Así pues, quien acabaría convertido en el profesor más chiflado de entre todos los profesores chiflados, justo heredero de lo que su padre había sido antes que él, había conseguido a esa tierna edad dar “casi vida” a un extraño “vete-tú-a-saber-qué” hecho de jirones y piezas sobrantes que el joven científico había encontrado en el laboratorio de su progenitor, sobras claramente evidentes en lo que al final resultaría ser su cabeza, redonda y pelona, llena de puntadas que hacían resaltar con gracia su ojo derecho, grande, brillante y azul hielo, tan distinto en color y tamaño de su compañero de fatigas, el ojo izquierdo, negro, pequeño y mate. Un ser al que el pequeño Erasmus llamó Carapuntada (Stitch Head, en el original inglés) y a quien, a pesar de su promesa de ser siempre amigos, acabó olvidando en las mazmorras del lugar donde vivía: el castillo Grotescote.
De apariencia más o menos humana y del tamaño de un chimpancé, Carapuntada había sido pues la primera creación del profesor Erasmus, experto en dar “casi vida” a lo largo de más de cuarenta años –porque llamar “vida” a aquello hubiera sido casi un sacrilegio– a seres de lo más extravagante: gatos con alas y cabeza de perro, caballos sin cabezas, niños ranas, sillas carnívoras, gusanos viscosos con seis brazos, peces gigantes con patas mecánicas, calaveras de vapor..., cosas disparatadas que, a pesar de su imposible y nauseabunda fealdad, eran sorprendentemente majos y simpáticos, sobre todo Criatura, con un único ojo y tres brazos, que había pasado a convertirse en el mejorcísimo amigo del dulce y triste Carapuntada. Todos ellos habían sido abandonados a su suerte después de ser creados, ya que el profesor, incapaz de ver las consecuencias de sus acciones, perdía pronto el interés por ellos, ofuscado por completo en un nuevo proyecto que iniciaba en pos de la mejor de sus creaciones, aquella que aún estaba por llegar y que conformaría el perfecto equilibrio entre repugnancia y monstruosidad.
Ninguno de ellos, ni mucho menos, había nacido con el don de la simpatía que ahora les caracterizaba. Todos lo habían hecho dominados por el salvaje influjo de la luna que únicamente el “fantasma de Grotescote” era capaz de eliminar al darles, en cuanto comenzaban a perder el control, una buena dosis de elixir curativo que paliara los efectos de los ingredientes cada vez más impredecibles utilizados por su creador. Y es que Carapuntada había asumido la estresante tarea de impedir que aquellos seres deformes salieran del castillo dispuestos a destrozar el cercano pueblo de Tarados de Arriba (Grubbers Nubbin), provocando con ello no pocos daños colaterales, amén de la ira de los lugareños, capaces de atacar Grotescote para vengarse del científico loco que había creado aquellos engendros. Después de todo, y aunque Erasmus lo hubiera olvidado, Carapuntada seguía siendo su amigo y por esa razón seguía poniendo todo su empeño en protegerle. Podría decirse que cuidar de él era su única razón para “casi-vivir”.
Sin embargo, la llegada de un circo al pueblo de Tarados de Arriba iba a cambiar de manera fulminante la monótona vida de Carapuntada y la de todos los que vivían con él en el castillo. Se trataba de la feria ambulante de las maravillas anormales de Fulbert Monstruosbusca (Fulbert Freakfinder), un circo capaz de llevar a sus visitantes a un mundo de incomprensibles rarezas, al viaje más terrorífico que jamás hayan hecho la mente y el espíritu. El circo de Monstruosbusca se vanagloriaba de poseer los monstruos más temibles, cuya sola visión era difícilmente soportable para los delicados corazones humanos. La cruel realidad evidenciaba que ni el doctor Contorsión -el Nudo Humano-, ni la señora Mostacho ni los Gemelos del Revés podían ya asustar a nadie en Tarados de Arriba, un pueblo cuyos habitantes estaban realmente curados de espanto. La razón no era otra que aquel castillo tenebroso del que salían los rugidos y alaridos más aterradores y escalofriantes que jamás hubiera oído nadie y en el que, estaban seguros, sólo podían esconderse los monstruos más horripilantes.
Dispuesto a todo para hacerse con aquel pozo sin fondo de seres disparatos y, sobre todo, con su creador, y después de varios intentos que resultaron vanos por conseguir su objetivo, Fulbert Monstruosbusca se vio obligado a “tomar prestada” el arma más poderosa con la que podía contar: una niña humana de lo más maleducada llamada Arabella, lo que podía llegar a tener consecuencias realmente nefastas para el profesor Erasmus y los peculiares residentes del castillo, obligados a movilizarse ante el inesperado ataque que busca acabar con su apacible forma de vida.
Con una preciosa edición en la que predomina el negro, salvo en las guardas, el título y el atuendo de Carapuntada, en los que gana el rojo, su interior, plagado aquí y allá de sugerentes y adquiere el aspecto de los libros antiguos cuyas páginas están ajadas por el manoseo excesivo y el paso del tiempo, con prefacio, prólogo y capítulos que se inician, como los de antes, con una breve explicación de lo que nos depara el texto si continuamos leyendo, poemas, recetas prácticas o elucubraciones recién sacadas de los “Escritos ocasionalmente científicos del profesor Erasmus Erasmo”.
Todo un acierto descubrir el trabajo de Guy Bass y Pete Williamson, artífices de esta divertida y “terrorífica” historia sobre la amistad y el miedo a lo desconocido. Guy Bass es un escritor inglés, premiado por sus libros de literatura infantil, autor de obras de teatro para niños y adultos y dibujante ocasional. Además de Carapuntada (del que ya se han publicado otros dos títulos más de la serie The pirate's eye y The Ghost of Grotteskew y está próxima la publicación de un tercero The Spider's lair), ha creado para Stripes Publishing un “terrorífico” y divertido mundo lleno de monstruos y cosas espantosas (Gormy Ruckles) y de niños que tienen miedo de cosas que normalmente no dan miedo y no de las que suelen aterrorizar a los demás (Dirkin Dings).
En esta ocasión, al igual que en Dirkin Dings, el encargado de dar forma a los personajes creados por Bass ha sido Pete Williamson, autor también de los dibujos de las series The Fang Family, Raven Boy and Elf Girl o The Raves Mysteries, por cuyo trabajo ha sido galardonado. Este ilustrador y animador inglés ha dado vida en blanco y negro a los personajes de universos góticos y fantásticos preferidos por los pequeños lectores. Williamson consigue con sus dibujos e ilustraciones hacer realidad lo que al público infantil le gusta imaginar aunque den miedo: escenarios tenebrosos, lúgubres paisajes, tétricos castillos, imposibles noches de luna llena, adorables y esperpénticos monstruos, seres siniestros, vampiros, científicos locos, experimentos disparatados, niños melancólicos y adultos de rostro adusto empeñados en inmiscuirse en sus peculiares vidas. Todos ellos identificados por la marca de la casa: sus enormes ojos.
Si queréis saber más sobre estos dos autores no dejéis de echar un vistazo a sus páginas web... os aseguro que no os defraudarán en absoluto.
1 comentario:
Excelentes libros!!! Llenos de imaginación y monstruos que nos dan una lección de cómo ser más humanos. Muy recomendable para niñas y niños desde los 7 años.
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