lunes, mayo 24, 2010

DELHY TEJERO: UNA ARTISTA EN LA SOMBRA (I)

Últimamente en mi vida han sucedido una serie de casualidades que me han llevado a reencuentros con gente querida, a libros que creía perdidos, a situaciones en el trabajo un tanto surrealistas, a descubrimientos originales. Como ya me pasó con Manuela Ballester (pinchad aquí y aquí), ha sido una casualidad que llegara a mis manos una obra de una artista para mí desconocida: Delhy Tejero. Tiene en común con Manuela Ballester, aparte de ser las dos mujeres, que son innovadoras y rompedoras, adelantadas a su tiempo, republicanas y liberales, que viven en las primeras décadas del siglo XX y desarrollan su obra en la vanguardia española, en un momento en que el arte español está en muy buenos momentos y en que la Guerra Civil Española partió sus vidas y la posterior sociedad que surgió en la posguerra, las ninguneó y ocultó, sólo por el hecho de ser mujer, artista y republicana. Es el caso de Delhy Tejero. Sin estar comprometida ni ser comunista o socialista, su educación e ideas liberales le llevaron a una situación incómoda que supo sobrellevar con su obra.

Adela Petra Tejero Bedante, segunda hija de una familia de tres hermanas, nació en Toro (Zamora) el 23 de febrero de 1904. Su padre Agustín Tejero Romero era funcionario del Ayuntamiento y su madre, Paula Bedante Rodríguez, ama de casa. La madre murió al darla a luz, por lo que las tres hermanas crecieron entre los cuidados de una ama de cría y de su padre. La infancia de Delhy transcurrió entre la ciudad y el entorno de Toro, en la dehesa de Peñalba, donde la familia solía pasar los veranos. Su vida profesional se desarrolló en Madrid pero Castilla y Toro serían temas recurrentes en su obra. El pueblo natal le suscitaba sentimientos contradictorios: tristeza y orfandad de su madre o bien alegría y complacencia del privilegio de tener una infancia en el medio rural. Su padre se dedicó personalmente a la educación de sus hijas y éstas fueron al colegio bastante tarde, en la Fundación González Allende de Toro asistieron a clases no regladas como repujado y trabajos manuales. Allí debió tener un primer contacto con la educación liberal de la Institución Libre de Enseñanza que luego ampliaría en la Residencia de Señoritas de Madrid.


Baraja de cartas (1920)

A pesar de que en su familia no había precedentes directos, ella manifestó de muy pequeña su interés por el Arte. Los primeros dibujos los hizo en Toro y lo dibujaba todo: familias, casas, muebles, coches, animales, vestidos, fiestas, curas, iglesias... Aprendía con otros artistas zamoranos como con su primo Daniel Bedate, pintor en Zamora y posiblemente también con el pintor costumbrista Jesús Gallego Marquina. Se inicia como ilustradora colaborando en los periódicos locales hacia 1924.

Quería estudiar y organizar su vida profesional de forma independiente. Solicitó becas a la Diputación de Zamora, sin resultado, pues el nivel económico de la familia no era lo suficientemente bajo. Luego intentó convencer a su padre contando con la ayuda del periodista madrileño Manuel de Castro Tiedra, amigo de D. Agustín y del toresano Wenceslao González Oliveros, quienes finalmente la introdujeron en Madrid. La convulsiva vida de Madrid de los años veinte del pasado siglo, no se parecía mucho a la tranquilidad de Toro y esto lo sabía bien su padre que no veía con buenos ojos la idea de ir a estudiar Arte a la capital. Sin embargo acabó cediendo y Delhy se trasladó a Madrid en 1923. Para mayor seguridad su padre la envió al colegio femenino de monjas de San Luis de los Franceses con el fin que aprendiera cultura general, idiomas y taquigrafía, materias recomendables para las jóvenes de entonces. Pero descontenta de esta residencia, Delhy consigue una beca del Gobierno de la Dictadura de Primo de Rivera que le permitió trasladarse a la Residencia de Señoritas, dirigida por María de Maeztu, una de las instituciones laicas más importantes en la historia de la educación de las mujeres en España, versión femenina de la Residencia de Estudiantes. Allí encontró un ambiente educativo cosmopolita, liberal y tal vez elitista, donde asistían alumnas españolas y extranjeras. Estos años de estancia en la residencia sin duda influyeron en su madurez personal y en la formación de su carácter independiente, refinado y creativo, que siempre le caracterizó. Allí se alojó hasta mediados de los años treinta e hizo amistad, entre otros intelectuales, con Rafael Santos Torroella, la periodista Josefina Carabias y Mariquiña Valle-Inclán, hija del escritor.

