viernes, febrero 16, 2007

CRÍTICA: CUESTIÓN DE TIEMPO de Juan Giménez

Desde siempre el hombre ha intentado controlar la 4ª dimensión, el espacio-tiempo, el salto a través del tiempo, en definitiva, lograr el dominio absoluto del tiempo. El tiempo en sus manos.

Grandes científicos, como pueden ser Einstein o Hawking, han intentado meterse de lleno en el meollo de la cuestión, intentando clarificar si es o no teóricamente posible viajar hacia delante o hacia atrás en el tiempo. De la misma manera que se podría viajar o no en el tiempo, si realmente existiera un pasado o un futuro, y no fueran, a lo mejor, simplemente la forma que tiene el hombre de definir su propia historia, explicar los acontecimientos acaecidos en el pasado, viviendo un tiempo presente, sin saber nunca lo que le deparará el futuro.

Un icono de la literatura universal, “La máquina del tiempo” de H. G. Wells, intentó solucionar, como tantos otros escritores, este galimatías en clave de literatura de ciencia ficción, inventando una máquina del tiempo capaz, en este caso, de transportarte al futuro, con el propósito de descubrir hacia dónde va la humanidad. Conjeturas y más conjeturas, de las que se nutre toda buena ciencia ficción que se precie, intentar demostrar científicamente hipótesis de trabajo y posibilidades impensables, en ese afán del hombre de soñar las cosas que están fuera de su alcance y de sus posibilidades reales.

En “Cuestión de tiempo”, publicado por Toutain Editor, Juan Giménez juega a enseñarnos posibilidades de dominio de la cuarta dimensión transformándose en una realidad cierta, plasmándonoslo en una serie de historias que explican el afán y utopía del hombre de ser capaz de poder manipular el tiempo a su antojo.

En la primera historia, “Bricolage”, el jugar a poder dominar el tiempo, provoca que pueda llegar el momento de que jugar a ser Dios puede acarrear una serie de problemas de incierta resolución. Poder llegar a conseguir dominar la cuarta dimensión puede deberse, simplemente, a un hecho fortuito como el que tuvo Fleming, por ejemplo, cuando descubrió la penicilina. A veces el azar no nos juega malas pasadas, ¿o sí?

Seguidamente en “Tridisex”, Giménez nos narra la intención que siempre ha tenido el ser humano de indagar en los acontecimientos históricos por puro afán de conocimiento, e intentar descubrir grandes enigmas de la historia (aquello que no aparece en las fuentes escritas). Si se pudiera viajar al pasado, muchos hechos que hoy en día se dan por ciertos, seguramente serían totalmente desmontados y desmentidos. Muchos mitos caerían.

En “Express” el autor intenta explicar, de una forma fácil a la vez que enrevesada, que para solucionar problemas del futuro, lo mejor es solucionar el problema de raíz, yendo a la fuente pero desde una ramificación de la misma proveniente del pasado. Solucionar cuestiones del futuro, arreglándolas en el pasado pero sin provocar efectos secundarios que dañarían y afectarían irremediablemente a terceros.

En la historia titulada “Entropía”, el autor intenta exponer lo difícil que es a veces separar la tenue línea de diferentes realidades en tiempos diferentes, produciéndose hechos inexplicables de un mismo hecho y situación, pero en épocas y periodos distintos, pudiéndose intuir que son en realidad acontecimientos que el tiempo repite cíclicamente. ¿Podemos saltar y vivir espacios de tiempo cortos en tiempos y lugares diferentes?

En el relato “8 y ½”, la cuestión es simplemente ejemplificar en una historia la intención de todo ser vivo de protagonizar un hecho histórico, siendo un héroe en tercera persona, deteniendo el tiempo para favorecer ciertas acciones en su propio beneficio.

En “Cronología”, volver al pasado para conocer culturas antiguas y con la posibilidad factible de quedarse atrapado en el tiempo, puede volverse una trampa que puede afectar al futuro.

