En cambio, nuestro protagonista en esta historia, Antonio Altarriba, es de la misma generación que nuestros padres, más bien de nuestros abuelos, que vivieron todos estos acontecimientos del siglo XX en primera persona y que nosotros mismos vivimos y recreamos ahora muchos de ellos a través de la historia oral, esas historias que nos contaban (y cuentan) de primera mano sobre el transcurrir de la vida en esa España de luchas constantes a todos los niveles de la vida, fratricidas o no, por intentar llegar el pueblo (o eso siempre nos han intentado hacer creer) a ser todo uno, de igual a igual, de hermano a hermano, independientemente de las ideas y creencias que profese cada uno.
Para conseguir contarnos esta historia dentro de la Historia en primera persona, Antonio Altarriba hijo se pone en la piel de su padre Antonio y así logra narrarnos las vicisitudes que éste tuvo que vivir y sufrir como espectador y actor privilegiado, como ya hemos referenciado, en un tiempo tan convulso como fue toda la mitad del siglo XX en una España que era una única entidad como nación pero que socialmente e ideológicamente estaba dividida en dos bandos, en dos maneras de ser y pensar, que poco a poco fueron dividiéndose más y más hasta producir la inesperada, aunque nada extraña, fractura que desembocó en una convulsa II República que se vio arrastrada a una Guerra Civil entre hermanos para dar paso, una vez concluida ésta, a una dictadura que, como ya hemos apuntado más arriba, casi duró 40 años de nuestra historia reciente y que incrementó aún más dicha separación e implantó un férreo dominio que subyugó a la mayoría de la población cercenando las libertades más simples. Esto es lo que le tocó vivir a Antonio. Vivir y sufrir toda su vida cortándole las alas que le permitieran volar en libertad consigo mismo.
Para conseguir contarnos esta historia dentro de la Historia en primera persona, Antonio Altarriba hijo se pone en la piel de su padre Antonio y así logra narrarnos las vicisitudes que éste tuvo que vivir y sufrir como espectador y actor privilegiado, como ya hemos referenciado, en un tiempo tan convulso como fue toda la mitad del siglo XX en una España que era una única entidad como nación pero que socialmente e ideológicamente estaba dividida en dos bandos, en dos maneras de ser y pensar, que poco a poco fueron dividiéndose más y más hasta producir la inesperada, aunque nada extraña, fractura que desembocó en una convulsa II República que se vio arrastrada a una Guerra Civil entre hermanos para dar paso, una vez concluida ésta, a una dictadura que, como ya hemos apuntado más arriba, casi duró 40 años de nuestra historia reciente y que incrementó aún más dicha separación e implantó un férreo dominio que subyugó a la mayoría de la población cercenando las libertades más simples. Esto es lo que le tocó vivir a Antonio. Vivir y sufrir toda su vida cortándole las alas que le permitieran volar en libertad consigo mismo.
Una historia que arranca y nos sitúa en esos inicios del siglo XX mostrándonos lo dura que era la vida del campo, de las penurias que sufrían los que intentaban vivir de los frutos que da, que no tenían prácticamente para vivir, para simplemente poder subsistir, en una sociedad rural que te limitaba por todos sitios y que no te permitía respirar, te ahogaba, y no dejaba desarrollar libremente y sin trabas los sueños de las generaciones más jóvenes que se veían cruel y resignadamente prisioneros de su propia vida y les limitaba y coartaba en todo lo que quisieras intentar y emprender, primando sobre todo ello tu lugar de nacimiento, tu cuna y raices, dentro del escalafón social estratificado claramente de clases que imperaba.
Contrastes que se acrecentaban y te hacían abrir los ojos cuando ibas a la gran ciudad. Dos mundos diferentes. Dos formas de ver la vida distintas. Dos realidades dispares como si un gran abismo cruzara sus calles de parte a parte y convirtiera a las personas en seres humanos diferentes según donde vivan. Pero los tiempos eran los que eran, y si no tenías ciertos orígenes y un apellido la vida era tan dura tanto en el campo como en la ciudad para la gente corriente y de a pie.