Cuando Delhy llega a Madrid, Manuel de Castro le presenta al pintor Blanco Coris, artista, crítico y profesor de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios, que ya vio sus buenas posibilidades en el campo del Arte y fue su primer profesor. A pesar de que su padre la había enviado a Madrid a estudiar idiomas y taquigrafía, dejaba estas clases para ir a dibujar a la Escuela de Artes y Oficios. Durante los cursos 1925-1926 y 1926-1927 realizó estudios de dibujo artístico y obtuvo la nota de sobresaliente. El último curso lo simultaneó con el primer curso en la Escuela de Bellas Artes (llamada entonces Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado), de modo que a partir de de 1926 y hasta 1930 estudió en este centro. En 1929 solicitó el título de profesora de dibujo. Tuvo como principales maestros a Julio Romero de Torres (dibujo de ropajes), Manuel Benedito (colorido, composición y pintura al aire libre) y a José Moreno Carbonero (dibujo al natural). Viaja a Bélgica para estudiar técnicas industriales de pintura mural en L' Ecole Superiure Logelan de Bruselas. Hizo escala en París donde se quedó varios días y visitó el Salón de Independientes.


Mimos (1933)

Después de sus estudios, en 1931, fue nombrada profesora interina de pintura mural, asignatura que inauguró ella en la Escuela de Artes y Oficios en Madrid. Ocupará esta plaza por lo menos hasta 1934 y le permitirá vivir con cierta holgura y conseguir un estudio propio en uno de los rascacielos de la Gran Vía madrileña, el edificio de la Prensa, que conservará hasta su muerte. Consigue solucionar el problema de la subsistencia con estas clases pero no descuida su carrera artística. En 1930 participa por primera vez en la Exposición Nacional, en la sección de arte decorativo y se le concedió un “Premio de Aprecio”. En la Exposición Nacional de 1932 (se celebraban cada dos años), obtuvo una tercera medalla en esta misma sección con un tríptico sobre lienzo realizado al temple, de grandes dimensiones, denominado “Castilla”. Fue la primera muestra nacional celebrada después de la proclamación de la República. El cambio de gobierno no significó transformaciones muy perceptibles en el panorama ecléctico y aburrido de este tipo de exposiciones pero parece ser que el jurado de admisión fue más estricto.


Castilla (1932)

Realiza varias exposiciones particulares pero la más personal y la que reúne la labor de esta etapa fue la que celebró en diciembre de 1933 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En ella se mostraba una relación muy variada de su obra: óleos, dibujos, gouaches, proyectos murales y trabajos decorativos, con temas muy diversos.

