Ésa era la idea cuando supe que P. Craig Russell había adaptado e ilustrado esta pequeña obra maestra de la literatura infantil escrita por Neil Gaiman: ver convertida a Coraline en un personaje de cómic. Era como el paso previo antes de verla en 3-D, protagonizando la película de animación que ha dirigido Henry Selick y cuyo estreno está previsto para el próximo mes de junio.
En tapa dura, con sobrecubierta, Roca Editorial, dentro de su línea Roca Juvenil, puso a la venta el pasado mes de febrero esta versión de Coraline en una edición magnífica de 186 páginas, más de las que tiene la novela original. La portada de esta novela gráfica, negra, con la salvedad del título y con la protagonista sujetando una vela encendida en primer plano y unos desconcertantes ojos rojos que se adivinan detrás de ella, prometía una lectura tan "terrorífica" como lo había sido la de la original. Pero quizás me excedí en las expectativas que había puesto en ella; quizás debería haber pensado que se trataba de la visión de un magnífico ilustrador –si nos atenemos a la trayectoria profesional de P. Craig Russell-, y que esa visión, como suele ser habitual, rara vez coincide con la que tenemos la mayoría de los lectores; o quizás me impresionaron demasiado las ilustraciones en blanco y negro de Dave Mckean, o quizás no debería haber visto los trailers (aquí y aquí) de Los Mundos de Coraline, para no tener que decidirme ahora entre las dos imágenes que se nos ofrecen del famoso personaje creado por Gaiman o la que yo misma recreé en mi imaginación.
P. Craig Russell es célebre por la serie de novelas gráficas en las que ha adaptado obras clásicas de la literatura (Oscar Wilde, Rudyard Kipling, Lovecraft...) y de la opera (El anillo del Nibelungo, Parsifal, Salomé, La flauta Mágica o Pelléas y Mélisande), así como por sus trabajos en el mundo del cómic, algunos de ellos realizados en colaboración con el autor de Coraline (The Sandman -Ramadán, Noches eternas o Los Cazadores de sueños- o Misterios de un asesinato). Los premios a los que ha sido nominado a lo largo de su carrera avalan su prestigio y su buen hacer como dibujante. Sin embargo, a pesar de reconocer la calidad de sus trabajos, una no puede evitar que le asalte la duda, ni dejar de pensar desde las primeras páginas, que tal vez ese estilo no sea, de entrada, el apropiado para adaptar ese relato de terror infantil, o tal vez debería decir que no era el que yo hubiera esperado encontrar.
La primera impresión mejora considerablemente con las posteriores lecturas. De hecho, si alguien aún no ha leído la novela de Neil Gaiman y, libre de los prejuicios asociados al mal vicio de comparar, se decide a conocer la trama a través de la adaptación de P. Craig Russell, no cabe duda de que ésta es una manera muy recomendable de encontrarse con una apasionante historia que comienza el día en que Coraline descubrió la “puerta” poco después de mudarse con su familia a una gran casa en la que viven otros vecinos (las señoritas Spink y Forcible con sus terriers y el señor Bobo con sus ratones), rodeada por un gran jardín medio abandonado con un montón de posibilidades por descubrir. Todo se auguraba perfecto hasta que la lluvia obliga a la niña a permanecer en el interior de la casa, a constreñir su espíritu aventurero y a buscar la ayuda de sus padres para vencer el aburrimiento. Pero ellos no están por la labor de distraerla y la instan a que explore dentro de la casa. Pero. ¿qué puede haber de interesante en el interior de una casa nueva?: una puerta tapiada y cerrada con llave que da a un mundo que, a priori, "parece" igual a aquél en el que vive, pero que en realidad no es sino el producto de la imaginación de "su otra madre", un ser aterrador con botones negros en lugar de ojos, dientes como cuchillos y manos de dedos largos y uñas curvas y afiladas de color rojo oscuro, que pretende que Coraline se quede con ella para siempre. Un lugar al que, una vez conocido, sería preferible no volver jamás, pero al que se verá obligada a regresar para rescatar a sus padres y a los espíritus de otros niños que fueron encerrados en la casa mucho tiempo antes que ella, y a vivir una aventura que sin duda la hará hacerse mayor.
