Os voy a presentar una novela que he leído este verano bajo la sombra de un olivo y con el canto de las chicharras de fondo. Y desde luego es el mejor entorno que podía encontrar esta novela. Es “Lavinia” de Ursula K. Le Guin de la Editorial Minotauro y publicada en 2009. Digo que el entorno es el más adecuado porque nos lleva a unos tiempos y un lugar en que la importancia del campo y del olivo, en concreto, es esencial.
Con un cuidado diseño de portada ya se nos indica algo de su interior, ya nos induce a pensar que hay algo antiguo sobre lo que merece prestar atención. Y es en verdad una novela original porque en ella Ursula K. Le Guin rompe con muchos esquemas. Conocemos a esta autora como gran escritora de novelas de fantasía o de ciencia ficción, creadora de nuevos mundos, de mundos donde la magia reina y es la base y la consecuencia de la vida de numerosos seres. En estos mundos de fantasía destaca “Terramar” con su gran saga, tanto a lo largo de las épocas, como de su gente y de los acontecimientos que se suceden en él.
Ahora Ursula K. Le Guin nos lleva a otro mundo. Un mundo que no ha creado ella, un mundo que existió, existe en realidad, al que ella ha dado su propia personalidad pero nos lleva a una época mítica, que se mueve entre la nebulosa de lo mítico y fantasioso: ese mundo es el Lacio, en la península Itálica y esa era es la precursora de lo que más tarde sería la gran Roma.
Esta novela nos la presentan como novela histórica pero precisamente por desarrollarse en esta época nebulosa de la que en realidad no conocemos mucho, roza la novela de fantasía porque es la recreación de la autora sobre unos hechos y una época. En otra ocasión la propia autora nos dice que los hechos sucedidos en lugares o épocas que quedan lejos de nuestra experiencia, nos llevan a continuarlos por las historias que otra gente nos cuenta. Si se permite que se escapen de la memoria, únicamente la imaginación puede establecer un mínimo atisbo de ese acontecimiento.
En “Lavinia” Ursula K. Le Guin sigue sus propios consejos. Como nos dice en el “Epílogo”, "la ambientación, el argumento y los personajes se basan en los seis últimos libros del poema épico “Eneida” del poeta latino Virgilio". Gran admiradora de este poeta reconoce que "su poesía es tan musical, su belleza está tan ligada al sonido y al orden de las palabras (ya sabemos lo importante que son las palabras, los nombres en Terramar) que es imposible de traducir. Pero que identificarse con este texto es muy difícil de reprimir. Es eso lo que hizo que tomara algunos atisbos de esta gran obra para escribir su novela".
Y lo ha hecho dando voz a un personaje de menor importancia en la Eneida, que solo está insinuado: Lavinia, la esposa latina de Eneas. Y es Lavinia quién en primera persona nos cuenta su historia. Ella misma reconoce que gracias al poeta tiene ella realidad, que le dio la capacidad para recordarse y poder escribirlo. Porque él no lo hizo, sólo le dio nombre y poco más. Pero gracias también a esta situación Lavinia cree que vivirá porque, según el poeta, su vida fue tan fortuita, tan ligera que no puede desembocar en algo tan grande como la muerte. Lavinia aprovecha esta ocasión para poder romper esa vida tan convencional que el poeta le ha dado, tan aburrida que no lo puede soportar. Romperá el silencio, arrebatará la palabra al poeta y nos abrirá al espacio, al cielo y al viento de su propia vida y a una época mítica.
Lavinia nos narra su infancia, el de una doncella hija de rey, con sus obligaciones para con los dioses, de la despensa de la casa, del grano y de la sal sagrada que bendecía la comida, del fuego de Vesta, la protectora del hogar y de la nación. De muy niña pierde a sus dos hermanos pequeños, los herederos, lo que hace que su madre cambie el carácter, se desquicie. A partir de ese momento la relación con su madre es difícil y tensa. Pasan los años en la paz de Latino, su padre, hasta que llega su edad de matrimonio. El pretendiente preferido de su madre es Turmo, sobrino suyo. A Lavinia no le parece bien por su carácter vanidoso y pendenciero. El oráculo le indica que debe casarse con un extranjero que llegará de tierras lejanas: son los troyanos de Eneas. Tras dos tratados rotos por los latinos, Lavinia se convierte en la esposa de Eneas y se funda una ciudad con su nombre. Pasan pocos años juntos pero Eneas se convierte en un verdadero rey y se hace querer y respetar por el pueblo latino. En una desgraciada escaramuza en las fronteras, muere Eneas. Su hijo y sucesor, Ascanio, hijo de su primera esposa y troyano, también joven, inexperto, deseoso de reconocimiento, no acaba de dirigir bien a su pueblo y cuando exige la tutela de su hermano pequeño, Silvio, a Lavinia, se provoca otra profecía: Silvio será educado en los bosques y será un gran rey de todos. Como así sucede y se cumple.
