viernes, junio 06, 2008

CORALINE de Neil Gaiman

Una de las mejores cosas que pueden hacerse los días de lluvia es quedarse en casa leyendo un buen libro, uno de esos en los que las cosas que se nos cuentan suceden precisamente porque diluvia y la protagonista no puede salir a explorar por los alrededores, viéndose obligada a permanecer en casa y descubrir que en ella habitan seres terroríficos que la obligan a enfrentarse a sus miedos o a sus deseos, según se mire. Y aun sin quererlo, el sonido de la lluvia y el color gris del cielo en el exterior recrean para nosotros la atmósfera idónea para encontrarnos, de nuevo, con una historia protagonizada por una niña y por una puerta que es mejor no traspasar: Shiori nos había llevado a releer por enésima vez Coraline, el relato sobre los temores de los niños y su capacidad para superarlos que Neil Gaiman empezó para Holly y terminó para Maddy, el que acabó considerando el más raro de sus libros y del que, sin embargo, se sentía más orgulloso.

La portada y las elocuentes ilustraciones interiores, en blanco y negro, de esta joya de la literatura infantil y juvenil, publicada por Ediciones Salamandra, son de Dave Mckean, el mismo dibujante que desde mediados de los años 80 ha trabajado codo a codo con Gaiman y se ha encargado de ilustrar y diseñar muchas de sus obras: Violent Cases, Orquídea Negra, La trágica comedia o cómica tragedia de Mr. Punch, Señal y ruido, El día que cambié a mi padre por dos peces de colores y, sobre todo, las portadas de la serie The Sandman.

Escrito en tercera persona, el narrador nos cuenta, con un lenguaje sencillo acorde con el público al que va dirigido (aunque las ironías, los sinsentidos y los dobles sentidos son más que evidentes en los diálogos), qué le ocurrió a Coraline tras mudarse a su nueva casa. Al llegar, ella y sus padres se encontraron de pronto en una antigua casa de tres plantas, con un gran jardín alrededor, un gato negro un tanto arisco y unos desconcertantes vecinos que se empeñaban en llamarle Caroline. En la primera planta vivían dos antiguas actrices, las señoritas Spink y Forcible, con un montón de terriers escoceses llamados Hamish, Andrew y Jock, mientras que, en la tercera, el excéntrico señor Bobo dedicaba su tiempo a adiestrar ratones de circo.

Las primeras semanas fueron las más interesantes, había tanto por descubrir que la niña pudo desplegar por todas partes sus grandes dotes de exploradora. Pero estaba claro que aquello no podía durar eternamente: las aventuras en el exterior cesaron cuando llegó aquella lluvia implacable que caía a chorros del cielo y con ella el aburrimiento de quedar encerrada en el interior de una casa en la que no había nada que hacer, con unos padres que, aunque trabajaban en casa con sus ordenadores, no podían estar pendientes constantemente de una niña que no sabía qué hacer con su tiempo.

Pero ocurrió que, en uno de los juegos iniciados a instancias de su padre, Coraline encontró una puerta que no podía abrirse. Su madre le contó que por aquella puerta condenada se accedía a un piso vacío que había en el extremo opuesto del edificio y que con anterioridad había formado parte de su propia casa. Al abrir la puerta la primera vez con la llave negra y oxidada, ambas pudieron comprobar que una pared de ladrillos impedía el acceso al piso del otro lado.

Sin embargo, después de que aquella sombra la despertara durante la noche y ella la viera desaparecer tras la puerta, empezaron a ocurrir cosas muy extrañas: soñaba con figuras negras de ojos rojos y afilados dientes que la ponían nerviosa, los ratones de circo del señor Bobo le mandaban mensajes (“No cruces la puerta”, decían) y los posos del té leídos por sus amables vecinas le auguraban tan terribles peligros que a la señorita Spink no le quedó más remedio que regalarle una piedra con un agujero en el centro para que la protegiera frente a las adversidades.

