La mayoría de nosotros conocemos de J.R.R. Tolkien sus grandes obras : “El Señor de los Anillos”, “El hobbit”, “El silmarilion”. Pero mientras realizaba estas obras también escribía obras cortas, poemas, cuentos infantiles y otros relatos para su propio divertimento. Una selección de estos relatos cortos la tenemos en “Cuentos desde el reino peligroso” de la Editorial Minotauro en 2008 e ilustrada por Alan Lee.
Estos relatos cortos están rebosantes de contenido y nos ayudan a tener una idea más exacta y precisa de Tolkien y de sus tesis que defiende a lo largo de toda su obra. Sus tesis religiosas están basadas en las enseñanzas tradicionales de la Iglesia Católica, que se proyectan en su universo narrativo sin que ello frene su imaginación. Otro de sus temas es la problemática del artista-creador, la suya propia. Tolkien concibe el trabajo como un medio de servicio a la sociedad y a partir de aquí es el vehículo de nuestra superación para llegar al Más Allá. En este entorno el artista-creador tiene una importancia crucial, pues su contribución a la sociedad tiene la virtud de poner al alcance de los demás los atisbos del reino de la Fantasía que sólo vislumbran unos pocos. Este reino no es una ilusión, es un mundo de espiritualidad, una antesala del Infinito. Además de la defensa de los valores tradicionales y su concepto personal del artista, Tolkien se enfrenta a un tercer problema: el tiempo, su estrechez para nuestras ansias y la inutilidad de nuestros esfuerzos para dominarlo. Era un gran problema para Tolkien: siempre le faltaba tiempo para realizar sus obras, tanto literarias como de la Universidad o de su vida cotidiana. Muchas veces se sentía agobiado por la falta de tiempo.
Para hacer el comentario de estos relatos no sigo el orden en que aparecen en el libro. He intentado seguir el orden por año de escritura y por enlace lógico, según mi criterio, claro, porque al leerlos uno me llevaba a otro, por la temática o bien la atmósfera de la escritura.
Durante los años veinte y treinta del siglo pasado, la imaginación de Tolkien siguió dos caminos paralelos. De un lado los relatos compuestos por pasatiempo, y muchas veces, sólo para entretener a sus hijos. Del otro, los temas mayores por lo general asociados con sus propias leyendas. Nada se publicaba, aparte de unos pocos poemas presentados en el Oxford Magazine, los cuales hacían pensar a sus colegas que éste se divertía con dragones y hombrecillos: un pasatiempo inofensivo, aunque un poco infantil.
Los relatos habían comenzado ya cuando sus hijos eran pequeños. John, el mayor, solía tener dificultad para dormirse. Su padre se sentaba a su lado en la cama y le narraba historias. De este modo Tolkien descubrió que podía utilizar la imaginación de la que se valía para desarrollar las complejidades de “El Silmarilion”, en inventar historias más sencillas. Tenía un sentido del humor amable e infantil el cual se manifestaba a medida que sus hijos crecían, en la forma en que jugaba con ellos, en los cuentos que creaba para Michael, el segundo hijo, cuando tenía pesadillas.
En el verano de 1925, mientras estaba de vacaciones con su familia en Filey, Tolkien escribió un extenso relato para John y Michael. Su hijo menor había perdido en la playa un perrito de juguete y para consolarlo, su padre creó las aventuras de Rover. Rover es un perrito que molesta a un mago y éste le convierte en juguete. El niño que se convierte en su dueño, lo pierde en la playa. Y aquí empiezan sus aventuras. En la playa vivía el más viejo hechicero de la arena: Psámatos Psamátides que se compadece de Rover al contarle su historia. El perrito se entera que el brujo que lo ha hechizado es el brujo Artajerjes. Psámatos le puede devolver a casa pero no darle el tamaño real, para no reñir con Artajerjes. La gaviota Mew es la encargada de llevarlo lejos de allí. Atravesando el mar y por la senda de la luna, llegan al Hombre de la Luna. Recorre el lado oscuro y el lado blanco de la Luna. Conoce al Dragón Blanco y tiene otras aventuras hasta que es hora de volver a la tierra. De nuevo en el mar es la ballena Uin la encargada de llevarlo con Artajerjes que se ha casado y es el mago de los mares. Rover convive con ellos una temporada teniendo más aventuras como la vivida con la serpiente del mar. Como a pesar de todo Artajerjes es un mago de tierra, regresa a tierra firme y por fin Rover vuelve a la normalidad.
