Hablar de una space opera como es La Casta de los Metabarones merecería un post especial (que algún día, con tiempo, lo haré, porque por ganas no será), ya que ella sería capaz de llenar ríos y ríos de tinta (por no hablar si se hiciera también otro post sobre El Incal, otra obra fundamental para discernir sobre ella). Porque, recononozcámolo, el universo creado por Jodorowsky es de esos universos, de esas sagas, que hacen que el lector devore, una y otra vez, cada una de sus centenares de páginas, llenas de esa mágia irreverente y fantasiosa que sabe esgrimir Jodo en cada una de sus obras de ciencia ficción, surrealismo puro y duro en su máxima expresión, mundos de ensueño capaces de crearte mundos oníricos causantes de los sueños más insondables.
Porque todo lo relacionado con la ciencia ficción espacial, las space operas, todo cuanto sucede en mundos imposibles, con seres impensables pero factibles a la vez, provoca en la imaginación de cada uno de los lectores fieles a esta temática esa capacidad de abrir la mente constreñida que poseemos y expandirnos por el universo para responder innumerables preguntas y posibilitar que lo que la ciencia no es capaz de encontrar y demostrar nuestra imaginación es capaz de crear y hacerlo, por tanto, realidad.
Jodorowsky en esto es un maestro. Autor capaz de encandilar a sus seguidores como causar, al mismo tiempo, el reproche más absoluto de sus detractores, pero creador innato en estado puro, al fin y al cabo, que como nadie es capaz de conformarnos mundos que nosotros seríamos incapaces posiblemente de imaginar, y aunque muchas veces bebe de fuentes por todos conocidas y utiliza hechos ya esgrimidos por otros, siempre notaremos ese toque Jodo que le es tan característico, capaz de arrastrarnos a la más sangrante de las psicodelias.
Éstas diferentes sagas beben claramente de un maestro de la literatura de ciencia ficción como es Frank Herbert y su mítica saga de Dune, space opera que marcó un antes y un después en la forma de escribir e interpretar la novela de ciencia ficción y que fue maestro de generaciones y generaciones de autores posteriores que modernizaron y actualizaron la ciencia ficción tal como la conocemos hoy en día.
Y, para confirmar esto, recordemos la frustada participación que en su momento tuvo Jodorowsky, junto a Moebius, en la adaptación cinematográfica de la novela de Herbert, Dune, donde se tenía que encargar de la dirección, y que por innumerables problemas se fue retrasando una y otra vez hasta que el proyecto fue cancelado, para que luego, en la década de los 80, fue retomado por otro de los directores irreverentes del medio: David Lynch. Muchas de las ilustraciones, bocetos, diseños e ideas que Moebius hizo para la película fueron utilizados posteriormente en la bande dessinée de ambos autores, El Incal. El resto, es ya historia...
Ya centrándonos en el tomo que da título al post de hoy, Jodorowsky continúa utilizando la misma narrativa que en sus obras precedentes de ciencia ficción: diálogos fluidos, directos a lo que se quiere contar, de vocabulario simple y didáctico, para que cualquier lector lo pueda entender de inmediato, como si a una representación teatral estuviéramos asistiendo, pero aunque la sintaxis y el discurso entre personajes es claro, Jodorowsky lo complica por ese tono "surrealista" que desarrolla e impregna todas sus obras, utilizando un vocabulario de terminología complicada, dificultando así la lectura y la semántica en lo que al aspecto conceptual se refiere, inventando muchos vocablos y conceptos por su inexistencia para lo que nos quiere explicar el autor en concreto, calificándolo todo ello como "Estilo Jodorowsky", ya que su "toque personal" es por todos inidentificable y conocido.
