"El anuncio de que se está haciendo tarde para la cena coge a la leyenda del cómic underground Robert Crumb sentado bien atento, murmurando una melodía y balanceándose con las manos sobre las rodillas.
Hace unos treinta segundos que el altavoz mono escupe la mugre acumulada durante ochenta años en los surcos de la bellísima tonada hilbilly Lost child, registrada por los hermanos Stripling en Alabama en los rurales años veinte. Cualquiera que sepa algo sobre Crumb ya supondrá que la canción, que él mismo ha escogido con las manos recién lavadas entre su colección de 5.000 discos raros de 78 revoluciones, debe terminar antes de que el mundo moderno continúe marchando.
Por lo que a él respecta, el resto de la vida podría pasar así. Bien cerca del viejo amplificador de válvulas. Absorto en la música y soltando frases como: "La muerte me preocupa menos de lo que solía, ahora que la veo de cerca no encuentro las razones para pasarme el día lamentándome, sintiéndome miserable y acongojado".
Algo así sólo puede estar sucediendo en el Crumbland, una casa de piedra sobre el río, con siete plantas atiborradas de cosas bonitas y una arcaica fotocopiadora Xerox por toda concesión a la tecnología. Desde sus ventanas se domina Sauve y las tierras de viñedo que rodean a este pueblo medieval encaramado a las colinas de la región francesa de Languedoc Roussillon igual que uno de sus esmirriados personajes treparía por la anatomía de una mujerona".
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Un saludo cordial.
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