Tolkien escribió la historia con el nombre de “Roverandom” y con el propósito único y limitado de consolar a su hijo. Muchos años más tarde la ofreció a sus editores como una posibilidad muy remota, y entre varias, de continuar “El hobbit”. No fue considerado adecuado en esta ocasión y Tolkien no volvió a pensar en publicarla. Este relato fue por fin publicado setenta años después, en 1998 (en España en Editorial Minotauro, 1998). Son las aventuras y travesuras de un perrito paro también hay elementos peligrosos: dragones, arañas, zonas pantanosas y otras calamidades que son sumamente sugestivas.
El entusiasmo de los niños por “Roverandom” alentó a Tolkien a escribir más cuentos destinados a entretenerlos. Muchos fueron comenzados pero nunca fueron terminados. Algunos no pasaron de las primeras frases. Entre otras narraciones iniciadas y abandonadas enseguida está la de Tom Bombadil que describe a un personaje destinado a ser un héroe. Sobre el papel la historia no pasaba de ahí. Pero Tom Bombadil era una figura muy conocida de la familia Tolkien puesto que su origen lo tenía en un muñeco holandés de Michael. El muñeco, con su pluma en el sombrero, era espléndido. Pero a Michael no le gustaba y un día lo arrojó a la taza del water. Tom fue rescatado, sobrevivió y se convirtió en el héroe de “Las aventuras de “Tom Bombadil” que fue publicado en el Oxford Magazine en 1934. En “Tom Bombadil” se recogen 16 poemas. Nos presentan a Tom, muestra sus andanzas, sus aventuras y desventuras, sus viajes. Otros nos hablan con tono alegre y festivo del Hombre de la Luna o las desgracias de los trolls. Otros son más épicos y nos hablan de guerreros y dragones. Otros, con tono más intimista y lírico, nos hablan de seres inmortales.
Por sus características, el poema parece el esbozo de una obra mayor y cuando se estudió la posibilidad de una continuación de “El hobbit”, Tolkien sugirió a sus editores que podría darle una extensión adecuada. No se aceptó la idea pero Tom y sus aventuras se incorporaron a “El Señor de los Anillos” en 1954. Mucho más tarde ya en 1961 su tía Jane Neave, de ochenta y nueve años, le preguntó por carta “ y no podía editar un libro pequeño que hablara de Tom Bombadil, ese tipo de libro que nosotros los ancianos podemos comprar como regalo de navidades”. El resultado fue “Las aventuras de Tom Bombadil”. Los poemas elegidos para esta obra habían sido escritos, en su mayoría, entre 1920 y 1930, con las excepciones “Bombadil sale en barca”, compuesto especialmente para el libro, y “Gato”, escrito en 1956 para entretener a su nieta Joanne. El libro publicado en 1962 está ilustrado por Pauline Baynes y apareció justo a tiempo de alegrar los últimos días de la tía Jane Neave, que falleció poco después. La Editorial Minotauro, para celebrar su 50 aniversario, publicó en el año 2005 “Las aventuras de Tom Bombadil” en versión bilingüe y con las ilustraciones originales de Pauline Baynes (podéis leer la reseña que escribí en su momento sobre esta obra pinchando aquí).
El estallido de la II Guerra Mundial en 1939 no tuvo efectos inmediatos sobre la vida de Tolkien, pero la vida familiar se trastocó. Con la guerra el carácter de la universidad va cambiando y Tolkien debe amoldarse a dar cursos a los cadetes antes de iniciar su vida de oficiales. La angustia por la guerra se debe tanto a motivos ideológicos como personales. Seguía escribiendo en lo que sería “El Señor de los Anillos” pero en 1940 se interrumpe su redacción durante casi un año. A pesar de todo sobre 1942 creía que ya estaba terminando. Intenta resolver la obra en unos pocos meses pero ya en 1943 reconoce que está “mortalmente cansado”. Gran parte de sus dificultades era su perfeccionismo. Escribía un libro muy extenso pero quería que cada detalle se adecuara al plan total: geografía, mapas, cronología, tiempos y distancias, fechas, fases de la luna. La creación de nombres centraba gran parte de su interés, los lenguajes élficos se sofisticaban. La guerra le ponía delante una vez más, la tragedia de que cuando menos lo esperamos tendremos que abandonar esta vida dejando atrás nuestra obra inacabada.
