Es curioso lo de Planeta Hulk. Inicialmente concebida por los editores como una forma de sacar al coloso esmeralda de la Tierra para mantenerlo apartado de los acontecimientos de la Guerra Civil entre héroes de modo que su presencia no inclinara la balanza a favor de uno u otro bando, terminó por convertirse en una saga que tal vez no supera a Civil War en cuanto a influencia en otros cómics de la casa o repercusión mediática, pero sí en todos los demás aspectos.
Engañado por “los illuminati” tal y como se vio en Civil War: Prologo, Hulk es exiliado al espacio camino de un planeta sin vida inteligente donde presumiblemente podrá encontrar la paz que siempre le ha sido negada. Pero los planes no siempre salen bien, y la furia del protagonista terminará causando una alteración en el rumbo de su nave que le hará dar con sus huesos en Sakaar, un mundo gobernado por la férrea mano del Rey Rojo donde los tímidos intentos de sedición son aplastados sin problemas por las fuerzas del monarca. Claro que la llegada de quien según las profecías podría ser el salvador del planeta -¿o tal vez su destructor?- podría cambiar el status quo de ese mundo.
A lo mejor el concepto suena a historia ya contada muchas veces, y además en su planteamiento inicial puede recordar en demasía a la estupenda saga de La Encrucijada que protagonizó Hulk en los ´80, por lo que las bondades de este libro las tendremos que encontrar en su desarrollo. Precisamente es ahí donde Planeta Hulk se aleja de La Encrucijada -una saga donde los arranques de ira desbocada del alter ego de Bruce Banner se veían compensados con momentos de introspección que en ocasiones llegaban a rozar lo filosófico- para sumergirnos en una historia clásica de gladiadores en clave de space opera en la que la acción prima por encima de todo.
Así, como acierto de Planet Hulk, me quedo con lo trepidante de la narración, con la profusión de momentos de gran dramatismo, tópicos pero eficaces (el bombardeo de la aldea, por ejemplo), y sobre todo con los maravillosos e inolvidables personajes que crea Greg Pak a modo de comparsas del gigante verde: Caiera, Miek, Korg, Elloe, Hiroim, etc., todos ellos merecen ya por derecho propio un lugar en la mitología de Hulk.
Tampoco se puede dejar de lado el dibujo de Aaron Lopresti, pero sobre todo el de Carlo Pagulayan, que por mor de unas planchas que a pesar de mi reticencia a alterar los formatos originales hubieran lucido estupendamente a mayor tamaño, consigue convertir el mundo alienígena en el que trascurre la acción en un paisaje familiar y reconocible.
Es gracias a todo ello que una saga que principio podría entenderse como lectura de mero divertimiento concebida para cubrir un hueco en la vida del personaje por exigencias de tipo editorial, pasa a adquirir la aptitud de futuro clásico, de esos que permanecen en la memoria del lector y gustan de ser leídos y releídos. Además en esta ocasión se nos presenta en un formato Deluxe que hace honor a su nombre incluyendo artículos, entrevistas, bocetos, etc.
Solo criticaría de Planeta Hulk que el relato supone una oportunidad inmejorable para tratar determinados temas inherentes al personaje de piel verde, que de algún modo no llega a ser aprovechada del todo por el escritor.
Sí es una constante el (fundado) temor del protagonista a perder el control y dar al traste con todo lo que (por otra parte gracias a su vasta fuerza física) llega a conseguir en Sakaar a todos los niveles. También es recurrente el tema de lo que significa ser diferente y que los demás te consideren un monstruo. Hulk lo personifica, igual que algunos del resto de los Warbound, destacando la genial la idea de Pak de tomar a un miembro de una de las razas alienígenas del universo Marvel que más repulsión física producen, como lo es el Nido, y humanizarlo. Estas ideas también se nos presentan a través de los conflictos entre las distintas etnias que pueblan Sakaar, o llegada la amenaza de las Espinas, esporas que cuando infectan a otro ser vivo lo deforman grotescamente, pero lo cierto es que leído el tochazo me da la sensación de que un trato más profundo de estos aspectos podría haber llevado a Planet Hulk a la perfección, y que al final se queda a unos pocos pasos de ella.
En el fondo hay pocas obras maestras de Marvel que merezcan el calificativo de "perfectas" y tal vez son esas pequeñas imperfecciones lo que han hecho de ellas los grandes tebeos que son.
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