En esta nueva saga/arco argumental, precuela de lo hasta ahora publicado sobre este particular universo, continúa con la misma manera de contarnos la historia: coger a un personaje de la historia como protagonista central del tomo, al cual da título, contándonos de manera rápida y sucinta toda su evolución como personaje, con los momentos clave de la historia, para dar paso así, en el segundo tomo, a otro/s personajes de la saga familiar que irá conformando todo el posterior árbol genealógico de los Metabarones. Y, por eso mismo, la historia comienza con la aparición de un narrador (de la misma manera que el robot Tonto lo era en La Casta de los Metabarones) que es el que nos cuenta "la historia de nuestro ancestros", que no es otro en este caso que Berard, suegro de Othon, siendo este último el que da nombre al título del primer tomo de La Casta de los Metabarones, como continuador de la estirpe de estos, y que, como dato curioso, las primeras páginas de Castaka son casi un calco de algunas de las primeras que Giménez realizó en el primer álbum de los Metabarones.
Después del fiasco que supuso el siguiente dibujante elegido para realizar otra saga dentro del Universo de los Metabarones (Dreamshifters), Travis Charest, Jodorowsky eligió con gran acierto a un nuevo dibujante para ofrecernos otra buena ración/visión de este peculiar universo, siendo en esta ocasión, una precuela. Nos referimos a Das Pastoras.
El gallego Das Pastoras, como muy bien hemos podido observar en sus dos tomos ya publicados de Los Herisiarcas, con guiones de Carlos Portela, es un magnífico escenógrafo, con unos sugerentes paisajes y ambientaciones que nos transportan a otros mundos de fantasía muy diferentes al nuestro, con un trazo meticuloso y detallista, rozando a veces lo que podríamos calificar como un "pseudonaïf", que se puede comprobar en cada una de sus pinceladas, pero con una textura como si de pintura al óleo se tratara (que me recuerda mucho al Puntillismo de finales del XIX de un Seurat o un Signac), y aunque en las anatomías y rostros a veces peca de un cierto hieratismo, también recibe una influencia muy "corbeniana", por lo que el resultado que produce en un conjunto unitario que hace que sea ideal para cualquier ilustración de tematica sci-fi capaz de hacer creíble lo increíble.
Tenemos acción, violencia, ríos de sangre, ambientación de un pseudoneofeudalismo japonés, con magníficas composiciones de batallas entre clanes muy a lo Kurosawa, aderezado todo con una ambientación paisajística exuberante, que provoca que los diferentes protagonistas de la historia sean capaces de mimetizarse con un entorno que gracias al color de Das Pastoras produce un estallido de pigmentaciones y cromatismos que son una gozada para la vista. Todo para dar a la historia del origen de los Metabarones un sabor mítico y de leyenda, como si de verdaderos cantos y epopeyas se tratara. Una mezcla de tradición/tecnología verdaderamente sublime.
En resumen, un buen arranque para este nuevo arco argumental que ya veremos hacia dónde nos encamina Jodo esta vez, pero que conociéndole como le conocemos, seguro que será más ración de sci-fi de la buena a la que ya estamos acostumbrados, por lo que, los seguidores de este autor, junto al magnífico trabajo que está realizando en el apartado gráfico Das Pastoras, disfrutarán de lo lindo porque hay Jodo para rato. Y los que son reacios todavía a este autor, sólo recomendarles que le den una oportunidad, que seguro que no saldrán defraudados, porque ya sabemos que será el Jodo de siempre, pero mentalizándonos, asumiéndolo y comprendiéndole, yo, personalmente, aún no me he cansado de él.
Un saludo cordial.
2 comentarios:
Siempre es bonito ver que alguien aprecia los tebeos de Jodorowsky. Ya espero esas entradas especiales sobre el Incal.
Ismaelotov, el portador de la cerilla prometeica.
Sí, espero que algún día me vea en animos de hacer un post sobre El Incal, que es una obra que hay que tomársela con calma porque aquí hay mucha tela que cortar.
Ahora esperemos que Norma se anime a sacar algún día todo el material inédito sobre las aventuras de John Difool para redondear la jugada.
Publicar un comentario