Tenía 51 años, estaba cansado y temía no lograr nada. Fue entonces cuando su vecina le comentó que se sentía molesta porque un gran álamo le quitaba el sol a su jardín y además temía que algún temporal lo derribara sobre la casa. El álamo ya había sido podado y mutilado, y aunque Tolkien logró salvarlo, recapacitó mucho sobre el incidente. Estaba ansioso por su “árbol interno”. Una mañana despertó con un cuento en la mente y enseguida hizo un bosquejo. Era la historia de un pintor llamado Niggle que, como Tolkien, “se preocupaba por los detalles” (To niggle: ser minucioso, preocuparse por los detalles).
Niggle era un hombre que tenía que hacer un largo viaje pero lo posponía todo lo que podía. Era pintor y no muy famoso. Tenía muchas cosas que atender pero no podía evitarlas, así que dedicaba poco a su pintura. Tenía varios cuadros empezados pero había uno en particular que le preocupaba. Había empezado como una hoja pero se convirtió en árbol y a través de él veía un hermoso paisaje con prados y al fondo unas montañas. Quería terminarlo antes del viaje pero siempre surgían recados, visitas u obligaciones. Comprendía la necesidad del bien común pero también sentía la necesidad de su propia realización.
Es una de las narraciones más simbólicas y al mismo tiempo más clarificadoras del pensamiento de Tolkien. Los momentos previos fueron tensos y llenos de preocupaciones. Tolkien teme que la catástrofe pueda afectarle de modo directo y parece sentir la necesidad de hacer balance de su vida y de su carrera. “Hoja de Niggle” pretende ser una justificación del trabajo literario realizado hasta el momento, al tiempo, que como Niggle, sentía que se veía obligado a abandonar su obra mucho antes de que estuviera terminada. Pero está convencido de su esfuerzo y este convencimiento es el que trata de compartir con los demás.
Descubrimos en Niggle al propio autor: la entrega a su vocación sin abandonar las obligaciones que tiene para sus semejantes y su intento de recrear a través del trabajo artístico la realidad espiritual. Está narrado de manera que uno siente el agobio personal de Niggle y nos indignamos porque no puede realizar su obra, que es su sueño, su necesidad. A mediados y al final del relato comprendemos que el sacrificio de Niggle no ha sido en vano porque consigue su sueño y abre camino a futuros creadores.
Tolkien en algún momento de los años treinta escribió “Egidio, el granjero de Ham”, quizá para entretener a sus hijos pero, sin duda, por placer personal. La narración está ubicada en el “Pequeño Reino” que es Oxfordshire y Buckinghamshire, un pueblo a pocas millas de Oxford, donde ya ejercía su cátedra en la Universidad. La primera versión del cuento es sencilla y directa y con un humor del propio estilo narrativo y de los acontecimientos que nos cuenta. Fue propuesta como posible continuación de “El hobbit” y considerada excelente pero los editores opinaron que no era lo que se requería en ese momento.
A principios de 1938, Tolkien debía dar una conferencia sobre cuentos de hadas para una sociedad de estudiantes del Worcester College. No la escribió pero decidió leerles “Egidio”. Al reconsiderar el relato, pensó que podía mejorarlo y lo convirtió en una narración más larga, con un humor más sofisticado. Fue muy bien aceptado por el público. Esta versión revisada sí fue aceptada con entusiasmo por los editores, pero la guerra y el desacuerdo de Tolkien con el ilustrador propuesto, determinó que el libro apareciera en 1949 con dibujos de la joven artista Pauline Baynes (que posterior mente ilustraría otras obras de Tolkien, como el mencionado “Las aventuras de Tom Bombadil”). Ella y su marido llegaron a ser amigos de la familia Tolkien.
