lunes, enero 24, 2011

CRÍTICA: RUBICON de Jason Horwitch

¿Es RUBICON la linea que marca el límite hacia algo extremadamente peligroso y arriesgado? Cruzarlo es no poder dar marcha atrás y tener que asumir las consecuencias. Y más cuando el enemigo puede estar dentro.

Poniéndonos en antecedentes: con el derribamiento del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, había quien consideraba que esto supondría el principio del fin de la geopolítica y la aparición de un nuevo orden. La geopolítica se transmutaba en ecopolítica. El poder militar perdía relevancia con respecto al poder financiero. La amenaza militar dejó paso a la amenaza comercial. Solo la aparición de la amenaza desde Oriente Medio (principalmente después del atentado del 11 de septiembre) ha servido para, teóricamente, reactivar dicha geopolítica, pero con la alargada sombra de los intereses comerciales y financieros que son los que actualmente mueven absolutamente todo. El cambio se ha producido y es imparable. Ahora las fronteras territoriales no son las más importantes. Los golpes de efecto son a otros niveles. Niveles que sobrepasan esas fronteras territoriales como si fueran papel de fumar. Lo importante no es el golpe, sino la onda que produce dicho golpe, y siempre de consecuencias conscientemente teledirigidas hacia otros niveles.

Rubicon es todo esto y más. Es la historia de un joven brillante e inteligente analista que trabaja para el Instituto de Política Americana (API), formado por expertos en reconocimiento de patrones y analistas de sistemas y teorías emergentes, dedicados al seguimiento de ciertos objetivos, partiendo de unos parámetros que apuntan a una serie sospechosos que puedan estar envueltos en posibles complots, provenientes en su gran mayoría de Oriente Medio. Grupos de trabajo especializados en las distintas zonas geográficas de actividad terrorista o en el seguimiento de distintos agentes de espionaje. Un trabajo concienzudo, fundamentado en la toma de datos y sus consecuentes decisiones que, tomadas o no, al final suelen ser de suma importancia en la anticipación de una más que posible amenaza. Y, para todo ello, ¿existe una moralidad y unos valores? Quizás para un político sí, pero para un analista no cabe esa posibilidad, ni sus posibles remordimientos.

Si hay algo que destaca en esta serie es, sobretodo, lo bien desarrollados que están sus protagonistas, junto a la ambientación tan conseguida que les rodea: su lugar de trabajo es silencioso como una tumba. Nada debe desviar la atención de todo el que trabaja allí y el nivel de confianza que se debe mostrar en todo momento es de suma importancia a la hora de tomar decisiones importantes y siempre con la responsabilidad que pueden causar sus posibles daños colaterales. Will Travers, nuestro protagonista, se ve envuelto en una serie de intrigas, mentiras y asesinatos, formándose un puzzle que apuntará a una poderosa y manipuladora organización secreta que no dudará a tejer los hilos en su propio beneficio, sin importarles el precio de tales decisiones. Presentada como una serie que se nutre, en cierto sentido, con algunas historias clásicas sobre espías, donde veíamos cómo la humanización de sus miembros cobraba cierta importancia, dando paso tanto a sus acciones como a sus reacciones. Ya desde un principio nos encontraremos con un relato fraguado en una escenificación planificada, muy planificada. Aquí la gracia está en el contar y conseguir transmitir lo contado, aunque sea de una forma sutilmente desdramatizada, pausada y metódica. Escenas planificadas al milímetro que responden a unas necesidades tanto informativas como expresivas. La reflexión se sobrepone a la acción. Las preguntas a las respuestas. El realismo al glamour. El detalle al espectáculo visceral. Los ideales, tan importantes aquí, quedan un tanto desdibujados en algunos casos, produciendo fracturas en un sistema en el que solo debería haber control, determinación y obsesión.

Pero, en definitiva, Rubicon es una serie ante todo solida. Solidez que demuestra un engranaje perfecto ya desde su planteamiento, acoplándolo de manera sobresaliente al desarrollo de la trama y haciéndose valer de una exquisita puesta en escena, mimando al máximo cualquier detalle, por pequeño que parezca.

Por cierto, curioso el guiño en forma de póster que se hace al cómic de Los Invisibles, con el que comparte en el fondo ciertos temas argumentales con Rubicon, aunque Los Invisibles (1), la serie del escoces Grant Morrison, sea mucho más amplia conceptualmente. Esperemos que, si llega ese momento, la serie de Los Invisibles tenga un mejor final televisivo, en el que no estuviera presente la cancelación (curiosamente algo que siempre estuvo muy presente en este cómic), como le ha pasado a Rubicon, a la que, por cierto, no le ha ayudado para nada, en su posible renovación para una segunda temporada, el gran éxito de audiencia que ha obtenido la adaptación televisiva de The Walking Dead (Los muertos vivientes) en la cadena de cable básico AMC. Una verdadera lástima.

(1) Los Invisibles es una obra que irradia magia (y si no que se lo pregunten al propio autor con todo lo que le paso cuando la escribía), compuesta de sesenta números escritos por el prestigioso guionista escoces Grant Morrison. Imaginativa y muy, pero que muy recomendable. Una historia de intriga sobre la subversión, la libertad y la independencia intelectual, donde su creador construye un trama de conspiraciones dentro de conspiraciones, conteniendo paradojas y mitos de la cultura popular que ofrecen una segunda lectura muy distinta a la esperada. Inteligente y compleja, tan inabarcable como sus distintos niveles de lectura, y que sería todo un complicado reto en su adaptación a la pequeña pantalla, si llegara el caso.

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