Hace ya más de una semana que la décima edición del Expocómic de Madrid cerraba sus puertas. Para un madrileño comiquero como yo, ya empieza a dar vértigo temporal echar la vista atrás y rememorar tantas ediciones de un evento que, poco a poco, ha ido haciéndose un hueco tanto en el panorama de nuestro país, como en la memoria colectiva de un buen número de aficionados.
Esta edición tuvo lugar en el Pabellón de Convenciones de la Casa de Campo de Madrid durante los días 29 y 30 de Noviembre y 1 y 2 de Diciembre. Ya que hablamos del lugar, y para así finiquitar los aspectos a criticar lo antes posible, y guardar el buen sabor de boca para el final, es inevitable comentar una vez más lo incómodo de las características del recinto, en cuánto a la condensación de los diferentes espacios en una misma sala.
Si bien es cierto que las exposiciones (que EduXavi se encargará de comentaros próximamente, y que estuvieron dedicadas a la obra de Mark Buckingham, Jose Mª Martín Saurí, y al colega Tirso Cons, de meteórica y fructífera carrera) se encuentran cómodamente asentadas desde hace ya unos cuantos años en la galería superior de la que consta el pabellón, el lugar donde tienen lugar las mesas redondas, charlas, sesiones de firmas y demás, al situarse entre los últimos stands comerciales, y por mucho espacio que se le dedique, resulta incómodo para los asistentes e interesados en estas actividades. Cualquier esfuerzo por aislar mínimamente esta parte de las actividades que nos ofrece el Salón (y me consta que el laborioso equipo organizador de la AEAC sería de los primeros en agradecer tal oportunidad) sería de agradecer para próximas ocasiones.
Una foto del anteriormente descrito espacio para las mesas redondas
Zanjado este asunto, puede decirse que el Salón de Madrid goza, como viene observándose en las últimas ediciones, de una creciente y buena salud, sin duda gracias a los antes mencionados miembros de la Asociación Española de Amigos del Cómic y su buen hacer. Cada vez son más medios generalistas los que acuden a esta cita anual, y se puede observar que las entidades colaboradoras van creciendo en número.
Un ejemplo gráfico del éxito de las sesiones de firmas
Este año las sesiones de firmas provocaron alguna anécdota que otra debido al fervor demostrado por algunos aficionados, poco conscientes del carácter excepcional que tiene el hecho de que muchos autores realicen dibujos o bocetos de forma gratuita durante la mayor parte del tiempo dedicado a estas sesiones, que como bien vino a recordar cierta sabia voz proveniente desde las alturas en una de las alborotadas tardes del fin de semana, se llaman "sesiones de firmas" por una razón, y no "sesiones de dedicatorias".
A modo de anécdota personal, mis más sinceros agradecimientos a ese artistazo que es Víctor Santos, que para acompañar el lanzamiento de su fabuloso Works (excelentemente editado por el detallista equipo de la línea Siurell de Dolmen Editorial) obsequió a los asistentes a sus sesiones de firmas no con un dibujo, sino con dos. Un rápido boceto en las primeras páginas de la obra, y otro más elaborado en un soporte aparte (la estupenda Puñal que me dedicó aparecerá tarde o temprano en otro post de este mismo blog).
Cels Piñol y Ramón F. Bachs impartiendo una de sus clases magistrales
Antes de acabar esta humilde crónica, resulta inevitable romper una lanza en favor de los fanzineros, que este año se encontraban en la parte del pabellón más cercana a la puerta, y que tuvieron que soportar las inclemencias climáticas, más frías que en otras ediciones, pero menos lluviosas, por otro lado.
Un vistazo a algunos stands
Una año más, ahora no toca sino esperar a la próxima edición, siempre con ganas de pasar tan buenos momentos como este año o en los anteriores, cruzando los dedos para que los autores visitantes sean del agrado de cada uno, las exposiciones sigan sorprendiendo y deleitándonos, y las charlas y encuentros con amigos y colegas se prodiguen tan satisfactoriamente como de costumbre.
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