Se le puede considerar uno de los mejores autores seinen de la ciencia ficción japonesa, aunque no muy prolífico respecto a obra publicada, pero que ha sabido captar, expresar y representar mundos futuros nada que ver con la Tierra y el universo que hoy conocemos todos, ni como han sido multitud de veces representados tanto en el cine como en la literatura y el cómic, dándole otra visión podríamos decir más "tecnológicamente postapocalíptica cyberpunk", consiguiendo dar una vuelta de tuerca más al concepto y representación de la sci-fi. Nos estamos refiriendo naturalmente a Tsutomu Nihei.
Como ya he dicho, este autor tiene poca obra publicada en el Japón y, por tanto, escasa también en nuestro país faltando algún que otro título aún por publicar, pero obras como Blame!, Noise e, incluso, Lobezno: Snikt! para la Marvel, demuestran el tremendo potencial de un joven mangaka claramente avanzado a su tiempo y a su generación.
Lo que ya vaticinaba y pudimos degustar en su Blame! (podéis leer la reseña que hice sobre esta obra pinchando aquí), parece que se reproduce en esta nueva obra, Biomega, primer tomo de los cuatro de momento publicados en el país nipón y que aquí nos ofrece la Editorial Panini.
Como ya he dicho, este autor tiene poca obra publicada en el Japón y, por tanto, escasa también en nuestro país faltando algún que otro título aún por publicar, pero obras como Blame!, Noise e, incluso, Lobezno: Snikt! para la Marvel, demuestran el tremendo potencial de un joven mangaka claramente avanzado a su tiempo y a su generación.
Lo que ya vaticinaba y pudimos degustar en su Blame! (podéis leer la reseña que hice sobre esta obra pinchando aquí), parece que se reproduce en esta nueva obra, Biomega, primer tomo de los cuatro de momento publicados en el país nipón y que aquí nos ofrece la Editorial Panini.
A grosso modo, la historia de Biomega transcurre en la Tierra en el año 3005 d. C. Siete siglos después del último viaje tripulado al planeta Marte, el hombre consigue llegar de nuevo al planeta rojo donde la tripulación enviada a explorar la antigua colonia encuentran a una chica a la que no le hace falta ningún equipo especial para respirar y que oculta un misterio tras ella. Medio año después, nuestro protagonista Zôichi Kanoe, un humano sintético que trabaja como agente para Industrias Pesadas Tôa (las misma que aparecen en Blame!) tiene que introducirse en la isla artificial 9JO, bajo el contral de la DRF (Data Recovery Foundation-Fundación para la Recuperación de Datos), infectada por un terrible virus, el N5S, que transforma a la gente en verdaderos “zombies”, los llamados drones. Su misión: buscar humanos adaptados que han conseguido sobrevivir y no verse afectados externamente al mortal virus.
La estética que imprime Nihei en cada una de sus imágenes arrastran al lector a las más increíbles ensoñaciones y experiencias visuales, implementándose en nosotros de manera tan brutal y sugestiva que no tardas ni un segundo en hacer tuyo este mundo futuro que Nihei nos ofrece, totalmente impensable que pueda llegar a existir alguna vez una realidad de estas características, pero que el autor te la consigue hacer tan palpable y real que es como si te transmutaras en ella y vivieras las mismas sensaciones de inmensidad, tecnificación, claustrofobia y asfixia que sufren en su propia piel los diferentes protagonistas.
Como muy bien apunta Israel Costa en la introducción de este tomo, Nihei consigue en esta obra, a diferencia de lo que ocurrió en Blame!, no abusar tanto de las magnificentes perspectivas que más daban la sensación (y, realmente, lo era) que eran las verdaderas protagonistas en la inmensidad de las megaestructuras que lo abarcaban todo en un tremendo horror vacui que engullía el planeta, siendo el hombre una simple una excusa para, con su presencia, hacernos creíble a escala y proporcionalmente la magnitud de materia inorgánica que lo abarcaba todo y a todos. En Biomega ya no abusa tanto de estos recursos, de los grandes e imposibles planos (que los hay también) y juega más con los medios y primer planos que hacen aún más cercana la historia y define con más claridad los personajes, pero sin dejar de situarnos con ello en la inmensidad del escenario construido.
