Color, 52 Págs. 12,25 euros
El dúo creativo Philippe Dupuy a los guiones y Charles Berberian a los lápices es bien conocido en nuestro país gracias a su serie “El señor Jean”, que viene publicando Norma, o a “Diario de un álbum”, incluido por Planeta en su colección Trazado. Pero leer Henriette ha sido por casualidad, gracias al detalle que nuestros amigos tuvieron a bien tener con Mónica, mi mujer, en estas últimas Navidades.
Henriette es una niña de unos trece años que estudia en el instituto y se encuentra en el difícil proceso que le llevará a convertirse en una adolescente. Está atrapada en un cuerpo que no le gusta, es gordita, lleva unas gafas enormes, lacitos en el pelo y es vestida como una colegiala por su madre.
Sufre prácticamente todos los complejos propios de la edad, el acné, el problema del sobrepeso, en un mundo donde la imagen resulta ser esencial, o el poco interés de los chicos por ella.
Sus amigas son la imagen contrapuesta: altas, delgadas, monas y como no, súper-fashion, pero superficiales por no decir tontas de remate.
Henriette es una niña de unos trece años que estudia en el instituto y se encuentra en el difícil proceso que le llevará a convertirse en una adolescente. Está atrapada en un cuerpo que no le gusta, es gordita, lleva unas gafas enormes, lacitos en el pelo y es vestida como una colegiala por su madre.
Sufre prácticamente todos los complejos propios de la edad, el acné, el problema del sobrepeso, en un mundo donde la imagen resulta ser esencial, o el poco interés de los chicos por ella.
Sus amigas son la imagen contrapuesta: altas, delgadas, monas y como no, súper-fashion, pero superficiales por no decir tontas de remate.
Aunque en estos últimos años hay un intento por parte de Sanidad, de los medios de comunicación y del mundo de la moda para atenuar este excesivo culto a la imagen, hay que pensar que el álbum se publicó en Francia en 1998 y que esta crítica posiblemente resultara más chocante y fuera de tono entonces que en este momento.
Sus padres la tratan como a una niña pequeña y, por supuesto, toman sus decisiones por ella, desde cuándo debe ir a la cama a qué puede ver en la televisión, pasando por aquello que puede fotografiar con su cámara “..no hay que sacar cualquier cosa, no malgastes la película”.
Para escapar de la realidad, que no soporta, recurre a su imaginación para inventar historias que cuenta a sus amigas o vive sueños en los que triunfa como novelista, es la protagonista admirada por todos o es amada por su deseado Werner. Llega a tener un amigo imaginario, Fatman, “el superhéroe más gordo de todos los tiempos”, que perdería sus superpoderes si adelgazara.
Sus padres la tratan como a una niña pequeña y, por supuesto, toman sus decisiones por ella, desde cuándo debe ir a la cama a qué puede ver en la televisión, pasando por aquello que puede fotografiar con su cámara “..no hay que sacar cualquier cosa, no malgastes la película”.
Para escapar de la realidad, que no soporta, recurre a su imaginación para inventar historias que cuenta a sus amigas o vive sueños en los que triunfa como novelista, es la protagonista admirada por todos o es amada por su deseado Werner. Llega a tener un amigo imaginario, Fatman, “el superhéroe más gordo de todos los tiempos”, que perdería sus superpoderes si adelgazara.
De tanto en tanto recibe la visita de su abuela materna, a la que adora y con la que comparte la pasión por los libros. Es en estas visitas donde encontramos por fin a una Henriette optimista y feliz.
En este primer tomo (hay cuatro publicados en Francia) se nos cuenta la vida desde el punto de vista femenino, pero los argumentos son absolutamente universales pudiendo cualquier lector sentirse identificado con alguno de los aspectos de Henriette.
El planteamiento no es precisamente novedoso (por citar sólo un ejemplo, el pequeño Calvin de Bill Watterson se transforma en el Capitán Spiff para evadirse de las aburridas clases en el colegio), pero si lo es el momento de la vida en que se sitúa a Henriette, la etapa final de la infancia. Debajo de una fina capa de humor, y aunque incluyen momentos de ternura, los autores realizan una crítica mordaz de la sociedad y sus parámetros de belleza y éxito, resultando especialmente dura la visión de los padres por su hija.
El planteamiento no es precisamente novedoso (por citar sólo un ejemplo, el pequeño Calvin de Bill Watterson se transforma en el Capitán Spiff para evadirse de las aburridas clases en el colegio), pero si lo es el momento de la vida en que se sitúa a Henriette, la etapa final de la infancia. Debajo de una fina capa de humor, y aunque incluyen momentos de ternura, los autores realizan una crítica mordaz de la sociedad y sus parámetros de belleza y éxito, resultando especialmente dura la visión de los padres por su hija.
Con un dibujo muy sencillo, prácticamente plano y con fondos poco detallistas, Berberian consigue una narrativa fluida y unos personajes expresivos y, sobre todo, muy reales.
El cómic se estructura en episodios por lo general de dos páginas, con resultado variable, siendo los mejores aquellos a los que se dedica una mayor extensión (4 páginas), ya que permiten desarrollar mejor la idea tratada.
Más datos sobre los creadores y su bibliografía en http://www.duber.net/, por supuesto en francés.
A destacar la edición de Alfaguara, que huye de traducir los nombres de los personajes, que aparecen por tanto en francés, y que, con buen papel y en tapa dura, cuesta poco más de 12 euros.
El cómic se estructura en episodios por lo general de dos páginas, con resultado variable, siendo los mejores aquellos a los que se dedica una mayor extensión (4 páginas), ya que permiten desarrollar mejor la idea tratada.
Más datos sobre los creadores y su bibliografía en http://www.duber.net/, por supuesto en francés.
A destacar la edición de Alfaguara, que huye de traducir los nombres de los personajes, que aparecen por tanto en francés, y que, con buen papel y en tapa dura, cuesta poco más de 12 euros.
2 comentarios:
Tan sólo una precisión sobre los autores: Philippe Dupuy y Charles Berberian son dos personajes que firman como dos pero que piensan y dibujan como uno; todo el trabajo que hacen esta hecho en común y su estilo es el mismo. Es muy recomendable la obra “Bicéfalo” donde explican este proceso. Esta unión creativa permite que en ocasiones cada uno de los autores creé sus propias obras.
Buen comic este, aunque esperaba más de este dúo de autores que son una de mis debilidades. Tengo entendido que la serie mejora bastante en los próximos números.
Y que buenas son las planchas dominicales donde aparece el capitán Spiff, la genialidad del maestro Bill Watterson no tiene limites.
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