En la última historia, “Residuo”, un tanque superviviente de un holocausto, con cierta autonomía de acción, estando su conductor hace tiempo muerto, continúa funcionando con el objetivo preasignado de seguir “luchando”. El paso del tiempo y de los acontecimientos no significa nada para un vehículo, y la cuestión se plantea si será “cuestión de tiempo” el que se quede sin energía antes de destruir nuevas criaturas que intentan sobrevivir a un medio hostil postnuclear.

En esta obra la caracterización de los personajes tiende al hiperrealismo, muy característico de los dibujantes hispanos de la década de los ochenta, lo que puede producir que sea más verosímil lo inverosímil. Toda una magnífica escuela de creadores, que dominaron los temas de la ciencia ficción como nadie. ¡Qué maestros los de entonces, que magnífica generación de visionarios aparecieron en un acotado espacio de tiempo!

Y entre estos talentos, destacó desde sus comienzos Juan Giménez, un magnífico ilustrador que a medida que pasaba el tiempo nos obsequiaba con deliciosas delicatessen, hasta llegar a la que es, hoy por hoy, su obra/saga cumbre: La Casta de los Metabarones (junto al genial Alejandro Jodorowsky). Pero eso es harina de otro costal.

En esta obra ya vislumbramos el arte de un Giménez en plena consolidación de la que será su obra posterior. Un visionario del futuro en todo su esplendor y con toda su fuerza creadora. Y ese talento, de sobras reconocido a los lápices, también los podemos intuir a los guiones, engarzando una serie de historias para explicar un único concepto, el “tiempo”, tema farragoso donde los haya, utópico, y difícil de explicar, adentrándose plenamente en eso que se denomina “ciencia ficción”, género capaz de explicar lo inexplicable, y de paso hacernos soñar con lo improbable.

¿Os imagináis qué pasaría si el ser humano fuera capaz de dominar y manipular el tiempo a su libre albedrío? ¿Cuántos hechos terribles de la historia podrían ser modificados para poder evitar las atrocidades que ellos provocaron? Pero, ¿está en nuestras manos cambiar el devenir de la historia? ¿Qué provocaría esta injerencia en el futuro de la humanidad? ¿Se verían alteradas las generaciones venideras? ¿Sería una solución para bien o para mal? ¿O deberíamos simplemente navegar por el tiempo sin alterar el curso de los acontecimientos? ¿Y qué implicaría simplemente el conocimiento de ciertos hechos? ¿Sabríamos más de lo que deberíamos saber? ¿O sería mejor vivir en la ignorancia?

Un saludo cordial.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que este fue el primer cómic que leí de Juan Giménez, y me encantó tanto el dibujo como el tratamiento del color, el óxido de los materiales, el barro, el espacio...En fin todo.

No entiendo como casi toda la etapa de Giménez en Toutain no se reedita ¿????

EduXavi dijo...

Tienes toda la razón Giuseppe, Juan Giménez es un maestro en el dominio de la paleta de colores sucios.
Y me uno también a tu llamamiento a ver si la Editorial Norma o Ediciones 11:11 se animan a reeditar las obras de Giménez que se encuentran descatalogadas.

Anónimo dijo...

Con Basura descubrí a Giménez, con Cuestión de tiempo me convencí de que era un genio, y con Ciudad me contó las historias que más me interesaron. Para mí esa trilogía (trilogía en mi menoria, porque no tienen nada que ver) es lo más grande de Giménez. Con Leo Roa me decepcionó mucho y Los Metabarones... no me gustan.

Por cierto, qué buenas todas las viñetas que has puesto, me has despertado la morriña, a ver si consigo encontrar por ahí el álbum, que lo tengo todo serializado por capítulos en la 1984... Jo, 1984, más morriña todavía...

EduXavi dijo...

Pues para mí la obra de Jodorowsky/Giménez, "La casta de los Metabarones", es una de las mejores space opera que he leído hasta ahora en cómic. Muy al estilo de una obra cumbre de la literatura de ciencia ficción como es "Dune", pero con un toque más surrealista en la forma de narrar por parte de Jodorowsky.