Como ya nos tiene acostumbrados, el diseño de los diferentes engendros, en este caso los contagiados con el virus N5S (drones) y las Unidades de Ejecución Forzosa del Servicio de Sanidad Pública, es espectacular, sacados de nuestras peores pesadillas, donde consigue con cada ente que crea dar un paso más en la descripción del terror (más) humano que tenemos todos en nuestro subconsciente más profundo. Es el simple miedo a lo desconocido, a lo diferente, del que no somos capaces de protegernos cuando la situación lo requiere. Es, en definitiva, una soberbia galería de nuestra imaginería más irreal, del thriller más cyberpunk, creada a partir de nuestro miedo, nuestro pánico y nuestro terror.
Como ya nos tiene acostumbrados, el diseño de los diferentes engendros, en este caso los contagiados con el virus N5S (drones) y las Unidades de Ejecución Forzosa del Servicio de Sanidad Pública, es espectacular, sacados de nuestras peores pesadillas, donde consigue con cada ente que crea dar un paso más en la descripción del terror (más) humano que tenemos todos en nuestro subconsciente más profundo. Es el simple miedo a lo desconocido, a lo diferente, del que no somos capaces de protegernos cuando la situación lo requiere. Es, en definitiva, una soberbia galería de nuestra imaginería más irreal, del thriller más cyberpunk, creada a partir de nuestro miedo, nuestro pánico y nuestro terror.
Como es habitual en la obra de Nihei, el silencio forma parte activa y adquiere un papel relevante y principal en la historia, forzando al espectador a que aguce la vista en las imágenes para vislumbrar hacia dónde nos quiere llevar el autor con su relato, con pequeños aportes de diálogos (hay más en esta obra que en su anterior Blame!), que completan el significado y el propósito a conseguir por parte del artista. Con Nihei la máxima de “vale más una imagen que mil palabras” se cumple a la perfección.
El juego de luces y sombras que consigue en cada una de sus planchas en verdaderamente fantático, con una gradación de grises y negros que dan ese tomo oscuro necesario, preciso y requerido para representarnos gráficamente esa ambientación atmosférica de un mundo en peligro de extinción por la introducción de un virus mortal que convierte a sus habitantes en verdaderos “muertos vivientes”. Es el tremendo poder de las sombras, de la oscuridad interior que nos envuelve.
El juego de luces y sombras que consigue en cada una de sus planchas en verdaderamente fantático, con una gradación de grises y negros que dan ese tomo oscuro necesario, preciso y requerido para representarnos gráficamente esa ambientación atmosférica de un mundo en peligro de extinción por la introducción de un virus mortal que convierte a sus habitantes en verdaderos “muertos vivientes”. Es el tremendo poder de las sombras, de la oscuridad interior que nos envuelve.
Así que nos encontramos con una obra que, personalmente, espero que me haga disfrutar como mínimo lo mismo que lo hice cuando leí Blame! Acaba de empezar y el planteamiento, como mínimo, es interesante y consigue hacernos zambullir nuevamente en ese universo creado por la “premonitoria” mente de Nihei... hacia dónde nos llevará, el tiempo dirá, pero de momento yo ya estoy esperando a que salga el segundo volumen y, por lo que se ve, historia hay y para rato.
¡¡¡Que estéis disfrutando (para los que han tenido la suerte de poder ir) de un magnífico Salón del Manga por tierras catalanas!!!
Un saludo cordial.
¡¡¡Que estéis disfrutando (para los que han tenido la suerte de poder ir) de un magnífico Salón del Manga por tierras catalanas!!!
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