Hasta aquí la historia, digamos de unos hechos sucedidos en una antigua época. Lavinia nos cuenta más cosas, nos da datos del carácter de Eneas, de sus obligaciones, de lo que él piensa que correcto. Nos muestra un Eneas no sólo un héroe guerrero sino a un hombre con moral, prudente, con un propósito en la vida, diplomático que quiere el bien y hacer lo correcto sin recurrir a las armas. Recurre a la negociación, a la paciencia frente a la violencia.
Ursula K. Le Guin no sólo nos traslada a unos hechos épicos, también nos narra la vida cotidiana de una gente muy alejada de nosotros en el tiempo pero no en sus obligaciones y sueños. Vemos la mansión donde vive la familia real, la Regia. Tenía grandes salas para el consejo y los banquetes, el altar de Vesta con las despensas detrás, protegiéndolas, la cocina y un gran patio central con el laurel protector, con frutales, hierbas olorosas y con una fuente alrededor de la cual las mujeres hilaban y tejían, lavaban, charlaban.
Conocemos como eran las granjas, situadas a cierta distancia de la ciudad. Con muchas dependencias, de piedra y madera, con huertos, corrales, dehesas y pastos. Un centro de gran actividad con la propia forja trabajando y a pesar de todo, con un suave silencio que le encanta a Lavinia. Nos describe como son los alrededores de las ciudades, el campo, el bosque, la zona pantanosa a orillas del Tíber, los numerosos ríos y arroyos. Una geografía muy distinta a la que conocemos porque la zona dominada por el hombre, no era tan importante como la Madre Naturaleza. La autora nos ha situado, con unos emplazamientos muy concretos y muy estudiados, las ciudades latinas, los asentamientos griegos y las zonas etruscas en esta península Itálica. Un cuidado mapa, obra de Jeffrey C. Mathison, nos sitúa con claridad, dándonos muy buenos puntos de referencia.
Podemos recorrer sus caminos y veredas, las sendas de los animales, los barrancos, con seguridad y sin perdernos. Las llamadas ciudades son asentamientos humanos en contraste con la naturaleza pero debemos recordar que serían más aldeas actuales, con pocos habitantes, autosuficientes, con comunicaciones difíciles a pesar de su relativa cercanía y rodeadas y protegidas por una empalizada. Sus habitantes saldrían al campo a pastorear sus rebaños de ovejas y cabras, a cultivar sus huertos y plantar el trigo y la cebada. Una vida cotidiana en la que las armas no estarían nunca muy lejos pues las rencillas por límites y zonas de pastoreo serían frecuentes.
Su vida religiosa estaría marcada por el honor a los lares y penates del hogar, sus protectores y proveedores de la despensa, el fuego sagrado de Vesta, el honor a los antepasados y a los dioses de los bosques y sobre todo a Marte, protector de las cosechas pero al mismo tiempo el que incita y organiza la guerra. Cabe destacar los ritos fúnebres, las honras a los difuntos. En esta novela tenemos dos descripciones muy claras y detalladas que me han llamado la atención: el sepelio de Amata, la madre de Lavinia, y el de Eneas. En el de Amata todo el pueblo acude en procesión a la pira funeraria. La mujer lavada y purificada es arreglada con sus mejores galas e incinerada en la pira. Lo realiza Lavinia como pariente más cercano. Posteriormente se entierran los restos para que su alma no siga vagando. Se pronuncia su nombre tres veces.
La muerte de Eneas es tan sentida que toda la noche se grita su nombre por la ciudad. Las exequias son un poco diferentes porque gozaban de paz y Eneas fue inhumado. Su tumba se situó junto al camino, como harán los futuros romanos. Se levantó un túmulo y se gritó su nombre tres veces, se apagan las antorchas y se vuelcan del revés indicando el fin de un camino y la tristeza de la oscuridad.
