Dibujo y color: Hermann
Guion: Yves H.
Norma Editorial
Tapa blanda
PVP: 11 euros
Nota previa: en unos días se pone a la venta el último volumen de “Bois-Maury”, los comentarios de este post siguen la edición francesa de Éditions Glénat de mayo de 2012.
Las aventuras de los descendientes del Señor de Bois-Maury siguen avanzando en el devenir de la Historia y ahora encontramos a Aymar en el Nuevo Mundo, en año del Señor de 1660, acompañando a una tropa de españoles que avanza penosamente a través de las selvas del Yucatán en busca de las riquezas de la Ciudad Perdida. Aunque cuentan con algunos caballos, los españoles van en su mayor parte a pie, sufriendo el cansancio y el desgaste por el ambiente sofocante, lo dificultoso del terreno, nubes de mosquitos y otros peligros propios del hábitat.
Cuando más agotados están los expedicionarios es cuando se produce el ataque de los indios, que es tan rápido e intenso que no deja tiempo ni espacio para reaccionar. Las armas de fuego de los soldados se vuelven inútiles al no poder llenar de pólvora las cazoletas o siquiera preparar la horquilla para sostener los arcabuces o mosquetes.
Los nativos con sus armas primitivas -arcos, mazas con cuchillas de obsidiana incrustadas y los átlatl, con los que lanzan flechas con mayor impulso y distancia- llevan ventaja y pronto se llega al cuerpo a cuerpo, momento en el que las casi desfasadas ballestas y las espadas les resultan mucho más eficaces a los españoles.
Sin posibilidad de encontrar refugio o descanso, y continuamente hostigados, la única salvación para los supervivientes está en la huida, en abandonar la selva, pero con ello se dejaría atrás la posibilidad de encontrar El Dorado.
El mito de la busca de este mítico tesoro y la locura del oro estará siempre ligado a Lope de Aguirre, quien, tras amotinarse durante la expedición de Pedro de Ursúa para encontrar El Dorado, inició un periplo jalonado de traiciones, muertes y todo tipo de barbaridades desde el Perú hasta las costas caribeñas de la actual Venezuela.
Los críticos y entendidos en la obra de Hermann siempre tienden a destacar lo cinematográfico de su narrativa y, el inicio del presente álbum, es un muy buen ejemplo de ello. La puesta en escena se inicia con una vista aérea de una inacabable selva, el marco donde se va a desarrollar la historia, para, a continuación, hacer un picado que nos lleva a través de ramas y follaje a pie de suelo, siguiendo a la columna de soldados.
Durante las diez primeras páginas la narración se desarrolla sin palabras; no hay textos de acompañamiento y sólo encontramos tres breves bocadillos (dos de ellos en castellano en el original francés). De hecho, los datos de lugar y fecha provienen de la contraportada.
El escenario -una densa jungla- hace que las secuencias estén prácticamente siempre en penumbra, salpicadas con algunos puntos de luz, porque los altos árboles dejan pasar escasos rayos de sol. La paleta de colores se centra en la gama de tonalidades de verdes y marrones que se van tornando en azules apagados conforme se acaba el día y una gradación de grises al caer la noche.
En la página web de Hermann hay un video donde vemos el proceso de trabajo de una de las páginas de esta obra.
Cada escena está llena de detalles y de trabajo de documentación, así los españoles están representados con el típico morrión de acero -que fue el casco habitual de los Tercios y de los conquistadores en América pero también de la mayoría de ejércitos europeos de los siglos XVI y XVII-, se visten con camisas y coletos de cuero cruzados por los tahalís de los que cuelgan las espadas roperas con guarnición de taza o cazoleta.
Echamos en falta un poco más de diversidad y colorido en las prendas de ropa, teniendo en cuenta que en esa época los ejércitos todavía no utilizaban un uniforme común.
Los indios siguen las “normas de indumentaria típicas de los nativos de las zonas sin civilizar”: taparrabos, orejas perforadas, largas cabelleras y pinturas de guerra. Pero no se les da la imagen del “buen salvaje”, ya que se dedican a matar conquistadores con saña y gran pasión.
Como en otros álbumes de Hermann -Caatinga sería un buen ejemplo-, todo el cómic está dominado por la tragedia, la violencia y la tensión permanente. Las escenas de combates son especialmente sangrientas, truculentas incluso -recordemos también “Abominable”-, en las que el color rojo destaca claramente sobre los matices de verdes.