Volvió a presentar su obra en la muestra nacional de 1934 en la sección de arte decorativo con la obra, hoy desaparecida, “En el circo”, sin conseguir ningún premio pero fue destacada por el crítico Manuel Abril en la revista “Blanco y Negro” del 10 de junio de 1934. También tuvo una buena crítica de Luis de Galinsoga (“ABC”, 22 de junio de 1934). este mismo año lleva a cabo dos encargos, hoy desaparecidos, de pintura mural, en ostentoso estilo Art Deco: el cine del Palacio de la Prensa, en la Gran Vía en Madrid y en la perfumería-farmacia de los padres de Rosario Nadal, que sería la primera esposa de escritor Cela. Los bocetos y proyectos fueron expuestos en su exposición del Círculo de Bellas Artes en 1933. Hubo también en 1934 un concurso oficial sobre trajes regionales, al que se le dio tanta importancia como a la Exposición Nacional, sobre todo por la cuantía de los premios. Las bases exigían una obra al óleo con figuras de tamaño natural, vestidas con atuendos regionales. El propósito era ambicioso, quizá buscando la autenticidad y las esencias españolas que perseguía el regeneracionismo. Tal vez por esto la crítica se quejó de la falta de seriedad de muchas obras. Por esto mismo, Manuel Abril, resaltó el cuadro de Delhy, “Mercado zamorano” por su concepto de traje regional y su estudio científico del folklore.


Mercado Zamorano (1934)

Ya desde los años de estudio estaba interesada por viajar al extranjero. Oriente era una de sus preferencias, señalado por el propio diminutivo que adoptó de su nombre Adela: Delhy, como la capital de la India. De junio a septiembre de 1934 realiza un viaje por el norte de África (Tánger, Fez, Casablanca, Larache, Tetuán) del que se conservan algunos dibujos. Siguiendo su interés por los estudios y de viajar, sobre todo a París, llega a esta ciudad en 1935 con una beca del Estado, de modo que cuando empezó la Guerra Civil, Delhy estaba en París. Su padre le escribía tranquilizándola pero poco a poco fue conociendo la realidad al enterarse de los muchos españoles exiliados y de la situación en los campos de concentración. En 1936 se presentó a la Exposición Nacional celebrada simultáneamente al levantamiento de Franco. La guerra obligó a cerrarla sin que se pudiera dar el fallo del jurado. Poco se sabe de la obra que presentó, esta vez en la sección de pintura, salvo que era una maternidad. Dejó de recibir el dinero de la beca y cuando la situación se hizo insostenible, decidió regresar a España. El viaje de vuelta fue largo y accidentado y sumamente rocambolesco pues la frontera de Irún estaba cortada. Abandona París camino al Marruecos francés, pasa dos meses en Fez, desde Casablanca pasa a Lisboa y entra en España por la frontera de Salamanca, donde la detienen por espía. Esperando el autobús a Toro en la plaza Mayor de Salamanca, capital del victorioso Franco, llena de falangistas y militares, Delhy llama la atención. Una mujer morena, guapa, vestida de forma extravagante, fumando en boquilla y con las uñas pintadas de un rabioso color azul marino y, sobre todo, sola, despertaba comentarios. Así que la policía secreta la detiene y lleva al Gobierno Civil donde su documentación ocasiona más problemas pues viene de Casablanca. No creen que sea una señorita de Toro y la ponen a prueba con una pregunta sobre un vecino de Toro. Solucionado el problema es el mismo Gobernador Civil quien la lleva en su coche hasta Toro.


Madres de la guerra (1937)