Contrastes que se acrecentaban y te hacían abrir los ojos cuando ibas a la gran ciudad. Dos mundos diferentes. Dos formas de ver la vida distintas. Dos realidades dispares como si un gran abismo cruzara sus calles de parte a parte y convirtiera a las personas en seres humanos diferentes según donde vivan. Pero los tiempos eran los que eran, y si no tenías ciertos orígenes y un apellido la vida era tan dura tanto en el campo como en la ciudad para la gente corriente y de a pie.
Pero como todo en la vida, ésta te hace abrir los ojos continuamente y aceptar la cruda realidad y apelar a tu instinto de supervivencia y, en vez de agachar la cabeza y aceptar resignado lo que la vida ha tenido reservado para ti, resurges entre los escombros y, a pesar de los continuos obstáculos que aparecerán en el camino, siempre sacarás fuerza de flaqueza que te harán tirar para adelante e intentar superar las barreras interpuestas para conseguir una vida mejor y más justa siempre dentro de tus posibilidades e ideales. Y eso es lo que le ocurrirá a Antonio Altarriba Sr. Y esa será (y es) su historia… contada con pelos y señales por Antonio Altarriba Jr.
La obra está dividida en cuatro partes, cada uno haciendo referencia hipotética a cada una de las plantas de la residencia donde vivirá hasta el final nuestros días nuestro protagonista. Cada episodio narrándonos cada una de las etapas importantes y trascendentales de su simple y modesta existencia, la primera en el pueblo cuando era un chaval, para ir pasando progresivamente a la segunda cuando ya es un joven que necesita salir de su pequeña prisión natal y sin porvenir para salir fuera y enfrentarse a lo desconocido sea donde sea (y con la Guerra Civil en ciernes y la decisión de formar parte de un bando o de otro, de una España o de la otra… incluido la huida a Francia y la dura vida en un campo de refugiados… y la posterior llegada/invasión de los alemanes en plena II Guerra Mundial… y, finalizada la guerra, ganarse la vida como buenamente uno pueda). En la tercera planta/episodio nos cuenta el regreso a España y la resignación a los nuevos tiempos para poder salir adelante… y el casarse y tener hijos… el simple instinto de supervivencia que sale a flote siempre en todo momento en el ser humano. En la última parte de esta historia vemos a un Antonio Altarriba ya viejo y cansado de la vida que le ha tocado vivir ingresado en una residencia de la tercera edad... es el final de sus días.
Por tanto, toda una vida intentando volar pero siempre cortándole las alas que le hubieran posibilitado levantar el vuelo y vivir como un pájaro… desde pequeño, pasando por la juventud y la edad adulta, hasta llegar a la vejez donde, por fin, consiguió levantar el vuelo y volar hacia la vida que más tranquilidad le podía dar al final de sus días.
Para mostrarnos esta historia pseudoautobiográfica, Antonio Altarriba se apoya en el magnífico trabajo a los lápices de Kim, una autor que se caracteriza por ese realismo, semicaricaturesco a veces, a la hora de enfrentarse a sus obras, descarnado, real, simplemente representando lo que ve… o lo que le cuentan, en esta ocasión en boca de Altarriba, representando fidedignamente la España de mitad del siglo XX con toda su cruda realidad, con unas imágenes que rezuman finísima ironía constantemente y que producen en el lector el desasosiego y la desazón de estar viviendo un episodio de nuestra historia, posiblemente no tan idealizado, ni mucho menos, como nos querían hacer creer a veces y, aunque no todo es tan malo posiblemente como nos lo pinta, históricamente hablando cuenta más verdades de las que nosotros querríamos creer y asumir… una historia que posiblemente la vemos y nos la muestran afeada pero que refleja bien a las claras y sin escondernos ni guardarnos nada lo dura que fue la vida de nuestra historia más reciente… una vida en blanco y negro con constantes escalas de grises... simplemente la memoria histórica que vivieron nuestros abuelos.
