Le embarga a uno una especie de tristeza, después de acabar de leer un cómic como éste, pues esto significa irremediablemente un obligado vacío en cuanto a cosas inéditas -con la excepción de alguna historia corta- de uno de los autores más sinceros que ha dado este medio a lo largo de toda su historia.
Como si de un desmontado a Chester se tratara, el autor despieza con gran habilidad, esa etapa tan importante por la que tenemos que pasar todos, para la formación de cada uno como persona. Y lo hace de una forma sincera y directa a los ojos del lector, consiguiendo que uno acabe fácilmente por meterse en la piel de ese tímido niño que está en plena etapa adolescente, y que siente como su entorno parece que no quiera estar en sintonía con él.
Dentro del contexto en el que se mueve una historia de este tipo, y con la que es fácil caer en una exaltación del drama y, por consiguiente, en una manipulación hacia el propio lector, hay que remarcar que en ningún momento intenta recrearse en la emotividad, sino, más bien, ejecuta una especie de distanciamiento hacia sus propios sentimientos. Y lo hace como si pasase el testigo al lector, para forzarnos a poner de nuestra parte una reflexión, sobre esos pequeños momentos que nos va desgranando a base de piezas a las que tenemos que encontrarle un sentido, para poder completar ese puzzle que el autor ha dejado caer en nuestras manos.
¿Quién no ha querido explotar con sus emociones, y se ha visto incapaz de hacerlo en muchos momentos? Este es un problema que apunta directamente a un joven Chester Brown, incapaz de exteriorizar sus emociones, supongo que en parte debido a la educación que le han dado. Además es destacable cómo en una obra como ésta, y haciendo una especie de exorcismo encubierto sobre su persona, consigue poner en boca de una enamorada Carrie, los sentimientos que tiene sobre sí mismo, aunque sea en la lejanía del tiempo y en forma de cómic, y lo hace como si gritase a todos ... nunca me has gustado Chester.
Por otra parte, el autor hace gala como siempre de ese trazo sencillo, directo y espontáneo que ya conocemos de sus otras obras, demostrando un perfecto equilibrio en los planos y en el dominio de la secuencia narrativa, utilizando una planificación de página realmente curiosa y original, con viñetas puestas como si de recortes se trataran, jugando con el tempo narrativo y la puesta en escena, manejando los silencios de una forma magistral, y consiguiendo esa sensación de alargamiento temporal, principalmente con páginas de una sola viñeta central que hace que nos detengamos, sobre ese plano, largo tiempo. Es soberbio como juega con el ritmo, con el compás, acelerándolo o ralentizándolo dependiendo de las necesidades narrativas, intercalando, en alguna ocasion, páginas de una sola viñeta con páginas de cuatro o cinco viñetas, para así conseguir una especie de control sobre la lectura que suele hacerse por lo general intuitivamente, donde esa única viñeta suele funcionar como contenedor, bien sea de forma independiente o continuadora a la acción.
Deteniéndonos en este tipo de recurso utilizado, vemos que, dependiendo del número de viñetas y su distribución –que es con lo que principalmente juega, y no con tamaños, ni modernas y espectaculares composiciones-, consigue dar una perfecta sensación de cambios de plano y perspectiva –algo que suele utilizarse indirectamente para manejar el tempo narrativo sin alterar el ritmo de la narración-, además de conseguir ir más allá de la típica secuencialidad conseguida en una composición tradicional, donde se tiende a recorrer con monotonía la página. Simplemente con tres o cuatro pequeñas viñetas de lectura vertical, consigue una secuencialidad pausada sin perder continuidad entre ellas, uniendo a la vez el cambio de ángulo de lectura al ir de arriba hacia abajo, con los cambios de plano en cada una de las viñetas –recordemos que las viñetas sirven para indicar el paso del tiempo y del espacio-. Si además tenemos en cuenta que hay una cierta independencia en nuestro campo de visión, al ser viñetas parcialmente aisladas, se consigue curiosamente una extraña sensación contradictoria, donde ese vacío consigue sin embargo reforzar el contenido, demostrando, con todo ello, un sentido de la composición y del diseño aparentemente sencillo, pero muy eficaz.
Todo esto demuestra que a veces no hacen falta grandes piruetas rebuscadas para conseguir transmitir algo en un cómic, pues el bueno de Chester, con su imaginación y su aparente sencillez, se sobra y se basta para ello.
En definitiva, un gran cómic que no hay que perderse, sobretodo si lo que buscamos es una historia sencilla, pero que apunta de forma directa y sincera al corazón de este particular autor canadiense.
Uno de los comics del año, imprescindible.
Links interesantes sobre el autor:
* Nunca me has gustado de Entrecomics y de Little Nemo's Kat: http://www.entrecomics.com/?p=6232
* Louis Riel de Trazos:
* Ed, el payaso feliz de Trazos:
1 comentario:
Desde luego, un tebeo muy interesante!
Y muchas gracias por el enlace, queridos compas ;-)
Besitos
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