Creada por Matthew Weiner, anteriormente guionista de LOS SOPRANO.
Todo el que descubre y acaba acercándose a MAD MEN es normalmente por una cosa: el prestigio que la rodea. Resulta curioso que siendo una serie que fue rechazada por los estudios HBO, donde se supone que tenía perfecta cabida en su estilo de programación, se haya convertido, de la mano de AMC, en la que últimamente está siendo la serie más premiada y alabada por la crítica especializada. No olvidemos que ha sido elegida como mejor serie dramática en los últimos tres años. Por supuesto que toda serie no solo vive de premios y buenas críticas, algo que sin duda estará siempre presente en sus distintas valoraciones, aunque, en definitiva, todo esto le resultará a la propia cadena algo muy beneficioso a la hora de vender su producto a las televisiones de cualquier parte del mundo que buscan un cierto perfil en una serie, además de, por supuesto, al cliente estadounidense de cable en particular.
Y es gracias al cable que podemos disfrutar de una serie como es MAD MEN. Una historia donde siempre está presente cierta provocación que se aplica de manera continuada hacia el espectador, casi a discreción, con una historia que trata sobre la competitividad, en el difícil mundo de la publicidad, en el Nueva York de los años 60. Cuando decimos a discreción, no nos referimos al término como acción, sino, más bien, al llenado habitualmente provocativo en sus tomas, con sus concienzudas y detalladas puestas en escena. Una historia contada tan pausadamente que a veces parece que vaya marcha atrás, para el desespero de más de un espectador, no demasiado receptivo con este ritmo narrativo en la puesta en escena. Aquí la utilización del estilo marca la diferencia. Todos los detalles importan. Nada ocurre al azar. Estamos en los años 60, una época de grandes sucesos y grandes cambios sin vuelta atrás: la crisis de los misiles soviéticos; Nixon contra Kennedy; la muerte de Marilyn Monroe; la Guerra de Vietnam ; o el asesinato del propio Kennedy son sucesos que marcaron mucho y produjeron una gran inquietud ante ese amenazante futuro incierto.
Aquí los roles de los hombres y la mujeres están muy marcados. La mujer sola y en casa, mientras el marido trabaja. Y si bien ese aburguesamiento servirá como soporte de una vida domestica agotada, tanto afectiva como sexualmente, aparecerá inmediatamente desde la gran ciudad ese resorte que sirve para mitigar tal agotamiento: el mundo laboral y todas las posibilidades que aporta, como no, a la parte considerada por aquellos tiempos activa: el marido. Activo tanto sexualmente por sus flirteos, como laboralmente por su soberbia. Temas como el feminismo, la hipocresía moral, el acoso sexual o la homosexualidad no solo sirven como engarce en la historia que se nos cuenta, también sirve como asentamiento de algo que irá creciendo más y más con el paso del tiempo. Y lo cierto es que en la coralidad del reparto se ve reflejado todo esto. Un reparto en el que cada uno de sus personajes está lleno de matices, pero donde hay un personaje que cumple con creces con todo esto: Donald Draper. Presentado como alguien elegante e irresistible hacia las mujeres, aunque vulnerable debido a un pasado que le persigue y le acecha con posibles revelaciones para nada deseadas. Y es que Don, protagonista principal de estas historias, con su ir y devenir tanto en los negocios, como en la cama, sirve como punta de lanza de esas historias siempre elegantemente bañadas de humo y hielo muy tocado de whisky, formado esa ambientación regada de excesos de todo tipo que hacen a uno temer que alguno de sus personajes no llegaran a la última temporada por causa de una cirrosis galopante. Pero dentro de ese éxito glamuroso que parece que acompaña a alguno de estos personajes, existe un vacío solo llenado por una amargura que golpea sin piedad, un vacío que sirve como reflejo de una vida que se escapa de las manos, como si de granos de arena se tratara y, dejándolo en parte, con un sentimiento viciadamente llenado por un éxito enmascarador. Personajes con roles ya asentados, pero un tanto descontrolados ante el papel que les ha tocado, en esta especie de teatro de la vida con barreras que les obliga a sacar esas garras afiladas con las que abrirse paso, en una década con forma de montaña rusa.
Serie rodada principalmente en interiores, partiendo de una época que marcó el principio del fin del sueño americano, con el fin de esa inocencia dominante de una sociedad americana que se empieza a desenvolver en un marco contradictorio de manipulación social, política y económica. Y todo esto es algo que en definitiva marca el rumbo de esta historia. Y esto, ligado a una exquisita puesta en escena, junto con unos diálogos tan afilados como imaginativos, algunas veces constructivos y otras un tanto destructivos, sirven como herramienta hacia una reflexión sobre la sociedad de la época, sirviendo como punto de inflexión hacia esos valores ya asentados que necesitan de un cambio.
Eso sí, si eres ex-fumador, preparate para sufrir.
3 comentarios:
No pude pasar del primer episodio porque la misoginia y machismo que lo impregnaba todo en él, casi tanto como el humo del tabaco, pudo conmigo, es casi surrealista que se haga en el siglo XXI en el primer mundo. Me da la impresión de que ese tema mejora con los capítulos pero me temo que paso de comprobarlo con tal arranque.
Bueno, aunque con el paso de los años se ha notado un cierto cambio, según donde y para quien, claro. La verdad es que a veces da miedo echar la mirada atrás y darse cuenta de lo poco que se ha evolucionado para según que cosas, como bien apuntas Cyllan.
De todas formas, hay que intentar no entrar a trapo (que a veces es dificil) y darse cuenta que detrás de todo ese envoltorio representando toda una época (mostrado de manera impecable, por cierto), hay un lectura bastante crítica hacia la sociedad de ¿aquellos tiempos? Parte de la gracia de la serie es que en ningún momento se han cortado al tratar ningún tema, sexista o no.
Y sí, la serie mantiene la misma tónica con el paso de los capítulos. Y nos guste o no, la gracia está en ello, en la foto tan detallada de la época, sin que sea en ningún momento usada para reivindicar nada de forma directa, pues todo fluye de forma natural. Aunque comprendo la sensación que en un principio tiene mucha gente al ver la serie, dejandole un cierto sabor amargo, me sigue pareciendo muy recomendable el darle más de una oportunidad, pues por su exquisita factura, sin duda se lo merece.
Cyllan, es justamente lo contrarío lo que intenta transmitir esta serie aunque a simple vista no lo parezca... en mi opinión es una crítica feroz a ese modo de vida americano de los 60, esa visión del mundo que tenían y que vendían como "el sueño americano" y que tenía muchos defectos de los que poder avergonzarse si lo vieran ellos mismos con la perspectiva de los años, y que uno de los contrapuntos que tuvo para "despertar de ese sueño" fue, por ejemplo, el moviemiento hippie... lo bueno de esta serie es eso, que no esconde nada para que nosotros nos hagamos una idea de la manera de pensar de los norteamericanos de entonces y que tan reprochable nos parece ahora en algunas cosas, pero con sus defectos y también sus ventajas, así vívían y veían las cosas... dentro de unas décadas nuestros descendientes seguro que nos pondrán en solfa respecto a cosas que hoy en día hacemos y que nosotros pensamos que son normales o simplemente ignoramos.
Y la serie, con ese ritmo tan cadencioso, es un retrato meticuloso y detallista de toda una década, con unos personajes bien definidos y caracterizados y una puesta en escena impecable.
Serie muy, muy recomendable.
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