pensado extraer el núcleo de un reactor de fusión nuclear de
Industrias Wayne para hacerlo detonar en Gotham City como una bomba
atómica de 4 megatones. Para ello provocará el caos absoluto entre
los habitantes de la isla (la cual aísla destruyendo los puentes que
circundan toda la isla con detonaciones controladas y colocando
explosivos por toda ella), convirtiendo la ciudad en una verdadera
anarquía y provocando el caos y la indefensión más absoluta,
ayudándose para ello del miedo colectivo de la gente que lucha por
su supervivencia personal, y liberando a los presos de la
Penitenciaría de Blackgate para conseguirlo. Para lograrlo, crea
el pánico en la Bolsa con un asalto de mercenarios, que en realidad
es un plan elaborado para conseguir expulsar de Industrias Wayne a
Bruce Wayne, a través de una inversión falsa en la bolsa de éste
que le arruina. E impresionante el hundimiento del estadio de fútbol
americano (lleno hasta los topes) a través de la detonación
controlada de explosivos mientras un niño cantaba el himno
nacional americano.
Una vez derrotado Batman por Bane (con la famosa imagen de la partición de su columna sobre la rodilla de Bane), medio moribundo lo envía a la prisión donde Bane se formó y crío, y donde es prácticamente imposible huir, un agujero en los confines del mundo, donde Bane se transformó en el psicópata asesino que es gracias a la ayuda de Ra's al Ghul, entrando a formar parte de la Liga de las Sombras, de donde fue expulsado por ser demasiado “peligroso”... ¿o no fue así como ocurrió realmente?
La presencia de Miranda Tate, hija a la postre del mismísimo Ra's al Ghul (Talia al Ghul), e interpretada por Marion Cotillard, da ese toque dispar (de nuevo la "doble cara" presente) en un personaje que primero apunta en ser una gran dama de la alta sociedad Gothamita, defensora de las causas justas (como su interés por el proyecto de energía limpia de Industrias Wayne) y en beneficio de los ciudadanos, haciéndola creíbe a los ojos de todos, incluso al propio Bruce Wayne, para luego convertirse, en un auténtico y brusco giro de los acontecimientos, en el verdadero artífice (alma mater) de todo lo que ocurre durante las casi tres horas de metraje, convirtiendo incluso al propio Bane, verdadero "terror psicológico y psicótico" durante los primeros 3/4 de la película, en una verdadera "hermanita de la caridad" hacía el final de la misma.
En cuanto a la aparición estelar de
una estilizada Catwoman (aunque con este nombre/alias no aparece como tal en todo el film), Selina Kyle, protagonizada por una fría y calculadora
Ann Hathaway, ayudada por Jen (Juno Temple) en momentos puntuales, da ese
punto en un principio sensual y sentimental al film, convirtiéndola, una vez desenmascarada, en una ladrona de
guante blanco (cuyo lema es: “[los ricachones] como creían que
podían vivir con tanto y dejar tan poco para los demás”) que se
ofrece al mejor postor, entrando en la vida del defenestado Bruce
Wayne en busca de las huellas del alma mater (y ahora escondido para el mundo) de Industrias Wayne. A
partir de este momento, y a raiz de ser traicionada por su cliente,
se convertirá en una hábil, experta e imprescindible aliada de Batman, apoyándose
en la “máscara” de Catwoman, contra un enemigo tan temible como
es Bane. De todas las Catwoman que han habido en el cine (Michelle Pfeiffer (Batman Returns) o Halle Berry (Catwoman)), ésta es la que me ha parecido
más creíble, más modernizada y actual, más ajustado su carácter
al tono oscuro que ha querido imprimir Nolan en estos films. Una
superheroína de armas tomar, con el consiguiente traje de licra
ajustado (llevando un antifaz en vez de una careta como en
los cómics), capaz de manejarse cual felina en las situaciones más
tensas y complicadas. Un aliado perfecto capaz de hacer sombra al
propio Batman, manejar como si fuera él sus “juguetitos” (qué bien el sienta el Bat-pod), y
consiguiendo seducir de algún modo al soltero más cotizado de
Gotham. Pero, ¿realmente se convertirá Catwoman en el aliado
perfecto de Batman o realmente tendrá a su enemigo en su propia casa?
Ella busca el programa La Tabla Rasa:
un programa donde pones el nombre de cualquiera y es borrado de todas
las bases de datos del planeta... borrón y cuenta nueva para
ella y empezar una nueva vida (aunque Dagget le mintió y no existe tal prototipo de
programa, ¿o sí?).
John [Roland] Daggett (Ben Mendelsohn) es el magnate multimillonario de turno (este personaje surgió en la serie de animación de Batman), en contraposición a Bruce Wayne, que intenta por todos los medios desbancar a éste de la cabeza de Industrias Wayne, ocupando para ello su puesto, y apoyándose para lograrlo en los mercenarios de Bane, siendo realmente Dagget el utilizado por estos, convirtiéndose en un mero títere en manos de los auténticos villanos de la película.
Respecto al Dr. Jonathan Crane/El Espantapájaros (Cillian Murphy), éste meramente tiene un papel testimonial en el film (como en casi toda la trilogía), ejerciendo ahora de juez y verdugo en los juicios sumarísimos que impone Bane a la alta sociedad de Gotham.
