Para terminar nuestro recorrido por el Volumen I de esta serie, el tomo 3 y último de Panini, que comienza con XMF 16 y 17 USA, dedicados a explorar los vínculos existentes entre Rondador Nocturno y Mística, algo que sí hicieron sus sucesores pero jamás el propio Patriarca Mutante. Estos tebeos también plantean una nueva e interesante situación que va a afectar en lo sucesivo a Kurt y Pícara.
En el apartado gráfico, en XMF 16 a 20 USA, y con la única excepción del 18, Tom Grummet cede los lápices a Graham Nolan, un buen dibujante que no va a superar sus trabajos con el Caballero Oscuro -tal vez porque el título mutante se ajusta menos al estilo por el que es más conocido- pero al menos sí a dejar un buen sabor de boca.
Gran parte del protagonismo de XMF 18 USA recae sobre Nathan, hijo de Scott Summers y Madelyne Pryor, que en esta continuidad jamás fue enviado al futuro para regresar convertido en un viejo soldado cyborg de plana personalidad y todavía más plano diseño, sino que continúa siendo un niño.
En general el tema de la paternidad no es algo que se haya sabido llevar bien en el Universo Marvel, y si en el caso de los 4F la presencia de Franklin o Valeria sí ha sido una contribución para bien al grueso de la cabecera, en otros como el de Spiderman, la Bruja Escarlata o Cíclope el temor a que los lectores percibieran a los personajes como “viejos” ha llevado a la editorial a optar por sacarse de encima al vástago a la menor ocasión, y no siempre de las mejores maneras.
Y visto lo visto en este tebeo es una pena, porque en las manos adecuadas Nathan hubiera podido humanizar y enriquecer muchísimo al autocompasivo ‘slim’, un personaje cuyo autismo emocional venimos padeciendo los lectores desde hace décadas. Ello por no hablar de las posibilidades de un niño cuyo padre, al igual que su tío, se cuentan entre los mutantes más poderosos del mundo, cuya madre es la Reina Duende, y cuyo abuelo es el líder de los Saqueadores Estelares.
XMF tiene no pocos puntos flacos (por ejemplo, ¿tras leer este número a alguien le queda claro qué quiere el Consorcio del pequeño Nathan?) pero también se revela como un buen marco para recuperar oportunidades perdidas que, visto su prematuro cierre, van a seguir estándolo.
La serie sigue con la trepidante incursión de Furia, Daisy Dugan, Dientes de Sable y Gambito (horrible traje, por cierto) en las instalaciones del Consorcio, una buena historia que abarca XMF 19 y 20 USA. Si Claremont hace un buen trabajo de caracterización con Furia tampoco se queda atrás con Dientes de Sable, un personaje que en un determinado momento fue objeto de cierta explotación por parte de la editorial con su presencia multiplicándose por las series X y hasta algún título propio, pero que pocas veces ha sido dotado de la profundidad que aquí le da el Patriarca Mutante con apenas unas pocas pinceladas.
Lo que sigue es ya la conclusión de este Volumen I con el primer encuentro serio entre los mutantes y el Consorcio con En esa Buena noche, una saga de tres partes que comprende XMF 21 a 23 USA. No sé si fueron las prisas por cerrar algunos de los sub-argumentos de la serie antes de dar inicio al Volumen II, lo tópico del argumento tanto en su planteamiento como en su ejecución, la absoluta falta de carisma de los villanos o lo poco inspirado del dibujo de Rodney Buchemi y Daniel HDR, pero lo cierto es que este cierre -que en realidad no lo es- no está a la altura de las expectativas generadas a lo largo de los números anteriores hasta el punto de que incluso en los momentos de mayor dramatismo como lo es el de la muerte de dos personajes bastante principales cuesta empatizar con los sufridos protagonistas.
Mención especial para el sorprendente papel que juega cierto Vengador a lo largo esta recta final, lo que atribuyo a un nuevo alarde de esa libertad que procura al escritor el hecho de estar escribiendo una serie fuera de toda continuidad, al tiempo que me planteo de nuevo si hace un par de décadas se hubiera atrevido a hacer lo que hace con él. Por otra parte, de haberse publicado esta historia en los ’90, podría haber dado pie al crossover definitivo entre Mutantes y Vengadores en lugar de aquel poco afortunado Lazos de Sangre que no creo que ni los más viejos recuerden.
Este libro 3 de Panini llega a su fin con el XMF Annual (2010) 1 USA, protagonizado por Lobezno y Jean Grey, que a pesar de no aportar demasiado al título a nivel argumental no deja de ser una lectura agradable, debido sobre todo al bonito dibujo de Sana Takeda.
A modo de valoración, no hay más que leer lo que preceda a estas palabras para comprobar que X-Men Forever es una continua sucesión de cal y arena a partes casi iguales, no por ello no recomendable para cualquier lector pero sí especialmente indicada para los incondicionales de Claremont entre los que me cuento. Puede no estar a la altura de los mejores tiempos del escritor en la serie aunque sí se acerca a sus estándares de calidad de finales de los ‘80/principios de los ’90, y al menos no supone un paso atrás con respecto a lo leído en Extreme X-Men, una serie que por cierto no debería haber pasado tan desapercibida como lo hizo.
De un tiempo a esta parte criticar al escritor con mayor o menor fundamento se ha convertido en una costumbre, pero lo cierto es que si hacemos un recorrido a lo largo de lo que ha sido la serie tras su marcha vemos que a pesar de la notoriedad de algunas de las firmas implicadas y la gran calidad de los dibujantes que han desfilado por ella (Romita Jr., Pacheco, Davis,…) poco hay que iguale siquiera el trabajo previo de quien fue su verdadero creador con la salvedad de alguna saga inspirada como La Era de Apocalipsis o esa muy honrosa excepción que han sido los Astonishing X-Men de Joss Whedon.
Al menos X-Men Forever está sembrada de conceptos interesantes, de buenos momentos y, lo que es mejor, nos deja una visión auténtica de unos personajes que por primera vez en mucho tiempo se comportan como tienen que hacerlo, se expresan como se tienen que expresar y se relacionan entre sí con la naturalidad que las circunstancias exigen, y eso para mi es tanto o más importante que lo satisfactorio que pueda haber sido el final del recorrido.
La clausura de la serie es una mala noticia porque supone perder nuestra última oportunidad de disfrutar de un tipo de tebeo que ya no se hace y de unos personajes que llevan años en el limbo a la espera de que algún hábil escritor -como hiciera Wedon-, sea capaz de encontrar sus voces y hacerlas sonar con la intensidad y el brillo de antaño.
Ojala Marvel recapitule y no dé el carpetazo definitivo a la serie. Y, si finalmente no es así, al menos Chris Claremont nos habrá dejado cuarenta números y un par de especiales que contienen argumentos más que suficientes como para pasar a formar parte de la leyenda por derecho propio.
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