Didier Comès (Bélgica, 1942), es un autor con un estilo muy personal, capaz de plasmar al mínimo detalle cualquier elemento del entorno, desde un gato (Iris) o una lechuza (La Belette) a un carro de combate (El árbol corazón) o una hoja caída de un árbol mecida por el viento.
Sin embargo, contrasta que sus personajes humanos tengan rasgos más simplificados, con rostros un tanto distorsionados, alejados de la realidad y aparentemente poco expresivos.
Todo ello en un mundo en blanco y negro, sin recurrir a tramas ni grises, simplemente con trazos de distinto grosor, grandes manchas de negro y una gran utilización de la luz.
La temática de sus obras también tiene una impronta muy personal, alejándose de lo habitual: historias donde la naturaleza tiene una enorme importancia, siendo fundamentales los fenómenos metereológicos: el viento, las tormentas, la nieve, casi siempre en ambientes rurales, alejados de referencias urbanas, con personajes atormentados con problemas mentales o psicológicos, todo ello aderezado con toques de magia y misterio.
Se le podría criticar, sin embargo, una cierta reiteración y no abordar otros planteamientos.
Al abandonar lo comercial y no ser su bibliografía precisamente muy abundante, posiblemente no ha alcanzado la popularidad de otros autores, convirtiéndose en lo que los críticos gustan en llamar un “autor de culto”.
En Silencio (1979), la narración transcurre en un pequeño pueblo de la parte belga de las Ardenas, región boscosa donde sus supersticiosos habitantes recurren tanto a la religión (encontraremos muchas cruces e imágenes de santos en casas y caminos) como a brujos y curanderos. En este lugar, en absoluto bucólico y romántico, vive Silencio, “el tonto del pueblo, del que todos se burlan y al que todos explotan”, que no sabe que es la maldad pero tampoco conoce el amor de sus semejantes. Como contrapartida al rechazo de sus vecinos por ser diferente, posee un don especial para tratar con los animales, que, como se verá, jugarán su papel en la trama. Tendrá que ser con la ayuda de otras “personas diferentes” con los que descubrirá los misterios de los habitantes de la aldea y el suyo propio.
La figura de Silencio, todo inocencia y bondad, se contrapone a la del digamos cacique de la aldea, Abel Mauvy, uno de los personajes más crueles y odiosos que este servidor haya encontrado en un cómic.
La lectura de Silencio no deja indiferente, con unos momentos bellos y poéticos y otros realmente terribles, da bastante que pensar sobre la condición humana.
Silencio tuvo una version coloreada que no llegó a nuestro país con una paleta bastante similar a la que se aplica a Corto Maltés.
Cómic con mayúsculas, digno de figurar entre las 50 mejores creaciones de todos los tiempos.
Autor mimado por Norma editorial, que nos ofreció prácticamente todas sus obras en su, no nos cansaremos de decirlo, excelente colección BN, actualmente conserva sólo cuatro títulos en su catálogo: Eva, La Belette, La casa donde sueñan los árboles y Las lágrimas del tigre, por lo que para conseguir un ejemplar de Silencio nos toca recurrir al fondo de alguna buena librería.
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