Otra ceremonia muy interesante es la llamada “Ambarvalia”, la “primavera brillante”. Es la ceremonia de la renovación, de la bienvenida al buen tiempo, del año nuevo con las nuevas cosechas. Se prepara y lava la casa, se lava la ropa blanca, se reúnen buenas hierbas, hierbas de la suerte, se preparan guirnaldas para personas y animales. En silencio se recorren los campos con el rey y sus asistentes pronunciando las letanías adecuadas. Se rodean los mojones fronterizos por tres veces y se sacrifica un cordero blanco que alimentará el poder de los espíritus del lugar y ellos a cambio deben nutrir los campos y proteger del mal. Se continúa con el banquete, baile y cánticos. En esta ceremonia se da homenaje a Marte como dios de la guerra y como guardián de los rebaños, protege la frontera entre lo domesticado y lo salvaje.
En medio de estas costumbres históricas, que más o menos se ajustan a la realidad, tenemos el elemento fantástico que da origen y cohesión a la historia que nos cuenta Lavinia. En los bosques de alrededor de su ciudad natal existe el bosque sagrado de Albunea con sus manantiales de azufre, donde los espíritus de los muertos hablan. Lugar de oráculo y profecías, la familia real tiene una gran comunicación con los espíritus. Latino lo tiene y Lavinia hereda el don. Ya en su niñez se comunica con su abuelo que le muestra la visión de una ciudad que será su hogar. Pero será a sus 18 años, atribulada por sus pretendientes, cuando, al refugiarse en este bosque, le habla el poeta.
En un sueño dentro de un sueño, el poeta le habla de sí mismo, de su condición de agonizante pero de la alegría que siente porque está en casa. Pregunta a Lavinia por su padre y sus pretendientes. Le augura la llegada de unos extranjeros que vienen de una ciudad asolada y le narra la guerra de Troya. En sucesivas visitas el poeta le habla del periplo de esta gente, de su jefe Eneas al tiempo que quiere terminar su obra pues el tiempo se le escapa. Lavinia conoce la visita al inframundo de Eneas y el poeta al conocer a Lavinia lamenta no haberla conocido antes para darle la voz adecuada en su poema. Le explica el futuro de Eneas y le predice el futuro de una gran nación. Lamentando de nuevo no haber sabido antes de Lavinia y de su entrega y entereza, el poeta se despide dándole la libertad suficiente para seguir su vida y cumplir su destino.
El poema ha terminado pero la Vida, no. Y a través de la voz de Lavinia, continúa. Han terminado los hechos épicos y heroicos y ahora continúa con la realidad de unos pueblos de la Edad de Bronce con su quehacer diario, sus rencillas tribales, con el crecimiento de sus ciudades. Unos pueblos y unas ciudades que son el origen de los futuros romanos, de un imperio que dominará el mundo, con luchas gloriosas y execrables, con una cultura y civilización que influirá de tal manera que llegará a nuestros días. Pero Ursula K. Le Guin se centra en una época y unos pueblos que son su germen, sencillos y apegados a la Tierra, a unas necesidades más inmediatas, con unos firmes valores de deber y orden, justicia y lealtad.
Y esto es lo más hermoso de la novela “Lavinia”: el cruce de la realidad de unos pueblos antiguos, con el origen mítico de lo que será un imperio, la unión de un poema épico de grandes proporciones y de lo mejor de la literatura universal, con una narración en voz de una sencilla mujer de unos problemas que le atañen personalmente y que no parecen que tengan gran trascendencia.
Ursula K. Le Guin ha conseguido una novela histórica, que lo es, una novela de fantasía por sus elementos imaginarios por su relación con lo sobrenatural, una novela con un final sencillo e imaginable pero que la terminas de leer y te hace volver atrás para releer cierto párrafo, cierta escena que ahora entiendes mejor y le encuentras la explicación de su por qué.
Con un lenguaje claro, sencillo pero sugerente y preciso, con ese contraste entre realidad y ficción, de vida cotidiana y hechos heroicos, Ursula K. Le Guin ha conseguido una novela soberbia que no debería pasar desapercibida para nadie, ni para seguidores de novela histórica ni para seguidores de novela de fantasía.
Espero haber llamado vuestra atención sobre la joven Lavinia y su pueblo. Saludos y hasta pronto.
(Con la espontánea colaboración de Joanet)
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