A mi modo de ver, este trabajo no trata de versionar en cómic una parte de la “Leyenda negra”, no es solo una crítica del trato dado por los españoles a los indígenas americanos durante la Conquista, a lo largo de las páginas encontramos “pecados” muy universales y ya tratados por Hermann en su carrera: la ambición desmedida, el fanatismo religioso, la fiebre del oro, el deseo de alcanzar la gloria -de Dios, o de los hombres- contra el legítimo derecho de supervivencia física, cultural o política de los que ya pueblan el lugar. Cambiando únicamente el decorado y el atrezzo de los personajes, y manteniendo prácticamente todo el argumento, podría situarse el relato en otros muchos momentos de la Historia: en la India de la conquista británica, en la Fiebre del oro en California o en la fundación de los estados Bóers en Sudáfrica.
¿Y la próxima cita?, con América descubierta, los escenarios han abandonado la vieja Europa y ya pueden abarcar todos los continentes. Apuntemos una posibilidad: no sería raro volver a encontrar al siguiente vástago de Aymar peleando en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, con el fondo de las guerras indias o de la esclavitud.
Para terminar, comentar un par de diferencias entre la edición francesa de Éditions Glénat con la que va a publicar Norma. La más evidente es el cambio de portada:
Si bien la de Norma es más potente y aventurera, viendo la original se entiende mejor el título: Oeil de ciel, (Ojo de cielo), ya que presenta a uno de los personajes, un indígena de misteriosos ojos azules.
Y basándonos en la información del folleto de novedades de noviembre de Norma, la acción se sitúa en la jungla amazónica y no en el Yucatán, lugar éste ciertamente idóneo para buscar ciudades olvidadas en la selva.
Por lo demás el tamaño de la página es prácticamente el mismo que el de la Colección Cimoc Extra Color, solo que está encuadernado en tapa dura.
Nota previa: en unos días se pone a la venta el último volumen de “Bois-Maury”, los comentarios de este post siguen la edición francesa de Éditions Glénat de mayo de 2012.
Las aventuras de los descendientes del Señor de Bois-Maury siguen avanzando en el devenir de la Historia y ahora encontramos a Aymar en el Nuevo Mundo, en año del Señor de 1660, acompañando a una tropa de españoles que avanza penosamente a través de las selvas del Yucatán en busca de las riquezas de la Ciudad Perdida. Aunque cuentan con algunos caballos, los españoles van en su mayor parte a pie, sufriendo el cansancio y el desgaste por el ambiente sofocante, lo dificultoso del terreno, nubes de mosquitos y otros peligros propios del hábitat.
Cuando más agotados están los expedicionarios es cuando se produce el ataque de los indios, que es tan rápido e intenso que no deja tiempo ni espacio para reaccionar. Las armas de fuego de los soldados se vuelven inútiles al no poder llenar de pólvora las cazoletas o siquiera preparar la horquilla para sostener los arcabuces o mosquetes.
Los nativos con sus armas primitivas -arcos, mazas con cuchillas de obsidiana incrustadas y los átlatl, con los que lanzan flechas con mayor impulso y distancia- llevan ventaja y pronto se llega al cuerpo a cuerpo, momento en el que las casi desfasadas ballestas y las espadas les resultan mucho más eficaces a los españoles.
Sin posibilidad de encontrar refugio o descanso, y continuamente hostigados, la única salvación para los supervivientes está en la huida, en abandonar la selva, pero con ello se dejaría atrás la posibilidad de encontrar El Dorado.
El mito de la busca de este mítico tesoro y la locura del oro estará siempre ligado a Lope de Aguirre, quien, tras amotinarse durante la expedición de Pedro de Ursúa para encontrar El Dorado, inició un periplo jalonado de traiciones, muertes y todo tipo de barbaridades desde el Perú hasta las costas caribeñas de la actual Venezuela.
Los críticos y entendidos en la obra de Hermann siempre tienden a destacar lo cinematográfico de su narrativa y, el inicio del presente álbum, es un muy buen ejemplo de ello. La puesta en escena se inicia con una vista aérea de una inacabable selva, el marco donde se va a desarrollar la historia, para, a continuación, hacer un picado que nos lleva a través de ramas y follaje a pie de suelo, siguiendo a la columna de soldados.
