Tal como cuenta en el prefacio el autor teatral James Vance, su decisión de crear una precuela en cómic de su exitosa obra teatral “Contra las cuerdas”, ambientada en los años de la Gran Depresión Americana, no fue otra que su sorpresa y rápida atracción por una serie de obras de corte mucho más profundo de las que él recordaba, al entrar en una tienda de cómics en busca de cierto material de referencia, para algo que estaba preparando por aquellos tiempos. Fue tan fuerte este redescubrimiento que decidió preparar una propuesta en forma de cómic que, finalmente, fue aprobada por una de las editoriales de mayor peso de aquella época en este tipo de obras.
Fiel a ese espíritu con que habitualmente se suelen realizar las obras de teatro, donde principalmente predominan dos vertientes, como son el drama y la comedia, Vance demuestra dejar constancia que lo que le interesa es, sin duda, ese dramatismo que suele dejar una profunda marca en los personajes, principales protagonistas en cualquier historia, aunque, en su caso, hay que decir que lo hace desde una forma bastante medida y sin dejar pie al sentimentalismo o a la manipulación hacia el lector.
Nos encontraremos ante una recreación de la América profunda de principios de los años 30, durante el periodo en que la Gran Depresión Americana estaba marcando, e incluso borrando, la vida de muchas personas en aquella época. Ésta es una historia sobre sueños y gente soñadora, sobre gente obligada a vagar por el mundo, sin más fortuna que la que llevan consigo puesta, sus sensaciones, sus poesías, sus esperanzas, incluso sus miedos. Gente que lucha por sobrevivir en un mundo que los repudia como seres humanos, demostrando tal indiferencia hacia ellos que parece que sean como una especie de seres errantes que no merecen ningún derecho, respeto, ni sentimiento humano.
Nuestro protagonista será un niño llamado Fred que, después de verse obligado a huir de casa debido a ciertos acontecimientos, parte en la búsqueda de su padre alcohólico, y se ve envuelto en un deambular por ese cruel y despiadado mundo que le obligará a crecer a pasos agigantados. Un mundo en el que robar o mentir es la forma habitual para conseguir sobrevivir, comer un día sí y otro no, y, si hace falta, conseguir un trabajo, aunque sea de la forma más vergonzosa que os podáis imaginar. Un mundo en el que principalmente tienes que intentar que, por muy asustado que estés, no se note, si quieres sobrevivir a todo ello, y en el que te das cuenta que no es el mundo el que cambia, que principalmente el que cambia es uno mismo, obligado a tomar en todo momento decisiones que sobretodo serán difíciles de comprender por la gente que te rodea y a la que quieres. Reyes disfrazados merecedores que la historia se escriba de distinta forma, de una forma en la que también salgan en el reparto de la vida. Reyes disfrazados que necesitan escapar de un mundo que parece que camine de espaldas, a contracorriente de su propio mundo y de sus necesidades como personas que son.
Éste es un cómic hecho con honestidad, con personajes que desprenden vida en todo momento, con un trazo lúcido y funcional que da gran solidez a la historia, y que se adapta como un guante a esos ambientes grises por los que van discurriendo cada una de esas pequeñas historias que son parte de un gran puzzle, en el que siempre faltaran piezas por completar.
En definitiva, un cómic que quizás no destacará entre los más punteros del año, pero que, al igual que sus propios protagonistas, sí que vale realmente la pena darle también su oportunidad.
2 comentarios:
Ya me atraía bastante antes de leer tu reseña. Después de leerte aún me atrae más.
Pues no lo dudes Jaime, si puedes hazte con él que vale mucho la pena. Y hablando de pena, es una lástima que estos autores no se hayan prodigado demasiado, sobretodo viendo la calidad de esta obra.
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