Esta perspectiva, lejos de amedrentarla, le infundió el valor suficiente para que la curiosidad dejara a un lado al miedo. Por eso, en cuanto sus padres la dejaron sola, Coraline cogió la llave negra y abrió de nuevo la puerta. Esta vez los ladrillos habían desaparecido sustituidos por la oscuridad de un pasillo que la invitaba a atravesar el umbral y a penetrar en un mundo paralelo en el que las cosas y los que allí vivían parecían ser los mismos que los que había dejado atrás, aunque no lo eran en absoluto.

Lo terrible no había sido sumirse en la oscuridad en la que algo se movía, sentir el ulular de un viento fantasmal, escuchar murmullos de voces extrañas dentro de su cabeza, notar que el corazón le latía con tanta fuerza que estaba a punto de estallar o saber que existía otra madre, de piel blanca como papel, de cuyas manos surgían unos dedos demasiado largos que no paraban de moverse, acabados en unas uñas curvas y afiladas de color rojo oscuro y cuyos ojos, como los de todos los "humanos" que allí vivían, no eran sino dos grandes botones negros y brillantes. Lo realmente aterrador había sido descubrir que había de jugar con ella a un juego siniestro para recuperar a sus padres y las almas de los otros niños encerrados detrás del espejo.

Y eso que, paradójicamente, y sólo por un momento, Coraline había creído que se había hecho realidad aquello que tanto había deseado: una comida deliciosa, unos juguetes maravillosos, unos padres atentos y cariñosos que le pedían que se quedara con ellos para siempre... pero que a cambio exigían algo que ella no estaba dispuesta a ofrecer.

En ocasiones, lo peor que puede ocurrir es que los deseos se hagan realidad, porque traspasada la puerta ya no hay vuelta atrás. Sólo se puede regresar si se consigue ganar el juego de exploradora propuesto, a sabiendas que la otra madre no tiene intención de dejarnos marchar ni va a mantener su palabra.

Esta novela llena de reminiscencias de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carrol -hay un gato negro que aparece y desaparece a su antojo (como el Gato de Cheshire); unos vecinos que confunden su nombre (como a Alicia, a quien el Conejo Blanco llamaba Mary Ann); una antigua puerta que abrir con una llave negra (una pequeña puerta que abrir con una llave de oro); las canciones de Coraline (los versos de Alicia); una puerta (un espejo) que atravesar para pasar al otro lado y llegar a un mundo repleto de personajes inquietantes...- no es solo un libro para niños (y para mayores que nunca dejaron de serlo).

"No se ha terminado, ¿no?", dijo Coraline: Los que disfrutamos leyendo la novela, y los que no lo han hecho todavía, podemos ver a nuestra heroína convertida en un personaje de cómic, gracias a la adaptación que P. Craig Russell ha hecho de la obra de Gaiman, y, proximamente, en la protagonista de la película de animación dirigida por Henry Selick (podéis ver dos trailers aquí y aquí) y cuyo estreno está previsto para principios del año 2009.

No hay que ser impacientes, ya queda menos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

DE Giuseppe:
Este Coraline lo tengo en pendientes junto con Los hijos de Anansi, pero la obra de Gaiman en su vertiente literaria esta muy bien, tanto Neverwhere como American Gods me gustaron mucho, la recopilación de Humo y Espejos es algo mas irregular.
Publicado ahora por Roca editorial tiene al menos dos titulos en bolsillo muy asequible: Stardust y Los hijos de Anansi.

Susana dijo...

Pues espero no haberte desvelado nada. Ya se que no te gusta leer nada sobre los libros que aún tienes pendientes.
Tomo nota de tus recomendaciones. Por cierto, ¿me prestarás Neverwhere este verano? Prometo leerla siguiendo tus estrictas condiciones.

Giuseppe dijo...

No problemo

nectarina dijo...

Hola Susana,
Estupenda entrada sobre Coraline, también el post sobre la adaptación al cómic de Russell es una gran aportación.
He vuelto a toparme contigo cuando iba a escribir en mi blog sobre esta obra:

http://www.trazosdetinta.com/coraline-y-los-lobos-de-la-pared-de-neil-gaiman-y-dave-mckean.php#more-426

También os he añadido en mi blogroll.
Enhorabuena por vuestro trabajo.
Saludos

Susana dijo...

Está bien eso de compartir opiniones sobre las historias que nos gustan y los autores que las hacen posibles. Ah, y gracias por el enlace.
Nos leemos.