“Egidio, el granjero de Ham” no causó mucho entusiasmo en su momento y sólo cuando el éxito de “El Señor de los Anillos” se reflejó en las ventas de los demás libros, alcanzó un gran público. Egidio es un honrado granjero que vive en un mundo sin prisas ni ajetreos, ocupado de sus asuntos y sin interesarse por el mundo exterior. Una noche de verano un gigante bajó de las montañas causando destrozos en sus tierras. Con su perro y su trabuco salió a defender sus tierras con tan mala suerte que se le dispara el trabuco y hace huir al gigante. Considerado como un héroe su fama llega a la corte. El rey le envió una carta y una vieja espada. Ya en invierno, un dragón baja de las montañas acuciado por el hambre y los relatos de los valles del gigante. Como ningún caballero acude para retar al dragón, los del pueblo exigen a Egidio que actúe él sólo. Ante el brillo de su espada y la audacia de Egidio, el dragón se rinde y promete llevarle sus riquezas. Pasa el tiempo y la promesa no se cumple. El rey decide enviar a sus caballeros y a Egidio pues piensa que esas riquezas deben ser suyas. El dragón no está dispuesto a deshacerse de sus riquezas pero la presencia de Egidio y de su espada, le convencen. Todos los caballeros han huido sin presentar lucha así que Egidio decide volver a casa y no darle nada al rey. Se lleva al dragón cargado de riquezas y vive con holgura en su pueblo. El rey le exige la devolución del tesoro y al negarse por tres veces Egidio, va personalmente al pueblo. Egidio y su dragón le hacen volver sin conseguir nada. El final de la historia es de lo más lógico y práctico.
“Egidio” es una obra en la que Tolkien se burla de los hipócritas, arribistas, vanidosos y parásitos de siempre, tratando que nos llegue la moraleja final. Este cuento es, sin dudar, el más conseguido y divertido de sus relatos. Pero las circunstancias ambientales, profesionales y personales de Tolkien, nos dan a entender este divertimento. La vida familiar transcurría tranquilamente, el fin de la guerra y la victoria aliada contribuía a felicidad, estaba consolidada su posición universitaria. Pero sobre todo su creación literaria estaba encaminada: “El hobbit” se iba abriendo camino y “El Señor de los Anillos” estaba muy avanzado. Este relato fue una manera de dar forma a su satisfacción personal.
Con humor e ironía nos muestra que la verdadera grandeza sólo se encuentra en la humildad. Quiere demostrar que lo importante de las ideas y principios es como se llevan a la práctica y el empeño que se pone en hacerlo lo más honradamente posible. Presenta una inteligente y amable crítica social. Defiende un modo de sociedad que a él le gustaría disfrutar. Consigue un relato simpático, ágil y fácil de leer del que los actuales lectores sacamos nuestras conclusiones y además nos divertimos con las aventuras y ocurrencias de este héroe paleto, un antihéroe que soluciona los problemas, llamado Egidio.
Tolkien se retira de su cátedra en 1959. Alejado del mundo universitario, sin sus reuniones con profesores e intelectuales, se siente desplazado y fuera de lugar en una sociedad y en una forma de vivir totalmente burguesa. Sus ánimos no son buenos y en 1963 muere su amigo C.S. Lewis, lo que le lleva a una profunda depresión y pesimismo. Tolkien consiguió que esta depresión diera frutos positivos. La preocupación por su futuro y el dolor por la proximidad de la vejez le llevaron a escribir “El herrero de Wootton Mayor”.
En el pueblo de Wootton Mayor se celebra la fiesta de los Veinticuatro, dedicada a los niños que se celebra cada veinticuatro años. El Maestro Cocinero realiza una gran tarta. Esta vez, con su aprendiz, debe ser una tarta muy dulce y bonita. Coloca chucherías y regalitos e incluye una estrellita. Su aprendiz le advierte que viene de Fantasía y que tenga cuidado. Es el niño del herrero quién, sin saberlo, se la come. Pasan los años y el aprendiz llega a Maestro Cocinero y el niño crece y llega a ser un gran maestro herrero capaz de realizar bien su trabajo, con acierto y belleza. Al tiempo realiza ciertos viajes que le llevan a Fantasía guiado por su estrella. Llega el momento que debe entregar su estrella, dar paso a nuevas generaciones para que conozcan ese fantástico y peligroso Reino.