Para mostrarnos esta historia pseudoautobiográfica, Antonio Altarriba se apoya en el magnífico trabajo a los lápices de Kim, una autor que se caracteriza por ese realismo, semicaricaturesco a veces, a la hora de enfrentarse a sus obras, descarnado, real, simplemente representando lo que ve… o lo que le cuentan, en esta ocasión en boca de Altarriba, representando fidedignamente la España de mitad del siglo XX con toda su cruda realidad, con unas imágenes que rezuman finísima ironía constantemente y que producen en el lector el desasosiego y la desazón de estar viviendo un episodio de nuestra historia, posiblemente no tan idealizado, ni mucho menos, como nos querían hacer creer a veces y, aunque no todo es tan malo posiblemente como nos lo pinta, históricamente hablando cuenta más verdades de las que nosotros querríamos creer y asumir… una historia que posiblemente la vemos y nos la muestran afeada pero que refleja bien a las claras y sin escondernos ni guardarnos nada lo dura que fue la vida de nuestra historia más reciente… una vida en blanco y negro con constantes escalas de grises... simplemente la memoria histórica que vivieron nuestros abuelos.
En cuanto a la edición de Ediciones De Ponent, y una vez vista la otra edición de esta misma obra, me hubiera quedado a buen seguro con esta última, de menor tamaño pero mejor editada a mi entender, a parte que el tamaño más reducido no la perjudica en ningún momento y siempre lo hace mucho más manejable que un tamaño como el ofrecido en la primera edición. Extraño, y siempre nos quedará la duda, de por qué sacaron ambas ediciones con menos de dos meses de diferencia entre una y la otra. Puede ser que la primera fuera una edición más de lujo, en tapa dura y numerada, una tirada por tanto limitada, y posiblemente ideal para presentarla oficialmente en el pasado Saló del Còmic de Barcelona. Pero que la siguiente edición, que a mí me gusta más, la sacarán con tan poca diferencia en el tiempo al mercado, impidió que nos dejaran elegir entre una y la otra a la hora de comprarla.
Bueno, a parte de esta última pega puramente editorial, y manía al fin y al cabo mía, esta obra merece la pena que cualquier aficionado al noveno arte la tenga en su estantería porque, aparte de contarnos una historia biográfica y de homenaje de una persona como fue el padre del guionista, es otra aportación a nuestra historia más reciente y, a partir de retazos como éste, uno detrás de otro, así se conforma nuestra memoria histórica que siempre tendría que estar ahí presente, sin perder ninguna de nuestras pequeñas y privadas historias que la pueblan, para obligarnos a volver siempre la vista atrás y aprender de ellas.
Un saludo cordial.
Un saludo cordial.
4 comentarios:
Muy buena reseña de esta fantática obra candidata desde el principio al premio nacional del comic.
Una historia muy cercana y estupendamente contada.
Muy recomendable lectura.
Enlazo en mi entrada sobre el mismo título.
Un abrazo.
Desde luego como candidata y posible ganadora del Premio Nacional de Cómic sería, a lo mejor, picar muy alto y ser muy optimista... hay tantas obras que merecerían este galardón y sólo una la agraciada con él... pero te entiendo perfectamente Angux cuando lo sugieres... es una gran obra muy, muy recomendable, merecedora de reconocimientos de este tipo.
me gusta... es magnifica y ahora aunque venga de otro pais puedo ver con mas claresa la historia de un pais contada con una realidad aunque triste pero contada de manera tan especial que me encanta
Sí, se nota que Antonio Altarriba ha contado esta historia con todo el cariño, sentimiento y respeto que le merece la memoria de su padre. Una gran obra que continúa y continuará dando que hablar.
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