Dirección: Federico Fellini.
País: Italia.
Año: 1974.
Duración: 127 min.
Interpretes: Armando Brancia, Magali Noel, Luigi Rossi, Puppela Maggio, Ciccio Ingrassia, Nando Orfei.
Distribuida en España por Warner Home Video.
Hoy toca de nuevo hablar del gran maestro italiano Federico Fellini, y más concretamente de una película, por la que siento un especial cariño y predilección, al ser la primera que tuve la suerte de ver de este director, hace ya bastantes años, gracias a que un amigo con bastante buen gusto en esto del cine me la prestó. Personalmente me parece su mejor película, por supuesto de entre las que he podido ver, es más, incluso diría que es una de las mejores películas europeas de todos los tiempos, y que cualquier cinéfilo no debería perderse por nada del mundo.
Hay sin duda algo especial en la forma de contar historias por parte de Fellini, algo que lo hace particularmente diferente, y a la vez tan cercano a todos. Sin duda alguna, Fellini tenía un modo muy particular de entender la vida, era un director único en la forma que tenía de presentar sus historias, y digo sus historias, porque incluso cuando representaban pequeños retazos vividos a lo largo de su vida, aunque eso sí, rellenados con ciertos adornos necesarios para conseguir hacer más atrayentes las historias, anécdotas y personajes, era un director capaz de hipnotizar al espectador simplemente con eso. Fellini consigue dar una gran sensación de coralidad en la historia de este pueblecito de la Italia fascista de los años treinta, siempre mostrándonos historias que se sienten muy cercanas a la gente de la calle, en su mayoría, representando a la clase media, construyendo siempre historias reales, quizás vividas cientos de veces, pero que reflejan perfectamente esas pequeñas historias tan importantes en la vida de cada uno. Todo ello, por supuesto con ese toque tan característicamente felliniano, donde cualquier anécdota, por pequeña que sea, consigue acaparar nuestro interés, sin que podamos apartarnos de la pantalla, y sin dejar un momento de respiro al espectador.
Fellini deforma la realidad a su gusto, representando a una sociedad que tiende a lo exagerado, pero siempre partiendo de situaciones perfectamente reales. La historia esta llena de cientos de detalles conformando una perfecta estructura que funciona perfectamente por separado, pero que en conjunto se acopla como si se tratase de una perfecta tela de araña, de tal forma, que parece imposible que ese torrente de ideas, personajes y situaciones que van pasando por delante de nuestros ojos, consigan acoplarse con esa fluidez, naturalidad y sencillez, que parece insultante para cualquier director de cine que esté comenzando.
La historia esta llena de escenas memorables, unas veces ridículas, y otras veces surreales, pero siempre con ese toque felliniano tan caracteristico. Una parte muy importante de la historia, gira entorno de las vivencias de unos adolescentes en pleno periodo de descubrimiento de la sexualidad, donde las ganas y la imaginación, cobran un papel fundamental, movidos por impulsos fantasiosos y sensaciones pecaminosas, en una sociedad que no olvidemos, está marcada por la rigurosidad religiosa. Sólo con recordar la famosa escena de la estanquera, que tantas veces se ha pasado por televisión, o la obsesión durante toda la película por los culos que van apareciendo, incluyendo los de una estatua. Por otra parte, nuestro personaje principal Titta, personaje que sirve en parte como hilo conductor de esta historia, muestra una imaginación desboradantemente sexual, que veremos por ejemplo, durante su confesión con el cura del pueblo, o en la escena onanista que conjuntamente tienen en un coche un grupito de chicos, intercambiando en voz alta, sus fantasías del momento.
Para no hacer largo esto, pues uno no se cansaría de recordar todo tipo de detalles, y no es cuestión de dar la paliza demasiado, me gustaría destacar sobretodo tres momentos memorables en esta película. El primero es cuando vamos viendo los diferentes profesores que van desfilando por la clase, momento divertidisimo, y que sin duda es una de las partes en la que más personajes de tipo felliniano veremos. La segunda escena memorable es cuando al tío de Titta, Teo, internado en un manicomio, y que sale una vez al mes acompañado por su familia, se le cruzan los cables y sube a un árbol con un montón de piedras en los bolsillos, exigiendo que le traigan a una mujer, y gritando "¡¡Quiero una mujer!!" repeliendo a base de pedradas a cualquiera que se le acerque. Y por ultimo, y para mí el mejor momento de la película, es cuando en una comida familiar, los padres de Titta, empiezan a amenazarse con matarse, pues no aguantan más, y más que parecer una escena dramática, consigue producir tal descojone, que parecen, más que nada, una familia de sainete, como muy bien dicen ellos.
Si queréis pasar un buen rato, viendo el deambular de unos personajes, que si bien no se pueden catalogar de demasiado normales, pues son de lo más variopinto, sí que os puedo asegurar que son difíciles de olvidar. Decadentes, grotescos, obscenos, irónicos, ridículos y desternillantes por momentos, donde por momentos parece que todos hablen a la vez, siempre haciendo cosas, siempre ocurriendo algo, en una película en la que por cierto habría que destacar, con letras mayúsculas, la banda sonora compuesta por Nino Rota, compositor también de La Strada, consiguiendo hacer una de las más bellas partituras que jamás se ha compuesto en el cine.
En definitiva, una obra maestra indiscutible, filmada para ser estudiada y no perder detalle, pero sobretodo para disfrutarla muchísimas veces.
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