Durante las diez primeras páginas la narración se desarrolla sin palabras; no hay textos de acompañamiento y sólo encontramos tres breves bocadillos (dos de ellos en castellano en el original francés). De hecho, los datos de lugar y fecha provienen de la contraportada.
El escenario -una densa jungla- hace que las secuencias estén prácticamente siempre en penumbra, salpicadas con algunos puntos de luz, porque los altos árboles dejan pasar escasos rayos de sol. La paleta de colores se centra en la gama de tonalidades de verdes y marrones que se van tornando en azules apagados conforme se acaba el día y una gradación de grises al caer la noche.
En la página web de Hermann hay un video donde vemos el proceso de trabajo de una de las páginas de esta obra.
Cada escena está llena de detalles y de trabajo de documentación, así los españoles están representados con el típico morrión de acero -que fue el casco habitual de los Tercios y de los conquistadores en América pero también de la mayoría de ejércitos europeos de los siglos XVI y XVII-, se visten con camisas y coletos de cuero cruzados por los tahalís de los que cuelgan las espadas roperas con guarnición de taza o cazoleta.
Echamos en falta un poco más de diversidad y colorido en las prendas de ropa, teniendo en cuenta que en esa época los ejércitos todavía no utilizaban un uniforme común.
Los indios siguen las “normas de indumentaria típicas de los nativos de las zonas sin civilizar”: taparrabos, orejas perforadas, largas cabelleras y pinturas de guerra. Pero no se les da la imagen del “buen salvaje”, ya que se dedican a matar conquistadores con saña y gran pasión.
Como en otros álbumes de Hermann -Caatinga sería un buen ejemplo-, todo el cómic está dominado por la tragedia, la violencia y la tensión permanente. Las escenas de combates son especialmente sangrientas, truculentas incluso -recordemos también “Abominable”-, en las que el color rojo destaca claramente sobre los matices de verdes.
A mi modo de ver, este trabajo no trata de versionar en cómic una parte de la “Leyenda negra”, no es solo una crítica del trato dado por los españoles a los indígenas americanos durante la Conquista, a lo largo de las páginas encontramos “pecados” muy universales y ya tratados por Hermann en su carrera: la ambición desmedida, el fanatismo religioso, la fiebre del oro, el deseo de alcanzar la gloria -de Dios, o de los hombres- contra el legítimo derecho de supervivencia física, cultural o política de los que ya pueblan el lugar. Cambiando únicamente el decorado y el atrezzo de los personajes, y manteniendo prácticamente todo el argumento, podría situarse el relato en otros muchos momentos de la Historia: en la India de la conquista británica, en la Fiebre del oro en California o en la fundación de los estados Bóers en Sudáfrica.
¿Y la próxima cita?, con América descubierta, los escenarios han abandonado la vieja Europa y ya pueden abarcar todos los continentes. Apuntemos una posibilidad: no sería raro volver a encontrar al siguiente vástago de Aymar peleando en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, con el fondo de las guerras indias o de la esclavitud.
Para terminar, comentar un par de diferencias entre la edición francesa de Éditions Glénat con la que va a publicar Norma. La más evidente es el cambio de portada:
Si bien la de Norma es más potente y aventurera, viendo la original se entiende mejor el título: Oeil de ciel, (Ojo de cielo), ya que presenta a uno de los personajes, un indígena de misteriosos ojos azules.
Y basándonos en la información del folleto de novedades de noviembre de Norma, la acción se sitúa en la jungla amazónica y no en el Yucatán, lugar éste ciertamente idóneo para buscar ciudades olvidadas en la selva.
Por lo demás el tamaño de la página es prácticamente el mismo que el de la Colección Cimoc Extra Color, solo que está encuadernado en tapa dura.
2 comentarios:
Hermann es un super crack, que trabajo, que calidad...
Que suerte que él y Rosinski siguen dibujando.
Fantásticas páginas las que has puesto, tengo unas ganas de pillarlo!!
Un saludo
Jorge
La imaginación dibujada.
Para mí los 12 primeros números, del caballero Aymar, siguen siendo los mejores. Los dibujos siguen siendo buenos hasta Dulle Griet (nº13), pero Assunta(nº11) fue el último con un buen guión, en mi opinión, claro. El último, Vassya (nº14)parece estar hecho, analizando los dibujos, con cierta desgana y prisa, y lo mismo puedo decir de lo poco que he visto de este Ojo de cielo.
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