Su fiel mayordomo, Alfred Pennyworth,
como siempre magníficamente interpretado por la flema de Michael Caine,
intenta continuar siendo el “pepito grillo” particular de un desdibujado, ahora, Bruce
Wayne, le aconseja, lo calma, lo tranquiliza, le confiesa que siempre
había querido (en los siete años que estuvo vagando Wayne por el
mundo para encontrarse a sí mismo después de no superar el
asesinato de sus padres, tal como vimos en el primer film) que no
hubiera regresado a Gotham, donde los malos recuerdos siempre
estarían presentes aquí, y deseando en cambio haberlo encontrado
algún día fuera de Gotham, habiendo formado una familia, teniendo
una nueva vida y siendo feliz o, incluso, siendo capaz de abandonarle
para que recapacite y no vuelva a ser Batman, que acabe por tanto
enterrando, de nuevo, a un miembro de la familia Wayne. Qué acertado
fue que Michael Caine fuera el elegido para interpretar al fiel mayordomo Alfred, un actorazo de primera con muchas tablas que da ese “toque de
distinción” a la franquicia.
También podemos analizar el papel de
Lucius Fox (Morgan Freeman), aunque en este film no tan destacable como en anteriores películas, sí que es el que sostiene (junto a Alfred en el aspecto más personal) el Imperio de Industrias Wayne, una vez que éste último desapareció de la vida pública, gestionando sus activos e intentando interponerse a los enemigos internos que intentan hacerse con las riendas del emporio ecómico, como en el caso de Daggett, y de paso aportando a Batman el nuevo “juguetito” de turno a lo Bond: The Bat. Otro actor que da consistencia a los personajes protagonistas de toda la saga del Hombre Murciélago.
En cuanto al Comisario James
Gordon (el otro integrante del triángulo perfecto que envuelve a Bruce Wayne/Batman), e interpretado por Gary Oldman, ya es en este último film el jefe del Departamento de Policía de Gotham, todo un personaje que intentará por todas sus fuerzas intentar ayudar a Batman antes y después de convertirse éste en el chivo expiatorio tras el asesinato de Harvey Dent.
Y, para finalizar con este miniapartado
de los personajes, hablaremos naturalmente del papel de John Blake (Joseph Gordon-Levitt),
policia del Departamento de Policía de Gotham City, personaje creado para este film, del que
apuntaremos que es un nexo de unión entre el Batman que fue y el que
será. Al igual que Bruce Wayne, Blake también vio como
asesinaban a su padre, y como se convertía en un huerfano que iba de
casa de acogida en casa de acogida, hasta terminar en el orfanato de St. Swithin's, donde él supo desde el primer momento que el huerfano
multimillonario que financiaba los horfanatos de la ciudad a través
de Industrias Wayne era en realidad Batman. Y este hecho es el
acicate que hace despertar a Bruce Wayne del letargo en que ha estado
ocho años para volver de nuevo convertido en Batman. Wayne, hablando con
Blake, le dice: “... la idea era ser un símbolo. Batman podría ser
cualquiera. Esa era la razón [de llevar la máscara]”...“la
máscara no es para ti, es para proteger a los que te importan”. Y comentar, por supuesto, el
final de la película, donde este personaje realiza un guiño a otro
de los iconos de la DC, fundamental y necesario desde siempre para el
personaje de Batman, que deja entrever y, comenzar a especular todo el fandom, si
realmente éste es el final de la franquicia de películas sobre el
Hombre Murciélago o es el comienzo de algo más que aún que está
por ver y explotar... el tiempo dirá.
Este film que cierra esta
imprescindible trilogía sobre Batman, tiene como significado
principal (y, es de suponer, de final de la
saga) de la necesidad del surgimiento del héroe a pesar de las contradicciones que surgen en su fuero interno, de convertirse o no en el verdadero enemigo y obstáculo de Gotham por las consecuencias de sus actos, pero necesario en el último momento para derrotar el mal que asola la ciudad como verdadero símbolo que todo ciudadano espera para que éste le resuelva los problemas que ellos como sociedad, a veces corrupta, otra desihnibida, no son capaces de solucionar, y más si la amenaza proviene de locos desatados que han afixiado a dicha sociedad por todos los resquicios donde ésta es vulnerable. Es la vuelta del (super)héroe, capaz de salvar a los hombres y liberarlos momentaneamente de sus errores, para que estos aprendan, y, si no, capaz de dejar en el aire un legado que sea otro que recoja el guante para que sea el héroe que defienda a los desvalidos y a los verdaderos y auténticos ciudadanos. En resumen, Batman lo podemos ser todos... todos tenemos, queramos o no, ese potencial de héroe que surge cuando las necesidades apremian.
Ahora a esperar que el personaje o, mejor dicho,
quienes le secunden den a la franquicia una digna secuela a corto
plazo, pero sin que esto signifique que se tenga de estirar en
demasía e inecesariamente el filón que abrió acertadamente Nolan
con su aporte a este icono de la DC y, ya de paso, estaremos a la
espera de que la nueva reinterpretación del Hombre de Acero, que se
supone que quiere seguir los pasos de lo aportado por Nolan con el
Hombre Murciélago, con la finalidad de conformar una nueva tanda de películas
de calidad que nos hagan disfrutar como nunca a los aficionados y
fans tanto del séptimo como del noveno arte... si las cosas se hacen
bien, sin llegarlas a quemar y sobreexplotar, hay cuerda para rato
para este subgénero en la gran pantalla (y, parece ser, que también
ahora para la pequeña pantalla) continue su acertada andadura dejando, porque no, su huella y legado en nuestra cultura contemporánea.
Un saludo cordial.
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