El relato surgió de forma curiosa. Un editor americano pide a Tolkien que escriba el prólogo de una nueva edición de “La llave dorada” de George MacDonald. Por regla general, rechazaba este tipo de invitaciones, pero ésta, sin razón especial, la aceptó. Comenzó a trabajar a fines de enero de 1965, un momento en que su ánimo estaba particularmente decaído. Sin embargo continuó su labor como si quisiera demostrarse a sí mismo, que aún era capaz de trabajar. Comenzó a explicar a sus jóvenes lectores, a quienes iba dedicada la edición, el significado del término hada (fairy). Esta narración sólo debía extenderse una frases. Pero siguió hasta que Tolkien se dio cuenta que tenía vida propia y debía completarse como un texto aislado. Este relato sería “El herrero de Wootton Mayor”. El prólogo no fue terminado.
Esta historia se refería estrecha y conscientemente a él mismo. Dijo de ella que era “la historia de un anciano, lleno de presagios de la partida” y “escrita con profunda emoción, en parte extraída de la experiencia de la soledad, del retiro y de la vejez”. Narrado con delicadeza, serenidad e incluso diría, con cariño, prepara su relevo, sabe que se aproxima el final y que se acerca el momento que debe entregar su estrella, su inventiva. La vida le ha hecho más tolerante y le ampliado criterios. Su postura es más reflexiva y medida. No es de extrañar que predomine el tono melancólico de las despedidas.
Leyó una versión desarrollada ante un amplio público en Oxford en 1966 y el relato se editó en 1967 con ilustraciones de Pauline Baynes. El libro fue bien recibido por los críticos, aunque ninguno incidió en su contenido personal ni alegórico, poco habitual en Tolkien. Éste fue el último relato que escribió.
Además de los relatos cortos en “Cuentos desde el Reino Peligroso”, su “Apéndices” contiene “Sobre los cuentos de hadas”, ensayo sobre los cuentos de hadas que leyó como conferencia en la Universidad de St. Andrews el 8 de marzo de 1939. Dividida en varias partes, Tolkien nos cuenta lo que entiende por cuentos de hadas, cuales pueden ser su origen, la importancia del lenguaje, lea necesidad de todos, no sólo los niños, de estos cuentos que nos llevan a la Fantasía pero también a la renovación o a la evasión. Manifiesta sus ideas con claridad y precisión y nos muestra su lado más entusiasta por la buena literatura. Tanto si estáis de acuerdo como si no, si no coincidís con él, leedla como lo que es: el punto de vista de un gran autor.
El libro termina con un epílogo firmado por Alan Lee, el ilustrador. En él nos cuenta su experiencia como ilustrador que le lleva a regresar a historias leídas hace años o bien conocer otras nuevas. Considera que muchos cuentos infantiles tienen su origen en historias inventadas para niños concretos y este método genera un torrente de ideas que se perfeccionan para convertirse en alta literatura. Con los relatos y poemas de Tolkien, Alan Lee es muy consciente de la presencia del autor y de sus hijos. Otros de los poemas y relatos nos muestran al profesor con un tono más personal. Estos relatos son mucho más próximos al autor y Alan Lee valora su capacidad para contar historias por el tacto y la invención que aporta a algunas de sus obras. Considera que el aspecto más hermoso de esta narración compartida es la colaboración y el compromiso entre el narrador y el público, les lleva en un viaje juntos a lugares inesperados y maravillosos.
Ha llegado el momento de hablar del ilustrador. Alan Lee nació el 20 de agosto de 1947 en Middlesex, Inglaterra. Es considerado uno de los más populares artistas del género fantástico. Estudia diseño y artes gráficas en Londres. En 1970 se casó con Marja Lee Kruijt, en la actualidad vive y trabaja en Devon. Sus hijos Owen y Virginia también son artistas.
