En estos casos, y sin poder evitarlo, mi mente (que frecuentemente va por libre) pasa a tener en consideración a la editorial que publica a ese autor; así que empiezo a mirar en su catálogo qué puede haber de interesante, porque mi subconsciente cree que se podrá repetir el placer literario conseguido.
De esta forma pasé a pensar en la Editorial Bibliópolis (ahora Alamut) como un sello de fantasía moderna, adulta y con autores nuevos (algunos del este de Europa), así que, después de Sapkowski, leí “La frontera del Norte”, del también polaco Félix W. Kres, y la novela que hoy trato de reseñar: “El último anillo”
Kiril Yeskov utiliza la obra de Tolkien y su Tierra Media para hacer una historia que “ofrece el punto de vista del orco”, en una especie de continuación de la Guerra del Anillo. Obviamente, al no ser una “continuación autorizada”, por problemas lógicos de derechos, modifica los nombres de los personajes y elementos geográficos que le interesa tomar: Umbror en lugar de Mordor, Altagorn por Aragorn, Gandrelf en vez de Gandalf, o Aramir por Faramir, entre otros.
“El último anillo” se divide en cuatro partes autónomas, pero tan diferenciadas que no terminan de engarzar, como en un puzzle falto de alguna pieza, por lo que el hilo narrativo se pierde un poco.
“El último anillo” se divide en cuatro partes autónomas, pero tan diferenciadas que no terminan de engarzar, como en un puzzle falto de alguna pieza, por lo que el hilo narrativo se pierde un poco.
En la primera parte, en donde más referencias hay a “El Señor de los Anillos”, se van narrando las causas y lo hechos más importantes de la guerra, desde la perspectiva del vencido. Los altivos Elfos tratan de mantener su hegemonía sobre Midgard con la ayuda del Consejo de magos y la imprescindible e interesada alianza con los Hombres; el primer paso es exterminar a los orcos, seres horribles y viles que han entrado en la senda de la tecnología y han hecho de Umbror “el taller del mundo”. Se presentan tres de los protagonistas, los umbrorianos, Haladdin y Tserleg, y el humano Tangorn (todos de cosecha rusa), que recibirán la misión de salvar Midgard de manos de uno de Espectros de Auron (Sauron).
La segunda se centra en la contienda por el control de territorio de Lunien (Ithilien) entre Altagorn, rey de Pietror (Gondor), y el príncipe Aramir, el teórico gobernante. Si en esta parte la novela de espías y diplomacia empieza a superponerse al género fantástico, en la siguiente, “Gambito opariano”, la fantasía queda prácticamente asfixiada por los juegos de ajedrez (el gambito es una jugada en la que se sacrifica una pieza para obtener una posición más favorable) en la ciudad de Opar, entre los servicios secretos de Pietror y Lunien, con Tangorn de protagonista. La recreación de esta ciudad -sus canales, la policía, los bajos fondos, los juegos de poder- nos transporta más a una Venecia entre los siglos XVI al XVIII que a una urbe “contemporánea” a la Comunidad del Anillo.
En el último acto llegamos a los bosques de los elfos, donde veremos como su organización política -Emperatriz absolutista, Emperador pusilánime y Consejo de los Klofoel dividido en facciones- no tienen nada de la habitual visión romántica e idealizada.
El drama final se decide también en el Monte de Fuego (del Destino).
El problema es que esta novela está concebida para ser leída después de haberlo hecho con “El Señor de los Anillos”y no podría entenderse hacerlo de forma independiente, ya que se omiten descripciones de personajes y situaciones que se desarrollan en los libros de Tolkien. Eso libera al autor de una de las tareas más importantes (e interesantes) que ha de acometer un escritor de fantasía: crear un mundo creíble y con lógica por más seres imposibles, elfos, trolls o dragones que puedan aparecer.
El problema es que esta novela está concebida para ser leída después de haberlo hecho con “El Señor de los Anillos”y no podría entenderse hacerlo de forma independiente, ya que se omiten descripciones de personajes y situaciones que se desarrollan en los libros de Tolkien. Eso libera al autor de una de las tareas más importantes (e interesantes) que ha de acometer un escritor de fantasía: crear un mundo creíble y con lógica por más seres imposibles, elfos, trolls o dragones que puedan aparecer.
Esto, a mi modo de ver, es un lastre, porque se echa en falta un escenario más detallado y real; mientras los personajes de creación propia tienen una psicología o personalidad, los “tomados prestados” no brillan, se quedan en meros reflejos de los auténticos y tienen además papeles más bien secundarios.
Resulta inevitable identificar las partes enfrentadas con el mundo dividido entre Este–Oeste de la Guerra Fría, dicho esto sin pretender considerar esta lectura como un panfleto político, sino como una invitación a reflexionar sobre cómo valorar la información que recibimos y que no hay que juzgar sin escuchar a todas las partes implicadas.
Aunque el autor sea ruso y el libro tenga casi 450 páginas, su lectura no resulta una empresa imposible. Excepto en momentos puntuales el estilo es claro, nada farragoso. A pesar de que hay bastantes momentos curiosos y divertidos, no es ésta una novela de humor al estilo de Terry Pratchett. No se queda sólo en la parodia o la ironía, sino en un ejercicio interesante que hubiera tenido un mejor resultado literario (y obviamente una menor repercusión) si se hubiese prescindido de la herencia de Tolkien.
Aunque el autor sea ruso y el libro tenga casi 450 páginas, su lectura no resulta una empresa imposible. Excepto en momentos puntuales el estilo es claro, nada farragoso. A pesar de que hay bastantes momentos curiosos y divertidos, no es ésta una novela de humor al estilo de Terry Pratchett. No se queda sólo en la parodia o la ironía, sino en un ejercicio interesante que hubiera tenido un mejor resultado literario (y obviamente una menor repercusión) si se hubiese prescindido de la herencia de Tolkien.
La Editorial Alamut está reeditando parte del fondo de Bibliópolis-Fantástica, cambiando las portadas de algunas de las anteriores ediciones, a mi modo de ver con un resultado poco afortunado. Aquí encontramos una foto (donde esté una buena ilustración…) de unas manos enfundadas en unos guanteletes que aferran una espada, una imagen que no representa para nada lo que nos vamos a encontrar, y aunque la anterior portada era casi más engañosa, al menos era más bonita.
Todo lo anterior, de forma un poco “literaria”, se podría resumir en: aquello que confiaba encontrar no lo hallé, más, lo que leí, fue de mi agrado.
2 comentarios:
¡Vaya, Giuseppe, qué cosas digo! Este libro lo tuve en mis manos pero como no me acaban de convencer "las segundas partes basadas en ..." lo dejé de lado. Así que tú me acabasde convencer del todo para no leerlo. Gracias por la reseña.
Bueno, la idea de la reseña no era precisamente desaconsejar la lectura de El ultimo anillo. Como digo al final es un libro que me ha gustado bastante, PERO que no es lo que parece. Se le puede dar una oportunidad, aunque sea via biblioteca publica.
Publicar un comentario