Para los que sí que hayan leído la novela, decir que Rusell se ciñe a la historia de Gaiman y sigue la pauta de su estructura narrativa, dividida en trece capítulos. Sin embargo, hay determinados detalles en los que la narración gráfica discrepa del original y que pueden echarse de menos: no hace referencia al cuento de la niña llamada Manzana que Coraline empieza a escribir en el ordenador de su padre; interpreta a su modo el vestuario que llevan las jóvenes señoritas Spink y Forcible en su espectáculo, o el de la propia Coraline, ése que encontró en un armario de la otra casa (¿dónde están los “vaqueros que parecían de terciopelo negro como la noche y un suéter gris del color del humo denso, lleno de relucientes estrellitas”?), pero sobre todo se nota la ausencia, en el salón con el mobiliario de la abuela, del extraño cuadro con un cuenco de frutas colgado de la pared –un racimo de uvas, dos ciruelas, un melocotón y una manzana, que alguien acabará comiéndose- y de la mesa de madera con patas del león –que acabarán raspando la alfombra-. También es cierto que Russell hace una adaptación y no tiene por qué contárnoslo todo.
Las ilustraciones de Russell son espléndidas. El autor se recrea describiendo los escenarios y los ambientes en los que se desarrolla la acción. Su dibujo es perfeccionista e incide en los detalles: la decoración de las diferentes estancias, el mobiliario, el papel pintado, las flores y árboles del jardín, la propia casa que toma como modelo de referencia la sede de una logia masónica... Pero, para contar una historia como ésta, quizá peca de un exceso de luz y colores pastel; el miedo no puede disfrazarse con estos artificios, porque entonces la pesadilla de la que se pretende salir se convierte en un simple sueño que parece no terminar nunca. Quizás se eche en falta un poco más de “claroscuro”, de visión “tenebrosa” que nos muestre en imágenes las mil palabras utilizadas para plasmar las sensaciones que se percibieron en la lectura del original.
Claro que todo lo anterior no es sino una apreciación subjetiva que no ha podido dejar de hacer alguien que quedó encantada con la Coraline de Gaiman. Independientemente de lo dicho, el libro puede dirigirse a un público que se decante más por este modelo de lectura -el formato cómic-, pero, sin que ello signifique en absoluto minusvalorar la historieta gráfica ni el trabajo de P. Craig Russell, podría considerarse como un preámbulo antes de iniciarse en la lectura del relato original, algo que, sin lugar a dudas deberían hacer los lectores de esta novela gráfica para descubrir por sí mismos todo lo que no conseguirán contarle las adaptaciones que de ella se hagan.
4 comentarios:
El otro día la tuve en las manos... ¿me la pido, entonces?
;-)
Besitos
Pues claro mujer... si te has leído la de Gaiman, para darme tu versión y llevarme la contraria, y, si no, para conocer una historia fascinante. ¿Te quedarías sin ver la película? Pues no puedes quedarte sin leer el cómic.
Dos premisas por delante:
No he leido el comic
Me gusta mucho Gaiman como novelista.
Pero:
Respecto al comic, por las imagenes del post, me parece un dibujo demasiado limpio, de colores claritos, como bien dices se hecha en falta mas oscuridad. A Rusell le venia mejor el relato Misterios de un asesinato (incluido en Humos y Espejos) con nubes, cielos y ángeles.
Respecto a la novela corta,(que lei justo la semana pasada)no está mal, tiene momentos muy buenos, el final flojito, pero me parece un refrio de Alicia en el pais de las maravillas (el gatito por aqui y alla...) y la novela del propio Gaiman Neverwhere (por la afición del autor a las puertas que dan a otras dimensiones o planos).
Me parece estupendo que otra editorial que no publica comics entre en esta faceta, el cómic en cuestión esta por todas las librerias generalistas.
no me gusto el comic se suponia q era mas oscuro
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