Delhy se encuentra con los amigos de la juventud (Suevos, García Viñolas...) instalados en el nuevo régimen, mientras ella no puede volver a Madrid, ni a su estudio ni a su cátedra. Le ofrecen trabajo en Salamanca pero no soporta el clima franquista y se vuelve a Toro, donde trabaja como profesora de dibujo y le encargan la decoración del Hotel Condestable, en Zamora. Pilar Primo de Rivera le pide que decore el Castillo de la Mota pero Delhy se niega. No le gustaba el franquismo y se sentía republicana y pensaba que la guerra iba a durar poco y no se quería involucrar. Con el dinero del mural del Condestable, pide permiso para viajar a Italia. Llega a Florencia y allí trabaja y estudia la pintura mural. Pero el ambiente le parece provinciano y no le gusta la Italia fascista. Viaja a Nápoles y a Capri. Allí inicia una intensa amistad con el escritor Axel Munthe. Sigue viajando y duda en establecerse en América o en Francia optando finalmente por París. Es el año de la Exposición Universal y visita el pabellón español conociendo y tratando a Picasso. Se mueve entre exiliados y traba amistad con Remedios Varó y Óscar Domínguez, quien la introduce en el surrealismo. Se encuentra a gusto en París pendiente de las nuevas corrientes pictóricas. Participa en la gran exposición surrealista que organiza André Breton en febrero de 1938 junto con Paul Klee, Miró, Man Ray, Redon, Blake... Vende algunas pinturas y retratos pero sobrevive con dificultad. Echa de menos a su familia y se refugia en su nuevo amor el pintor italiano Bianchi, que la introduce en la Escuela Teosófica. Reniega del surrealismo, destruye gran parte de su obra e inicia un nuevo camino pictórico dentro de la figuración con predilección de la obra mural, el retrato y el paisaje. En París hay rumores de guerra y los amigos aconsejan a Delhy que se vaya de allí. Regresa a España el 28 de agosto de 1938, de donde ya no saldrá.


Estudio de París (1939)

De nuevo en Toro choca con la realidad: compañeros muertos, en el exilio o instalados en el régimen franquista. Regresa a Madrid y se encuentra con un expediente por haber abandonado sin permiso sus clases en la Escuela de Artes y Oficios. Poco a poco retoma su actividad y los encargos se suceden. Pinta iglesias (retablo de la Iglesia del Plantío, en Madrid, cines, un comedor de auxilio social, gana el concurso para pintar el mural del ayuntamiento de Zamora en 1948. Presentó varias exposiciones personales, entre las que destacan las celebradas en la Galería Estilo (1946), Museo de Arte Moderno (1947), Instituto Boston (1951) y Salas de la Dirección General de Bellas Artes (1955). Expuso en Salamanca y Valladolid (1959). Inmersa cada vez más en el mundo de la abstracción, corriente promocionada por su amigo el arquitecto Fernández del Amo, sin abandonar los contenidos figurativos y murales de su obra precedente, participa en algunas exposiciones colectivas importantes: en la Bienal Hispanoamericana, de Cuba; Exposición de Arte Contemporáneo, de Buenos Aires en 1947; Arte Abstracto en España, celebrada en Santander en 1953, siendo la única mujer artista invitada. Además de Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, alcanzando la Tercera Medalla de Dibujo en 1948 y en la III Bienal Hispanoamericana celebrada en Barcelona en 1955, donde obtuvo el Premio del Ministerio de Instrucción Pública de Uruguay. Como consecuencia de este premio, fue incluida en la exposición “Picasso et l'art contemporain Hispano-Américaine” en el Museo de Arte e Historia de Ginebra en mayo de 1956.


Trinos -detalle- (1967)

En estos años continúa colaborando como ilustradora en las revistas “ABC” y “Ya” pero su mayor labor es el intenso trabajo como muralista entre los años 1959 y 1963 en varias iglesias de Madrid (la de los Padres Mercedarios en la Ciudad de los Ángeles), los frescos de la Tabacalera, en Sevilla y en pueblos creados por el Instituto Nacional de Colonización, en Andalucía. La crítica la respeta pero Delhy siempre se queda a las puertas de algo. Le prometen premios que no le dan. En 1965 el Premio Nacional de Pintura se lo arrebata Daniel Vázquez Díaz: se siente ninguneada. Su vida entra en una espiral neurótica. Se oculta tras unas gafas negras, se niega a entrevistas, a citas, a fotografías. Tras larga enfermad muere a los 64 años en Madrid en el año 1968. Cuando murió hizo prometer a su sobrina Mª Dolores Vila Tejero que destruiría todos sus documentos donde aparecía su fecha de nacimiento.

(Continuará...)

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