En 1978 realiza con Brian Fround “Faries” (Hadas), ilustra “Lavondyss” de Robert Holdstock, la colección de leyendas “Mabinogion“; en 1984, “Castles” de David Day, en 1985 “The Mirrostone” de Michael Palin, “La luna de la venganza” de Joan Aitken en 1986 y “Los sueños de Merlín” de Peter Dickinson en 1988. Ilustra también la adaptación de “La Ilíada” y “La Odisea” que realiza Rosemary Sutcliff (“Negros buques antes de Troya” y “Los vagabundeos de Ulises” editados en España por la editorial Vicens Vives, Barcelona, 1998). Recibe la Medalla Kate Greennaway al mejor ilustrador en 1993 por “Negros buques antes de Troya”.
Su mayor reconocimiento le llega por las ilustraciones para las obras de Tolkien en especial la edición del centenario de Harper Collins en un lujos tomo que incluye los tres libros de “El Señor de los Anillos” que tuvo un gran éxito y a la que aportó 54 ilustraciones. Siguiendo con la obra de Tolkien, en 1994 ilustra “El anillo de Tolkien” de David Day y en 1997 “El hobbit”. Ya posteriormente en 2007 presenta nuevas ilustraciones para el Calendario Tolkien y “Los hijos de Hurin” donde ilustra también la portada (pinchad aquí para leer la reseña de esta obra que escribí en su momento).
Su colaboración ha sido esencial en la adaptación cinematográfica de la trilogía “El Señor de los Anillos” de Peter Jackson. Junto con John Howe es su diseñador artístico. Es el diseñador conceptual de escenarios, objetos, armas, miniaturas, etc. y numerosos dibujos suyos son inspiración para material de la película. Por toda esta labor recibe en 2004 el Oscar a la mejor dirección artística por “El retorno del rey”. Otras colaboraciones suyas en el cine han sido “Legend” (1985), “Erik el Vikingo” (1989), la serie de televisión “Merlín” ( 1998), así como en “King-Kong” de Peter Jackson, de nuevo, y el dibujo conceptual de “Las crónicas de Narnia” en 2005.
A nivel personal os diré que Alan Lee es uno de mis ilustradores favoritos, no sólo por la calidad de sus dibujos sino porque sabe meterse en la “piel” de la obra que va a ilustrar, y no lo digo sólo por la obra de Tolkien. La acuarela y el lápiz son sus técnicas habituales, consiguiendo una atmósfera y unos resultados sorprendentes y muy adecuados para las obras que ilustra. Junto con John Howe considero que es de los mejores para captar el espíritu y recrear las ideas, lo que nos narra o describe Tolkien. En estos “Cuentos desde el Reino Peligroso” lo demuestra claramente. Realizados a lápiz, tenemos un retrato a caballo de Egidio nos lo muestra cachazudo, dispuesto a hacer su trabajo lo mejor que sepa, pensativo ante los posibles peligros que le acechan pero nada vanidoso ni siquiera marcial: la espada al hombro no es una manera regia de llevarla, desde luego. El retrato de Tom Bombadil es exacto a la descripción de Tolkien, con su viejo sombrero y su triunfante pluma, su sonrisa y mirada picaronas. Los trolls de Alan Lee son macizos y pesados pero tiene su punto de bonachones y no son nada feroces. Una ilustración que me gusta mucho es la que corresponde al poema “Errabundo”. Es un ser fino, elegante, digno, fantasioso, dibujado con minuciosidad muy realista. De los otros relatos me gustan por su sentido más realista, las piedras, los pájaros, el paisaje, realizados también con minuciosidad, casi diría que con mimo, sin perder encanto.
Después de leer y comentar estos cuentos, estos relatos cortos de J.R.R. Tolkien, me gustaría incidir en el gran valor que tienen. No leáis de Tolkien sólo sus sus grandes obras. Estos relatos cortos, dirigidos a sus hijos, para su propio placer, para exorcizar sus temores, son de un bien hacer, de una sensibilidad y de una gran literatura que no debe nada a las otras obras. Incluso, diría yo, que nos ayudan a ver más detalles y apreciar más sus grandes obras. Tienen entidad, vida por ellos mismos. Olvidaros de prejuicios y leed estos relatos como lo que son: obras de arte en pequeño formato.
Con “Cuentos desde el Reino Peligroso” tenemos la unión de dos grandes artistas: J.R.R. Tolkien y Alan Lee. Leedlo y disfrutarlo con todo el interés del mundo porque vale la pena. Saludos y hasta pronto.
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