"Era un día 10 y dijo: "Esto es para mí como una inyección de sangre fresca". Se refería al baño de masas, los fans, la firma de autógrafos. La moneda que le devolvía el público al cabo de los años, después de más de un centenar de vidas aterradoras en el cine. El cáncer de próstata ya le mordía por dentro, pero el hombre lobo, porque eso fue ante todo, había convencido a los médicos de que lo dejaran marchar a Sitges. Pidió una luna más, y nadie sabe qué pactó exactamente con el diablo para que le permitiera tomar el AVE desde Madrid. Jacinto Molina, con 75 años y un cuadro médico grave, llegó el día 12 de octubre a Barcelona subido a una silla de ruedas. Aquella tarde hizo su primera aparición ante el público del Festival de Cine Fantástico de Sitges, como para decir: "Sigo vivo. Soy real". Estaba flojo y pálido, pero ya firmó alguna fotografía suya. Luego se fue a descansar al hotel y al día siguiente ya era otro. Su otro yo. Un mito del género fantástico llamado Paul Naschy, el actor que más veces encarnó al hombre lobo en la historia del cine: 14. Acudió por su propio pie a la presentación de un volumen de 500 páginas sobre su vida y su inabarcable filmografía titulado Paul Naschy. La máscara de Jacinto Molina. Y fue entonces cuando dijo aquello de la inyección de sangre, como si fuera un vampiro, y todo el mundo en la sala pareció comprender. No se refería sólo a su salud. Mes y medio más tarde, al filo de la muerte, le confesó por teléfono a un amigo: "El mejor homenaje ya lo tengo, que es el reconocimiento de los fans". Con el sabor de ese último sorbito, se le oscureció la vida el 30 de noviembre de 2009. Quedaba una noche para el plenilunio y casi ninguno de sus seguidores pasó por alto este detalle".
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